En el
mundo antiguo, cuando todo era estable, cuando todo lo que ocurría era
previsible, cuando apenas existían cambios y eran muy lentos, cuando la
experiencia del pasado permitía encontrar soluciones a todos los problemas,
eran máximas de común aceptación expresiones como el tiempo todo lo resuelve, el que resiste gana, nunca legislar en caliente, más vale lo
conocido que lo por conocer, si algo funciona no lo cambies, y, hasta es
posible que quienes pensaban, pronunciaban o escuchaban esas frases tuvieran razón, aunque tengo mucha
dudas.
Las
sociedades del siglo XXI viven en el centro de un gigantesco tornado en el que los cambios en las ideas, en la mentalidad y en todo lo que nos rodea, se produce en mil
direcciones, previsibles e imprevisibles, facilitadoras del bienestar o
impulsoras de la pobreza, conocidas
unas y desconocidas otras; en suma, vivimos en un mundo nunca conocido y, esto es lo peor, que no
deja de cambiar a toda prisa.
Por
ello, parece evidente a los ojos de
cualquier persona que piense un poco, que para supervivir y tener éxito (el
concepto de éxito tiene ahora mil nuevas facetas), es preciso cambiar y cambiar tantas
veces y tan deprisa como lo exijan las circunstancias.
Por ello,
al igual que en la época, no tan lejana, en que gobernaba en España el Sr. Rodríguez
Zapatero, me asombra y horroriza ver que, como lo hacían los dirigentes socialistas,
hoy los políticos populares se mantienen
quietos, callados y muy obedientes, viendo cómo su líder, el Sr. Rajoy, se mantiene
sin cambiar, haciendo nada para adaptarse a los cambios en el entorno y en las demandas
de los ciudadanos.
Las consecuencias
de la contumacia del Sr. Rodríguez la estamos pagando, además de los socialistas
que tienen su partido hecho unos zorros, todos los españoles. Los resultados de la resistencia
al cambio del Sr. Rajoy dejará su partido peor que destrozado y, evidentemente,
todos los españoles sufriremos por ello y no poco.
Es verdad
que si el líder no quiere cambiar no cambia. Pero también es verdad que, por lo que sea, mantenerse
junto a ese líder es, además de tontos, suicida.
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