La
verdad es que Alemania y los alemanes tienen, cosas muy buenas, otras menos
buenas y algunas detestables y, entre estas, para mí la más desagradable, es la
prepotente soberbia con que, olvidando sus vigas, exigen al resto de los europeos obediencia absoluta
y profundo respeto.
No, no
iré a la historia, que siendo de ayer, es casi antigua. No, no me refiero a lo que hicieron los alemanes antes de que yo naciera ni a lo que estaban
haciendo, yo era niño, cuando practicaron el holocausto. No, no iré a las
barbaridades de que fueron capaces cuando votaron a Hitler y le siguieron hasta que los norteamericanos, los rusos y los
ingleses le expulsaron del poder por la
fuerza.
Me
refiero a lo que sucede ahora, en el siglo XXI, cuando sin pudor alguno, los
alemanes, en su prepotencia y con sus comportamientos, están poniendo todos los
medios para que los ciudadanos europeos comencemos a pensar que quizá fuera
mejor una Europa sin ellos.
Dejando
en el olvido las artimañas que están usando los alemanes para que sus cajas de ahorros
sigan siendo casi opacas y queden fuera del control de las autoridades
monetarias europeas, pongo cuatro ejemplos de lo que están haciendo algunos “seres superiores” y “admirables alemanes”: Lufthansa, la gran compañía aérea alemana, hace unos meses explicó al mundo
como se incumplen todas las normas y se
lleva a la muerte un avión con sus viajeros dentro; la farmacéutica Grünenthal GmbH, también meses, en los tribunales, se ha seguido negando, mira que han pasado años, a
indemnizar en España, como lo había
hecho en Alemania, a quienes, está probado, provocó, con sus fármacos, la talidomina; la palabra Siemens, el nombre de la gran empresa alemana, hoy por hoy, sigue asociado a la palabra convoluto; y ahora, ayer, las autoridades norteamericanos han descubierto a Volkswagen, no solo quebrantando la
ley sino haciéndolo con la mayor de las malicias.
Realmente estoy muy enfadado por los muy malos comportamientos de los alemanes que incumplen las
leyes y con los de aquellos otros alemanes
que sintiéndose “superiores”, sin ver en sus ojos la propia viga, se comportan
como “arios” renacidos.
Pero, a pesar de todo, sigo pensando que Alemania y los alemanes,
porque tienen muchas cosas muy buenas es posible que ahora, gracias a los norteamericanos que han descubierto
a Volkswagen haciendo el golfo, reflexionen,
tomen medidas, dejen atrás su prepotencia, cumplan las leyes y, de verdad, cambien.
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