UN SUSTO SIN MUCHO MIEDO
Ayer por la tarde estaba yo muy tranquilo, no recuerdo si leyendo un libro o haciendo un sudoku, cuando recibí la llamada de una persona próxima con la que estuve un rato largo el pasado martes por la mañana.
En resumen, le han hecho la prueba y tiene Covid 19, es decir, aunque no se encuentra mal, tiene el bicho y debe confinarse; en consecuencia, yo, por si acaso, también tengo que cerrar la puerta de mi casa con doble llave y esconderme debajo de la cama hasta que me ponga malo malísimo y tenga que pedir auxilio, por teléfono o por la ventana, o no me pase nada y, pasados catorce días salga a la calle para disfrutar cuanto pueda del sol de la tarde y de la mañana.
En fin, una impresión desagradable, un asco en el castellano de siempre, que viene a alterar la vida “casi normal”, que he podido llevar durante estos meses de verano y que, aunque haya sido también un susto, se ha quedado en eso, en un pequeño susto, porque mi miedo a la enfermedad y a sus consecuencias es entre poco y ninguno. Por ello, espero y deseo que mi confinamiento y, si se produjera, la infección, no sean motivos de preocupación para las personas que me quieren y a las que quiero.
Nota
La fotografía que adorna esta
entrada la hice la semana pasada, durante uno de mis paseos por las calles de La
Toja, mientras, según me dijo alguien, durante unas horas un brote de Covid
19 anduvo suelto por los alrededores de la Ría de Arosa
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