Ayer, muy cerca de la media noche, Olivia, luego de
pensarlo muy despacio, se decidió a nacer.
Hoy, hace un rato, la he visto y la he tocado, es una niña
preciosa, blanquita, suave, algo sonrosada, tiene el pelo negro, apenas se
mueve, está calladita y tiene los ojos cerrados, ha dejado el
cálido hogar donde ha vivido desde que era nada y se
está adaptando al mundo en que ha de crecer y hacerse mujer.
Olivia, mi nieta, anoche y esta mañana, me ha llenado de alegría y, sobre todo de ilusión y de paz.
Para mí, como para todos los padres, los embarazos y después los partos de mis hijas son un trago
muy áspero que dura larguísimos meses, por
ello, sobre todo al final, mi alma se acaba llenando de todo menos de tranquilidad.
Pero, ¡cuánta fortuna!, Olivia,
anoche cuando nació y, al verla, esta mañana,
para mí, su abuelo, ha hecho su primer milagro
de mujer: mis grandes miedos y mis pequeños
temores han desaparecido y en mi
alma solo quedan pensamientos de alegría, ilusión, esperanza y mucha paz.
Dando las gracias a Victoria, mi hija, y a Julián, mi yerno,
por ser los padres de Olivia, pido para mi
nieta al Cielo, que tenga una vida rica, llena de ilusiones, desafíos, esfuerzo, pasión
y, sobre todo, de paz y amor.
No hay comentarios:
Publicar un comentario