En los últimos meses, con motivo de las Elecciones
al Parlamento Europeo, los medios de comunicación han situado la emigración como
un tema importante para nuestra sociedad; y, en el mismo tiempo, he tenido la inmensa fortuna
de ser cuidado, con eficiencia y gran
humanidad por un grupo de mujeres, casi todas inmigrantes, a las que debo
agradecimiento.
Ambos hechos me han obligado a tomar
conciencia y reflexionar sobre lo que es
hoy la emigración y, ahora, a compartir algunas de las ideas que considero más
relevantes de entre las muchísimas que tiene este poliédrico tema, vital para
el futuro de nuestra sociedad.
El contenido “De emigración y esas cosas”, se presenta en
tres entradas consecutivas; esta, la primera, está dedicada a sintetizar los
antecedentes; la segunda, a la situación actual; y, la tercera, a las soluciones.
Y, sin más preámbulo entramos en los
antecedentes.
PRIMERA PARTE: DE LOS ANTECEDENTES
El tema de la emigración, de las migraciones
se dice ahora, quizá por su importancia política, tiene
un tratamiento muy limitado en los
medios de comunicación de los países receptores y casi siempre se reduce a noticias puntuales, relacionadas con la inmigración ilegal,
con tragedias en el mar, acciones controvertidas de las autoridades, problemas
derivados de la integración, especialmente en el caso de los recién llegados, o delitos cometidos por
extranjeros. Además, quizá de manera interesada, se evita, casi por completo,
entrar en el coste, en dinero, dolor, trabajo y esfuerzo, que supone migrar y
sobrevivir en tierra extraña, y en los múltiples dramas que acompañan a la emigración.
Sin embargo, la emigración no es un
fenómeno nuevo; los movimientos migratorios han sido constantes e intensos desde
que nuestros antepasados salieron de África, empujados por la necesidad o, no lo creo, por el simple deseo de cambiar de clima, para
poblar el mundo.
Y, sin alejarnos demasiado del presente,
recordemos que la actual América está poblada por inmensas riadas de inmigrantes, sobre todo
europeos, escapados del hambre, de persecuciones religiosas o políticas y,
muchas veces, por el deseo de progreso o realización personal de
quienes migran.
Así, multitud de españoles, ingleses,
irlandeses, alemanes, italianos, y también africanos y asiáticos, de grado o
por la fuerza, a lo largo de siglos y hasta el presente, han recorrido muchos
miles de kilómetros para buscar y encontrar oportunidades en lugares en que
vivir, progresar y, aún sin querer, hacer más prósperos a los países en que se
han asentado.
Y, hasta hace muy poco tiempo, menos de
cincuenta años, los europeos han, hemos, considerado normal salir
de nuestros países y emigrar, mientras, por el contrario, para los americanos lo
normal era recibir y asimilar a los emigrantes.
Más aún, actualmente, al igual que ha
sucedido desde hace siglos, los países más poderosos y pujantes atraen a los mejores
talentos: científicos, arquitectos, artistas
y empresarios de todo el mundo, dejan sus países para instalarse, temporal o
definitivamente, en lugares punteros de Estados Unidos o Europa. Y, del mismo
modo, muchos profesionales cualificados y jóvenes muy bien formados también se
mueven y migran hacia donde tienen mayores posibilidades, enriqueciendo a los
que ya son ricos y dejando atrás a las sociedades en que han nacido.
Evidentemente, los gobernantes de las naciones perjudicadas tratan, con poco éxito
en general, de limitar este tipo de emigración, que, por el contrario, es estimulado activamente por los de las naciones beneficiadas.
Por otro lado, es muy, muy importante
recordar que América es parte y está integradas en lo que se denomina “cultura occidental
judeocristiana” y, por ello, la integración de emigrantes europeos, miembros de la misma
cultura, en la primera o segunda generación, estaba asegurada.
