sábado, 26 de septiembre de 2020

885. DE LA NUEVA NORMALIDAD 29

 

DE LAS UCRONÍAS 

 

En la intranquila soledad que nos regala el anunciado y virulento retorno de la pandemia, viviendo en la incertidumbre los grandes cambios que llegan, mis pensamientos fluyen como un torrente, en una mezcla de sorpresa, temor y  esperanza, para, con mi asombro, incitarme a buscar certezas y, apoyándome  en ellas, borrar mis miedos y abandonar la tentación de esconderme entre mis sueños.  

Y, en una esquina de mi mente, al final de una ramita del gran árbol que envuelve mis tinieblas, para animarme, se encienden unas pequeñas luces extrañas; son las ucronías que brillan, esas historias de lo que pudo suceder y que, por  la voluntad humana o el devenir del destino, se quedaron en nada.

Y, al escribir esto, mi rostro se llena con una sonrisa: aunque lo intentemos  con todas nuestra fuerzas, aunque pongamos nuestra vida en ello, es imposible reescribir la Historia, a lo más que podemos llegar es a imaginar y  escribir una nueva ucronía: ni Robert  Silverberg pudo salvar la caída de Roma, ni  Harry Turtledove hacer de Inglaterra tierra de España, ni, pensando en el ahora,  nuestros socialistas borrar a Franco, ni nosotros retroceder lustros en el tiempo para recuperar lo que pudo ser un gran amor.

La Historia es lo que ha sido y estoy convencido de que, aunque los cambios de época, como con razón me recuerda ese hombre excepcional que es mi amigo don Santiago Gil Casares, suelen estar trufados de grandes desastres y terribles desgracias, esos dolores solo son el anuncio del difícil parto (a veces desesperadamente largo), del nacimiento de una otra etapa de progreso y bienestar para los hombres y para la sociedad.

Claro que, lo escribo con el sueño de no estar creando mi propia ucronía, vienen tiempos difíciles, y eso es así porque en los momentos cumbres de la gran historia y en las pequeñas historias de los hombres comunes, siempre hay,  al menos, dos bandos, normalmente  de hombres decididos, muy decididos,  y del todo  enfrentados  que tratan de imponer y arrastrar a la sociedad, para imponer, cada uno la suya, muy diferentes visiones del futuro, de las que, al final una será realidad y la otra ucronía.

Y sí, viene un tiempo que el que, como siempre, los hombres, dormidos en el bienestar que da un largo tiempo de paz, para evitar ser arrastrados a la muerte y su existencia borrada del recuerdo colectivo, tienen que despertar y luchar, luchar no solo con las palabras, sino con todas las armas, para no desaparecer.

Pues bien, en el mundo de hoy, en la España de hoy, un soñador, decidido y muy osado grupo de hombres está tratando de reescribir la Historia y hacer realidad, usando todos los medios, lo que hace ochenta años se convirtió en ucronía. Y, pienso que, porque en los genes de los hombres está escrito el instinto de supervivencia, (¡dejarse matar quita la oportunidad de vivir a la propia descendencia!), al final, al final, con gran pesar, el “bando” al que pertenezco, antes de desaparecer, habrá de luchar y ganar.

 

Nota:

Para quienes gusten disfrutar la lectura de ucronías, decir que a mi me ha interesado mucho la lectura de Roma eterna de Robert Silverberg; Britania conquistada de Harry Turtledove; Danza de tinieblas de  Eduardo Vaquerizo; El hombre en el castillo - Philip K. Dick; Lo que el tiempo se llevó Ward Moore y Ucronía. La utopía en la historia de Charles Renouvier.

 


 

2 comentarios:

Fermín dijo...

Me ha gustado mucho el artículo. Efectivamente la historia es la que es, no se puede cambiar y menos por decreto ley.

JOSE LUIS MINGO dijo...

Una persona muy próxima, de gran inteligencia, y a la que quiero mucho, comentando esta entrada, me dice: “no hay que tener miedo a la pandemia, ya que solo adelanta la muerte unos pocos meses al uno por mil de la población. tampoco hay que tener miedo a la situación política ya que el poder real lo tiene el Rey que es el jefe del ejército y el responsable de mantener la construcción. Por muy malos gobiernos como este de Pedro y Pablo, solo pueden arruinar el país durante cuatro años, después los españoles elegirán otro mejor”

Quiera Dios que, dentro de lo malo que es quedar arruinados, acierte.