Llueve mucho en este abril: Los refugiados fatal, las guerras igual, hay terremotos; por ahí, poca paz y aquí el desgobierno
es total; no cesan los escándalos, la tranquilidad es poca y las incertidumbres muchas: ¡Este abril es de aguas
mil!
Ganas me dan de ponerme una venda en los
ojos, taparme los oídos y meterme debajo de la cama para no mojarme y no enterarme, hasta que
deje de llover y escampe.
Pero entre las aguas de abril, en mi pueblo hay niños recién concebidos y otros, no pocos, recién nacidos; la electricidad alumbra las calles y las casas; el agua
sigue en los grifos; muchísimos coches en todas partes; funcionan los colegios y hay plazas para curarnos en los hospitales; en los mercados abunda y podemos
comprar comida; cada día que pasa hay menos personas en paro y
hasta tenemos recursos para invitar a que vengan refugiados y gentes de otras partes…
Claro que, cuando por descuido veo esas cosas
casi me asusto, lo reconozco, porque el agua que cae, de verdad moja poco. Y, porque soy
un español terco, pronto supero el espanto, abro la boca y grito muy fuerte, como metiendo miedo: ¡Qué horror
este año, tenemos un abril
de aguas mil!
No hay comentarios:
Publicar un comentario