Hoy, desde hace pocos años, porque el
mundo ha cambiado, los flujos de las migraciones también han cambiado, los
europeos, en lugar de emigrar, algunos muy cualificados todavía lo hacen, reciben
oleadas de inmigrantes; y los
hispanoamericanos, contra lo que sucedía en el pasado, están emigrando; y, por
otro lado, han aparecido nuevos y muy intensos flujos, procedentes de Oriente Medio y de toda África, que añaden inmigrantes a los que ya instalados en Europa.
Volviendo ahora al comienzo de esta
entrada, dejando al margen el caso, es similar, de los Estados
Unidos con Hispanoamérica, nos centráremos en los países y los ciudadanos de la actual Unión
Europea. Europa, poco antes emisora de cantidades ingentes de emigrantes, durante el último tercio del siglo XX, desde actitudes
de indiferencia, superioridad y, acaso, ninguna
humanidad, aceptaron y estimularon la
inmigración masiva de millones de personas, y lo hicieron, sobre todo para cubrir las necesidades de mano de obra
que requería el pujante progreso de sus
economías y, en cifras no significativas, por humanidad y solidaridad con las personas afectadas por la persecución
política o conflictos bélicos.
Y ahora, ya en los años 20 el siglo XXI,
Europa, toda Europa, y una gran parte de sus ciudadanos se encuentran ante un
gran problema: la integración en la sociedad de los inmigrantes de primera y segunda
generación, especialmente, los ajenos a la cultura judeocristiana, musulmanes en su inmensa mayoría.
El caso de los inmigrantes de origen musulmán
es especialmente grave: con frecuencia residen juntos, en barrios marginales,
auténticos guetos, en los que rigen sus
propias leyes y generan en su seno condiciones para que exista una gran
cantidad de jóvenes inadaptados a la sociedad del país que cometen delitos contra las
personas y los bienes de los ciudadanos “normales”.
Y, al mismo tiempo, las autoridades dedican
cantidades ingentes de dinero, dentro de la filosofía del
estado el bienestar, a los inmigrantes, que “son pobres”
Además, tenemos un problema añadido: la llegada, cada día, de miles y miles de nuevos inmigrantes que
llegan ilegalmente, y, aunque muchos son enviados y retenidos en “campos de concentración” fuera de los límites de la Unión Europea, en
su mayoría se añaden a los guetos y no pocos pululan, viviendo como pueden,
siempre temiendo la expulsión, por los campos y ciudades de toda Europa.
Además, para clarificar lo anterior, es
muy importante resaltar que, en los últimos años, en el mundo musulmán y entre los
musulmanes que viven en Europa o llegan a ella, se ha desarrollado un poderoso
fundamentalismo islámico que aspira a imponer, consiguiendo ser mayoría en la
población, o por la fuerza de las armas, los atentados son la muestra, la Ley
Islámica y terminar con la cultura judeocristiana.
Como es evidente, hoy en todos los
países de Europa existe un clamor en contra del fundamentalismo islámico y
también contra la inmigración en general, crece con fuerza la xenofobia, y hace más dura la vida, ya difícil, de la población inmigrante.
Consecuencia del clamor social, la
emigración se ha convertido en el problema político que más enfrenta a los
partidos políticos y a los gobernantes de los distintos estados de la Unión Europea,
y, sobre todo, en un problema social para el que, hoy por hoy, no existe solución,
tiende a ser cada vez mayor y puede convertirse en una inmensa tragedia.
Y, por todo lo anterior, porque es
obligado para todos cuantos amamos Europa y nuestra cultura judeocristiana, contribuir
con nuestro pensamiento a la reflexión sobre el tema crucial que es la emigración
en general y su futuro en Europa, como antes anunciamos, en sucesivas entradas presentaremos nuestras ideas
sobre los aspectos de la situación actual que consideramos deberían ser
tenidos en cuenta en el tratamiento y en la búsqueda de soluciones del problema
y de la oportunidad, ¡también es un extraordinaria oportunidad!, de la
emigración.
Nota: la imagen que ilustra esta entrada está tomada de ABC en Internet.
1 comentario:
Buenos días José Luis, te veo en forma pues has echo una aproximación muy lúcida al asunto de la migración.
Un abrazo, Mariano
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