DE UNA Y MIL MUERTES ANUNCIADAS
Pues sí, en la moderna y civilizada España del doctor Sánchez, cómo en el Macondo mágico de Gabriel García Márquez, hemos llegado, al final inexorable de muchas, no solo una, muertes anunciadas.
Y sí, aunque cuando era joven, corriendo América, comprendiendo la grandeza de España llegué a sentirme ciudadano de todas las Españas, acaso porque era joven, me falto aceptar que también Macondo, con sus Aurelianos, sus Arcadios, sus Petras y, también sus Melquíades, eran parte del profundo ser de nuestras Españas.
Y siento, con angustia, como todo lo grandioso de Colombia, con su Cartagena invicta y su profundo Macondo; de Bolivia, con su rico Potosí y su Oruro enmascarado; de México, con su caluroso Mexicali y su terrible Culiacán; de la misma España y de todas las Españas, ahora se oculta, tras una cortina de macondiana magia, para que no veamos nuestros mayores logros y todas nuestras bellezas, y solo nos deje a la vista lo peor y más peligroso de nuestras miserias: los que nos gobiernan, los doctores Sánchez que, presumiendo de buenos y haciendo nada, nos han aturdido y aún nos aturden para que aceptemos, tranquilos y anestesiados, la llegada de una y mil muertes anunciadas.
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