La evolución de la crisis económica, además de dramática para millones de personas y para el conjunto de la sociedad nos está llevando a situaciones que se encuentran a medio camino entre el absurdo y el ridículo.
Hoy contaré lo que está pasando con las nuevas o reactivadas ordenanzas municipales que regulan las obligaciones de los perros, de los dueños de los perros, en buenas ciudades como la que yo vivo.
La necesidad de dinero que tiene el Ayuntamiento hace que los funcionarios y los políticos necesitados de dinero para hacer frente a los pagos de cada final de mes, tengan que exprimir al máximo sus cerebros para recaudar fondos. Y, claro, es normal, a veces a ellos, como a todos, se les ocurre alguna tontería.
Dado que el incremento de los impuestos no ha sido suficiente para atender las necesidades municipales, en las últimas semanas, el alcalde muy angustiado, ha buscado mucho y al fin ha encontrado, un depósito de acceso fácil, lleno de dinero.
El depósito al que me refiero son los perros, mejor dicho, los bolsillos de los ciudadanos que tienen perros. El acceso para llegar al dinero es un cúmulo de normas, metidas en ordenanzas, de complicado cumplimiento, que aseguran múltiples y sencillas sanciones que serán siempre de 300 €.
Como es natural, el alcalde que es listo, sabe que los dueños de los perros, de natural, no tienen ninguna gana de soltar su dinero, y ha tomado una drástica para garantizar el éxito: La Policía Municipal, eso.
En mi ciudad hay una disciplinada Policía Municipal que, por lo que sea, no hace nada que suponga algo próximo al riesgo, que es casi todo lo que una persona normal piensa que debería hacer la policía, como es el perseguir a los camellos, evitar los destrozos en árboles y en mobiliario municipal, buscar y detener a quienes pintan paredes, advertir y castigar a quienes beben o se drogan en cualquier sitio, menores y mayores de edad, o vigilar a los grupos de gentes que comen y dejan restos de los manjares, latas y botellas rotas en cualquier parte, y es real que tiene mucho tiempo, el alcalde, con buen criterio, ha decidido poner a la policía a ganarse el sueldo.
Realmente, si consigue su propósito, habrá que felicitar al alcalde, gracias a los perros va a lograr además de dinero, una actividad para que haga algo la policía municipal.
Bien es verdad que el alcalde de mi ciudad parece no recordar que la crisis es para todos y que los ciudadanos, ya bastante cargados, se pueden enfadar mucho y pueden hacer maldades.
Lo dueños de los perros pueden llevar a sus perros en manadas, a manifestarse un día sí y otro también, a las puertas del Ayuntamiento. Los dueños pueden recurrir sin parar las sanciones y hasta, si se enfurecen mucho, impugnar en los tribunales cualquier decisión municipal. Y, para colmo, puede ser que hasta se pueda ver en televisión o publicada en los periódicos, la noticia de algún juicio de faltas en el que se acusa y condena al dueño enloquecido de un can, porque ha dejado la marca de su mano o la huella de los dientes de su perro en la cara o en la pierna de algún diligente policía municipal.
Pero, cosas de perros, en mi ciudad, en las próximas elecciones, los dueños de los perros a este alcalde, salvo un milagro, no le van a votar y hasta es posible que el Nuevo Partido de los Perros, se presente y tenga suficientes votos para dejar a alguien sin sillón para ocupar.
Cúmulo de despropósitos, ¿Verdad?
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