miércoles, 6 de mayo de 2015
687.UNA APROXIMACIÓN AL CONFLICTO BOLIVIANO – CHILENO POR UNA SALIDA SOBERANA AL OCÉANO PACÍFICO (II)
Bolivia, sin cuestionar la vigencia del Tratado de 1904, nunca ha asumido
su mediterraneidad y el hecho de no tener salida al mar es para los bolivianos
una gran tragedia; por ello, durante todo el siglo XX han intentado y en una o
dos ocasiones casi conseguido, que Chile les cediese la ansiada salida soberana
al mar; finalmente, en 2013, Evo Morales, el Presidente de Bolivia y líder de un partido populista, impulsado por el sentir popular de los bolivianos, o
impulsando ese sentimiento popular, ha planteado una demanda
contra Chile ante la Corte Internacional de
Justicia de La Haya (TIJ) para obligar a ese país a “negociar de buena fe una
salida soberana al mar” y ahora, en
mayo de 2015, ambos países, están presentando sus alegaciones ante el TIJ.
Ante esta situación y porque no es posible predecir la
resolución que el Alto Tribunal emitirá pasados unos meses, entendemos que
sería importante para Bolivia, para Chile, para los ciudadanos de ambos países
y, sin duda alguna, para todos los americanos, aprovechar el tiempo que tardará
el Tribunal de La Haya para reflexionar
sobre los escenarios que pueden presentarse a corto plazo, dado que en todos
ellos hay elementos que, de no ser
tratados adecuadamente, pueden ser desencadenantes de nuevos dramas.
Dichos escenarios serían
básicamente dos. El primero responde a dos situaciones: que el TIJ acepte
su incompetencia como ha planteado
Chile
o que entrando en
el fondo de la cuestión, desestime la demanda de Bolivia. El segundo, que se dé la razón a Bolivia con un fallo que
inste a Chile a negociar con Bolivia una salida soberana al mar.
En el primer escenario el fallo de la Corte no sería aceptado por ni por el gobierno ni por el pueblo boliviano, los gobernantes
altiplánicos estimularían la tradicional animadversión hacia Chile y
buscarían nuevos caminos para obligar a ese país a ceder costa y territorio para la salida
soberna al mar. Por supuesto, aunque afirmen lo contrario, el uso de la
coacción y de la violencia, no es ajeno a la tradición boliviana
ni a los modos de proceder de sus dirigentes.
Evidentemente, para Chile este fallo, en principio sería un gran éxito
por cuanto añadiría una razón adicional para negarse a ceder costa y territorio a
Bolivia y reforzaría su imagen de país democrático respetuoso con
las leyes y tratados internacionales; pero, y esto no es deseable, tendría todo
tipo de problemas con Bolivia, incluido el coste de incrementar la seguridad de sus fronteras.
Es decir, para el caso de que se diera
era este escenario, por el bien de todos, más valdría que fuéramos ya pensando
en buscar alternativas imaginativas no solo para evitar males mayores sino para
transformar lo que es hoy un problema en una oportunidad para el mañana.
El segundo escenario, un fallo que atendiendo la demanda boliviana de que
se entablen negociaciones “de buena fe” para dar a Bolivia una salida soberana
al Océano Pacífico, en principio sería considerado por este país y sus
ciudadanos un enorme éxito y un paso de gigante para “volver al mar”; y sería,
también en principio, para Chile una
gran derrota en lo que entiende que es
su derecho a la integridad de su territorio.
Pero, el problema vendría después, desde ya se puede prever con seguridad
que las aspiraciones bolivianas, sean estas las que sean, parecerán excesivas a
los chilenos y todo lo que estos planteen parecerá demasiado poco a los
bolivianos. Y eso sin tener en cuenta ni las actitudes de unos y otros ni las
previsibles y fundadas resistencias de
Perú a aceptar que se negocie con lo que fueron sus territorios sin obtener
algunas ventajas.
Por ello, y aunque tanto Bolivia como Chile, intentasen avanzar en una “negociación de buena fe”, la
probabilidad de que lleguen a un acuerdo, en mi opinión, es muy pequeña y,
lo que es peor, pasado un tiempo no demasiado largo, la situación sería tan
mala o incluso peor que si no se hubiera
producido negociación alguna.
En consecuencia, como en el caso anterior, por si se produjera este escenario, por el
bien de todos, más valdría que fuéramos ya pensando en buscar alternativas
imaginativas, no solo para evitar males
mayores sino para transformar lo que es hoy un problema en una
oportunidad para el mañana.
Lo triste de todo es que, tal y como están los ánimos y a pesar de lo dicho,
muy probablemente Bolivia seguirá en la tragedia de no tener el acceso soberano al mar y Chile tendrá que continuar
padeciendo, ciento diez años más tarde, las
muy malas consecuencias colaterales de un
conflicto bélico que, en su
momento, no fue bien cerrado.
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