En estos tiempos en que sufrimos la guerra, impulsada por los anglos y hecha por los rusos en Ucrania, aunque el futuro es imprevisible, no dejo de pensar en las consecuencias, seguro las peores, que, sea cual sea su resultado, vamos a vivir los europeos.
El viejo sueño de la Europa unida, desde Roma, ha existido siempre, y cuando, ¡tonto de mí!, lo veía hecho, para mí asombro, por enésima vez en más de mil años, me doy cuenta que, para bien y para mal, seguimos siendo romanos y, a manos de los bárbaros, está siendo destrozado.
Durante unos lustros, ¡qué pronto pasa el tiempo!, los europeos hemos vivido en paz y, cada día, hemos sido más y más ricos y hemos gozado, sin preocuparnos, de los muchos bienes que hemos conseguido, y, como cuando éramos Roma, hemos tenido panem et circenses, pan y circo, hasta el infinito, sin pensar jamás que los bárbaros, disimulando, estaban al acecho para quitárnoslo.
Y ahora, ahora mismo, veo cómo nuestros gobernantes, impotentes
por desalmados y cobardes, en lugar de trabajar para salvar la nueva Roma, se resignan
a entregarla a los bárbaros mientras anuncian, resignados, que, a pesar de
todo, aunque mucho menos, nos va a quedar algo de pan y un poco de circo gracias
a ellos.
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