domingo, 23 de junio de 2024

1115. DE LA EMIGRACIÓN Y ESAS COSAS I

 


En los últimos meses, con motivo de las Elecciones al Parlamento Europeo, los medios de comunicación han situado la emigración como un tema importante para nuestra sociedad; y,  en el mismo tiempo, he tenido la inmensa fortuna  de ser cuidado, con eficiencia y gran humanidad por un grupo de mujeres, casi todas inmigrantes, a las que debo agradecimiento.

Ambos hechos me han obligado a tomar conciencia y reflexionar  sobre lo que es hoy la emigración y, ahora, a compartir algunas de las ideas que considero más relevantes de entre las muchísimas que tiene este poliédrico tema, vital para el futuro de nuestra sociedad.

El contenido “De  emigración y esas cosas”, se presenta en tres entradas consecutivas; esta, la primera, está dedicada a sintetizar los antecedentes; la segunda, a la situación actual; y,  la tercera, a las soluciones.

Y, sin más preámbulo entramos en los antecedentes.


PRIMERA PARTE: DE LOS ANTECEDENTES

El tema de la emigración, de las migraciones se dice ahora, quizá por su importancia política, tiene un tratamiento muy limitado  en los medios de comunicación de los países receptores  y casi siempre se reduce a noticias puntuales, relacionadas  con la inmigración ilegal, con tragedias en el mar, acciones controvertidas de las autoridades, problemas derivados de la integración, especialmente en el caso de los recién llegados, o delitos cometidos por extranjeros. Además, quizá de manera interesada, se evita, casi por completo, entrar en el coste, en dinero, dolor, trabajo y esfuerzo, que supone migrar y sobrevivir en tierra extraña, y en los múltiples dramas que acompañan a la emigración.

Sin embargo, la emigración no es un fenómeno nuevo; los movimientos migratorios han sido constantes e intensos desde que nuestros antepasados salieron de África, empujados por la necesidad  o, no lo creo, por  el simple deseo de cambiar de clima, para poblar el mundo.

Y, sin alejarnos demasiado del presente, recordemos que la actual América está poblada por  inmensas riadas de inmigrantes, sobre todo europeos, escapados del hambre, de persecuciones religiosas o políticas y, muchas veces, por el deseo de progreso o realización personal de quienes migran.

Así, multitud de españoles, ingleses, irlandeses, alemanes, italianos, y también africanos y asiáticos, de grado o por la fuerza, a lo largo de siglos y hasta el presente, han recorrido muchos miles de kilómetros para buscar y encontrar oportunidades en lugares en que vivir, progresar y, aún sin querer, hacer más prósperos a los países en que se han asentado.

Y, hasta hace muy poco tiempo, menos de cincuenta años, los europeos han, hemos, considerado normal salir de nuestros países y emigrar, mientras, por el contrario, para los americanos lo normal era recibir  y asimilar a  los emigrantes.

Más aún, actualmente, al igual que ha sucedido desde hace siglos, los países  más poderosos y pujantes atraen a los mejores talentos:  científicos, arquitectos, artistas y empresarios de todo el mundo, dejan sus países para instalarse, temporal o definitivamente, en lugares punteros de Estados Unidos o Europa. Y, del mismo modo, muchos profesionales cualificados y jóvenes muy bien formados también se mueven y migran hacia donde tienen mayores posibilidades, enriqueciendo a los que ya son ricos y dejando atrás a las sociedades en que han nacido. Evidentemente, los gobernantes de las naciones perjudicadas tratan, con poco éxito en general, de limitar este tipo de emigración, que, por el contrario, es  estimulado activamente  por los de las naciones beneficiadas.

Por otro lado, es muy, muy importante recordar que América es parte y está integradas en  lo que se denomina “cultura occidental judeocristiana” y, por ello, la integración de emigrantes europeos, miembros de la misma cultura, en la primera o segunda generación, estaba asegurada.  

