Ayer,
24 de mayo de 2015, En España se celebraron elecciones y su resultado ha sido
un cambio absoluto en el poder autonómico y municipal.
En una
primera aproximación, decir que los partidos
tradicionales, Popular y Socialista se han dado un batacazo. Muchos de los
ciudadanos que les han votado durante años han optado por los nuevos partidos,
Podemos y Ciudadanos.
En una
segunda aproximación, resaltar que, en España, hemos pasado de “ser de derechas” a “ser de
izquierdas”, que el Partido Popular ha dado paso a la suma del Partido Socialista y Podemos; y que ha
irrumpido con fuerza Ciudadanos, un partido nuevo que está en el centro del
panorama político y con el que unos y otros han de contar.
En una
tercera aproximación, siendo ciertas las
anteriores, en mi opinión, la realidad es que en España y en los españoles, no
ha cambiado nada: como siempre ha sucedido, los ciudadanos han votado las ofertas electorales
que, porque ofrecen cercanía a la realidad social, honestidad y soluciones a
los problemas de la gente, merecen ser votadas y que las opciones donde parece campar la soberbia, la corrupción
y las medias verdades, han sido
castigadas.
El
Partido Socialista está demasiado marcado por los desastres de la etapa del
Presidente Rodríguez Zapatero. El Partido Popular que, hace cuatro años tuvo extraordinarias mayorías, ha
gobernado con prepotente soberbia, ha
incumplido sus compromisos con los electores, ha estado enfangado en corrupción e incluso, aunque ha conseguido que la economía
española supere la crisis, ha sido incapaz de que la mejoría económica sea
percibida y aceptada como un éxito de todos y no como el sacrificio de los más
débiles a favor de unos pocos.
Ahora, el
panorama político es y será complicado, gobernaran coaliciones de izquierdas en
la mayor parte de las comunidades autónomas y en muchos ayuntamientos, pero no será
sencillo que consigan grandes éxitos, los problemas son enormes, los recursos pocos y el poder del Estado, al menos hasta
las Elecciones Generales, seguirá en manos del Partido Popular.
Y, el
Partido Popular, salvo el milagro imposible de que sus dirigentes abandonen la
soberbia y en muy poco tiempo renueven, con líderes nuevos y sin mancha, su oferta a los ciudadanos, lo normal es que
pase a vivir en la oposición una muy larga temporada.
Evidentemente,
las consecuencias de las elecciones de ayer, por el momento serán pocas, tendremos
que esperar, para gozarlas o sufrirlas, a
que dentro de unos meses las Elecciones Generales decidan si vamos a ser
gobernados por líderes de extrema izquierda, moderados de izquierda o si el
poder se va a compartir también con
líderes de una nueva y sensata derecha.
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