Aunque quizá hubiera debido dedicar esta entrada a mostrar mi alegría porque, con esta, he llegado a escribir y publicar, se dice pronto, 2000 entradas este blog, los días en que vivimos son aciagos y prefiero no apartar mis pensamientos de la nube de desgracias que tenemos y dedicar mi esfuerzo, una gota de agua, a luchar para que el doctor Sánchez no consiga alcanzar sus callados y terribles designios.
Por ello, hoy me quiero referir a uno, y no el peor, de los muchos males que nos acechan y que no deja de torturarme:
es el terrible sentimiento de culpa y de vergüenza que tendrán, una vez
desaparecido este hombre, mis no pocos compatriotas que, ciegos de fanatismo,
le han votado, apoyado y, hasta puede que amado.
Todavía,
y han pasado lustros, tengo ante mis ojos el dolor, la vergüenza, el
arrepentimiento y el no dormir, de un buen amigo al confesarme el mucho mal que
había hecho, convencido de hacer el bien, en los años crueles de la guerra civil.
Y también
recuerdo con angustia el dolor, la vergüenza y el arrepentimiento de otro amigo,
este alemán, por haber querido, admirado y seguido a Adolfo Hitler.
Uno, terrible, de los legados que nos va a dejar, como falso mesías, el doctor Sánchez, será la memoria de haber conseguido embaucar, atraer y convencer a millones de compatriotas para que le siguieran en su locura, y estos, cuando él termine en la cárcel, en el exilio o muerto, y
vean lo que ha conseguido, aunque será tarde, la vergüenza, el dolor y el arrepentimiento
los acompañarán mientras vivan.
Pero, y
esto es lo peor, durante muchos años, los españoles sufriremos de tristeza por
no haber evitado que en nuestro seno haya nacido, crecido y, por un tiempo, triunfado,
el plagiario y narciso que es el doctor Sánchez.
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