El sábado pasado el Real Madrid ganó, frente al
Liverpool, su décimo cuarta Copa de Europa, en un partido celebrado en Paris
Y, como tantas veces, algunas por sorpresa, desde la
Grande Francia, no podemos quejarnos, hemos de decir, que se dan lecciones desde
Paris.
Sí, al menos dos lecciones, una el desastre de la
organización y la ineficiencia de los servicios de seguridad franceses; y la
otra, sobre la importancia de la voluntad de victoria para alcanzar el triunfo,
del Real Madrid.
Francia, los franceses, aprovechando la final de la Champions
League, han mostrado al mundo que su sociedad padece un mal cáncer: miles,
acaso millones, de jóvenes, quizá también de adultos, nacidos en familias de
inmigrantes magrebíes que, conservando algunas tradiciones de la cultura
islámica de sus antepasados, no se han adaptado a lo que se supone es el “ser
franceses”, generan grandes problemas de convivencia, cuestan una inmensa cantidad de dinero y,
evidentemente, muestran la realidad de un grave peligro para la misma Francia y,
a largo plazo, también para el resto de Europa.
El Real Madrid, aprovechando también la final de la
Copa de Europa, ha mostrado al mundo que, para conseguir el éxito, para alcanzar
la victoria, no existe arma más poderosa que la voluntad de victoria, la
convicción absoluta de que, independientemente de los obstáculos y sean las que
sean las dificultades, se va a ganar el desafío, el trofeo, la batalla, la
guerra, en que cada uno se embarque.
Y aquí, en Madrid, escuchando las lecciones que nos
llegan desde Paris, me pregunto, con cierta tristeza, primero si no estamos en camino
de tener muy pronto en España el mismo cáncer que tienen en Francia con los no
integrados descendientes de inmigrantes magrebíes; y segundo, me digo, ahora
con alegría, que sí, porque lo tenemos en los genes, que no hay ninguna duda, es seguro que la voluntad de victoria del Real
Madrid, aunque cueste un tiempo y algún esfuerzo, se contagiará entre los jóvenes
españoles y que, pase lo que pase, sean
los que sean los obstáculos, construirán un mundo mejor.
Sí, ha sido una gran fortuna que la final de la Copa
de Europa fuera en Francia y que se den lecciones desde Paris.