De verdad de verdad, no soy ni quiero ser un santo y, menos aún quiero que me ayude nadie para convertirme en santo.
Admiro mucho a los santos que, por ser santos, cuando alguien les roba el saco, les insulta en la cara o por la espalda, golpean a su madre o tiran de la casa a su hijo, aplaudiendo, dan las gracias.
Lamentablemente, lo siento mucho, pero no soy un santo, si alguien me roba, me insulta, ataca a los míos o me friega más de la cuenta, saco la vara y, con lo que puedo, además de defenderme procuro dar al otro un buen escarmiento para resarcirme y calmarme. No, no soy un santo, ni quiero tampoco que nadie pretenda hacerme santo.
Estoy seguro de que en el mundo ha habido y hay todavía muchos santos, incluso tengo un amigo que es un auténtico santo. Sin embargo, la mayor parte de las gentes que conozco, cuando alguien les toca lo suyo o a los suyos, se convierte en todo menos en santo o, pero aún, en un santo caído.
Claro que, para fabricar santos, para hacer de las personas normales buenos y grandes santos hay que ponerse al tajo. Es necesario molestar mucho, chinchar todo, insultar duro, robar que se note y perjudicar hasta el fondo. Todo ello requiere esfuerzo, dedicación y, en ocasiones, mucha constancia. No es fácil hacer de las gentes santos,
Por el trabajo que se toman, me asombran y me admiran quienes no siendo ellos santos se esfuerzan del todo para convertir a quienes no quieren serlo, en santos.
Se de un español sonriente, de un anciano cubano, de un enorme venezolano y de algunos otros, como el cocalero boliviano, que luego de insultar y molestar mucho para convertir a en santo a un tejano con rancho, se ofenden ellos y se enfadan mucho, porque el otro, que como yo, no es un santo, va y les dice que no les quiere ver en su casa, que no quiere comprarles nada, que de dinero y de bondad, para ellos, nada y que, si le siguen fastidiando va a terminar, él también, molestando de verdad, de verdad, al español, al cubano, al venezolano y, por supuesto, al ilustre boliviano.
Nota:
Dicen por ahí que hay muchas personas preocupadas y muy enfadadas en Bolivia porque el Presidente Bush, parece que molesto por el trato que, aunque sea para su bien, para convertirle en santo, le están dando, ha decidido que, para entrar en los Estados Unidos de Norteamérica los productos bolivianos ya no tienen las preferencias arancelarias que tenían antes, cuando los gobernantes bolivianos no se esforzaban tanto en hacerle santo.
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