sábado, 13 de septiembre de 2008

189. CAMINO DE DOLOR Y MUERTE EN BOLIVIA



Los disturbios en el Oriente han causado ya muertos. El deseo de venganza, me dicen, sacude la sangre de unos y otros.


La voluntad colectiva es achacar las causas al otro, a Evo Morales y el poder indígena o a los Prefectos de la Media Luna y al egoísmo de los cambas.


Es una contienda que los bolivianos saben y, si quieren, pueden evitar, porque lo han hecho antes de ahora muchas veces, desde que existe Bolivia.


Se enfrentan hoy, sin tapujos, a cara descubierta, los dos modelos de sociedad que durante dos siglos, bajo la sombra de los andes, los bolivianos han mantenido superpuestos y que han permitido a unos y otros convivir en relativa paz.

La culpa de la situación no es de los norteamericanos. Es más bien de quienes hoy, abusando desde el gobierno, están empeñados en desnivelar y romper para siempre el ideal de progresode la parte boliviana que, por más de siglo y medio, ha querido y sabido mantener una razonable paz social.


Mientras los hombres de Oriente siguen pidiendo, como siempre, diálogo y paz, el cocalero que usó la violencia callejera para expulsar a dos presidentes, envía a los suyos, como hizo antes, a fregar y fregar. Está tratando de buscar excusas para lanzarse a una guerra de exterminio que piensa poder ganar.


Es momento para que quienes creemos que Morales, Chávez, Ortega, Castro, el Ayatola, sus amigos de Europa y los timoratos del mundo, son una tremenda amenaza para Bolivia, para América toda y para la sociedad global, tengamos los oídos abiertos y las manos dispuestas para, en lo necesario, ayudar a quienes en el Oriente boliviano hoy, como ayer, están defendiendo nuestro propio modelo de sociedad, con riesgo cierto, de hacerse matar.

Pese a todo lo anterior, todavía conservo la esperanza de que las cosas, poco a poco, si se deja solos a los bolivianos, se puedan arreglar. Lo pienso porque es tradición de Bolivia, incluso en los peores momentos, evitar en los enfrentamientos civiles baños de sangre.


Pido al Cielo que la sensatez ayude a un diálogo que evite una hoy muy posible guerra civil en la que todos, los extranjeros también, tenemos mucho más a perder que a ganar.

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