Todavía
emocionado por la venida ayer de los Reyes Magos, escribo estas líneas para
no olvidar esta maravillosa visita de
Melchor, Gaspar y Baltasar a mi
casa y, seguro, a muchas casas de España.
Como
este año, desde que alcanza mi memoria, primero en casa de mis padres y más
tarde en la mía, todos los años, sin
faltar ninguno, aprovechando la noche, cuando estábamos dormidos, uno, dos o los tres Reyes Magos, sin
hacer ruido, han entrado en casa, han entrado en el salón y con la luz del árbol, primero han mirado el Nacimiento y luego nuestros muy limpios zapatos, luego han sacado de sus sacos los regalos y
han puesto, con mucho amor, a
cada los suyos, sin equivocarse nunca, junto a
cada zapato; luego, estoy seguro, para descansar un poco, se han sentado
en los sillones grandes, han comido unas
figuritas de mazapán, y un poco de turrón, se han bebido las copas que les
habíamos preparado antes de irnos a la cama y, más tarde, ya repuestos, se han
marchado, para seguir dejando regalos, a otras casas.
Sí,
a mi casa ayer, como todos los años, han venido los Reyes Magos. Son tan buenos
los Reyes Magos que incluso los años en que estaba solo, lejos de casa, cada
Noche de Reyes yo ponía mi zapato y, por
la mañana, siempre tenía algún regalo.
Que
¿qué me han traído los Reyes Magos?
Cosas,
algunas cosas: Me han traído cosas
útiles o inútiles, muchas o pocas cosas,
cosas valiosas o que valen nada, pero absolutamente todas,
como siempre, están impregnadas de ese maravilloso e inaprensible aroma que
es el amor.
Y,
junto a las cosas, envolviendo las cosas
los Reyes Magos, me han traído otro regalo de inmenso valor: La ilusión
de ser niño, la alegría de sentir el
amor de
mi familia, de mis padres, de mi
mujer, de mis hijos, de mis nietos,
de todos los niños del mundo y de
quienes, teniendo años, con los Reyes Magos, se han sentido niños.
Sí, a
mi casa y a muchas casas ayer, porque creemos
en ellos, han venido los Reyes Magos y, estoy seguro,
volverán a venir, Melchor y Gaspar en sus caballos y Baltasar en su camello, el próximo año.
Realmente,
me da mucha pena que haya casas que, porque no creen en los Reyes Magos, los
padres tengan ir a la tienda, comprar regalos
y
ponerlos en los zapatos de sus hijos, como si fueran ellos los Reyes Magos.
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