Si no fuera porque conozco las consecuencias que tiene para la economía, me
encantaría seguir para siempre sin tener gobierno en España, la vida sigue su curso, los políticos mandan
menos y no pueden
continuar subiendo los impuestos.
Hay un precioso sol de primavera, ayer sábado el Rey entregó a Fernando de Paso el Premio Cervantes; hoy domingo, correrán miles de personas en el Medio Maratón de Madrid y millones, disfrutando del buen
tiempo, llenarán calles, plazas y parques de toda España; en las mesas familiares se disfrutará la
comida del domingo con loas al sabor inigualable de la paella,
la bondad de la carne y las natillas de casa; por supuesto, habrá donde se hable de la próxima boda en la familia, de algo bueno o menos bueno del
trabajo, de la próxima visita al médico o de la preocupación de todos por lo torpe que se está poniendo el
abuelo.
Hoy la vida sigue con la normal tranquilidad que tienen las personas de bien, esas gentes a las que preocupa lo importante y olvidan lo que no lo es, no está en su mano o resulta inevitable.
En las familias españolas hoy se hablará entre muy poco y nada de política,
en realidad, aunque haya alguien a quién le parezca importante, para la mayoría de los españoles es demasiado aburrido eso de repetir siempre lo mismo: Que habrá nuevas elecciones, que se
presentarán los mismos, que saldrá lo que salga, lo mismo, que es una vergüenza, que son unos impresentables, siempre lo mismo.
En las familias de España, acaso porque nos lo enseñaron de niños, todos
sabemos que lo peor que se puede hacer cuando
aparecen los problemas es echar la culpa a los demás y
estarse quietos, por ello, apechugamos con lo que hay y hacemos. Claro que, algunos
no lo aprendieron, son los pasados de listos y los más soberbios, son nuestros nada ilustres políticos.
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