Hoy, desde hace pocos años, porque el mundo ha cambiado, los flujos de las migraciones también han cambiado, los europeos, en lugar de emigrar, algunos muy cualificados todavía lo hacen, reciben oleadas de inmigrantes; y  los hispanoamericanos, contra lo que sucedía en el pasado, están emigrando; y, por otro lado, han aparecido nuevos y muy intensos flujos,  procedentes de Oriente Medio y de toda África, que añaden inmigrantes a los que ya instalados en Europa.

Volviendo ahora al comienzo de esta entrada, dejando al margen el caso, es similar, de los Estados Unidos con Hispanoamérica, nos centráremos en  los países y los ciudadanos de la actual Unión Europea. Europa, poco antes emisora de cantidades ingentes de emigrantes, durante  el último tercio del siglo XX, desde actitudes de  indiferencia, superioridad y, acaso, ninguna humanidad, aceptaron  y estimularon la inmigración masiva de millones de personas, y lo hicieron, sobre todo  para cubrir las necesidades de mano de obra que requería el pujante progreso de  sus economías y, en cifras no significativas, por humanidad y solidaridad  con las personas afectadas por la persecución política o conflictos bélicos.

Y ahora, ya en los años 20 el siglo XXI, Europa, toda Europa, y una gran parte de sus ciudadanos se encuentran ante un gran problema: la integración en la sociedad de los inmigrantes de primera y segunda generación, especialmente, los ajenos a la cultura judeocristiana, musulmanes en su inmensa mayoría.

El caso de los inmigrantes de origen musulmán es especialmente grave: con frecuencia residen juntos, en barrios marginales, auténticos guetos,  en los que rigen sus propias leyes y generan en su seno condiciones para que exista una gran cantidad de jóvenes inadaptados a la sociedad del país que cometen delitos contra las personas y los bienes de los ciudadanos “normales”.

Y, al mismo tiempo, las autoridades dedican  cantidades ingentes de dinero, dentro de la filosofía del estado el bienestar, a los inmigrantes, que “son pobres”

Además, tenemos un problema añadido:  la llegada, cada día, de miles y miles de nuevos inmigrantes que llegan ilegalmente, y, aunque muchos son enviados y retenidos  en “campos de concentración”  fuera de los límites de la Unión Europea, en su mayoría se añaden a los guetos y no pocos pululan, viviendo como pueden, siempre temiendo la expulsión, por los campos y ciudades de toda Europa.

Además, para clarificar lo anterior, es muy importante resaltar que, en los últimos años, en el mundo musulmán y entre los musulmanes que viven en Europa o llegan a ella, se ha desarrollado un poderoso fundamentalismo islámico que aspira a imponer, consiguiendo ser mayoría en la población, o por la fuerza de las armas, los atentados son la muestra, la Ley Islámica y terminar con la cultura judeocristiana.

Como es evidente, hoy en todos los países de Europa existe un clamor en contra del fundamentalismo islámico y también contra la inmigración en general, crece con fuerza  la xenofobia, y hace más dura la vida, ya difícil, de la población inmigrante.

Consecuencia del clamor social, la emigración se ha convertido en el problema político que más enfrenta a los partidos políticos y a los gobernantes de los distintos estados de la Unión Europea, y, sobre todo, en un problema social para el que, hoy por hoy, no existe solución, tiende a ser cada vez mayor y puede convertirse en una inmensa tragedia.

Y, por todo lo anterior, porque es obligado para todos cuantos amamos Europa y nuestra cultura judeocristiana, contribuir con nuestro pensamiento a la reflexión sobre el tema crucial que es la emigración en general y su futuro en Europa, como antes anunciamos, en sucesivas entradas presentaremos nuestras ideas sobre los aspectos de la situación actual que consideramos deberían ser tenidos en cuenta en el tratamiento y en la búsqueda de soluciones del problema y de la oportunidad, ¡también es un extraordinaria oportunidad!, de la emigración.

Nota: la imagen que ilustra esta entrada está tomada de ABC en Internet.



1 comentario:

Anónimo dijo...

Buenos días José Luis, te veo en forma pues has echo una aproximación muy lúcida al asunto de la migración.
Un abrazo, Mariano