Con amargura, veo a mí alrededor la cristiano
fobia fundamentalista con que actúa el segmento más radical del
populismo español, renacen en mi
memoria pensamientos olvidados y mi alma se llena de espanto; el fanatismo que al principio es la llama de una cerilla, en muy poco tiempo, si se
alimenta el fuego, se convierte en una
gran hoguera en la que se quema todo lo
que es paz y libertad.
Cuando leí, hace bastantes años, creo que en 1970, A qué
Llamamos España, quizá por tardía, una de las más hermosas obras de Don Pedro Laín Entralgo, acepté por su lógica,
que los españoles podíamos ser clasificados en cuatro grupos, los dos más
numerosos fanatizados y muy alejados
entre sí, eran los ultra católicos por
un lado y los ultra progresistas por el
otro; en el centro, otros dos grupos,
mucho más reducidos, capaces de
interponerse entre los extremistas, dialogar
y llegar a acuerdos positivos y útiles para
todos, los católicos liberales y los liberales progresistas.
Pasados los años, tras el gran éxito de la Transición, como
tantos españoles orgulloso por el desarrollo económico y social de España y por haber
contribuido a hacer de nuestra patria
una gran nación, una de las más ricas, educadas
e influyentes del mundo, poco a poco llegué a pensar que aunque
estuviera vigente la clasificación de Don Pedro, ahora, para bien de todos, los
fanáticos ultra católicos y los fanáticos ultra progresistas era apenas un residuo
del pasado y que los liberales,
católicos y progresistas, éramos la inmensa mayoría de los españoles; tan es
así que las diferencias entre los partidos que nos han gobernado durante
cuarenta años, PSOE y PP, en mi opinión, por lógica, eran irrelevantes.
Pues bien, ahora, cuando veo en los líderes de los partidos populistas,
nacidos de la crisis y
fortalecidos por la gestión que se ha hecho de esta, comportamientos claramente cristiano fóbicos, me entran los escalofríos; porque el fanatismo inevitablemente genera fanatismo,
el crecimiento y la intensidad el
fanatismo ultra católico pueden acelerarse
y ello puede ser espantoso, sobre todo,
porque cuando la sociedad se fanatiza los que están en el centro tienden a
comprender, los católicos liberales (aunque no sean católicos) y los liberales progresistas
(que pueden ser católicos), a los ultra católicos por un lado y a los ultra
progresistas por el otro y, lamentablemente, eso puede hacer muy difícil y hasta imposible, el dialogo y los acuerdos necesarios
para que la sociedad se mantenga en
paz y en libertad.
Hoy, pasadas las Navidades, llamadas por los ultra progresistas, fiestas del Solsticio de Invierno, y habiendo
regresado a Oriente los Reyes Magos, o Las Magas, como dicen los fanáticos
que detestan a reyes y a magos, me he puesto de nuevo a pensar e incluso
a rezar, para que quienes aspiran a gobernarnos (en España desde el 20 de
diciembre tenemos un gobierno en funciones), sean gentes de bien, liberales
católicos o progresistas liberales, que dialogando y llegando a acuerdos, eviten que los ultra católicos y ultra progresistas de nuestro
tiempo, como lo hicieron en el pasado, nos arrebaten por mucho tiempo la paz y la
libertad, esos bienes maravillosos que, como la salud, solo apreciamos cuando están
en peligro o han desaparecido.
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