El doctor
Sánchez, en su narcisismo, ambición y soberbia, forzando aviesamente la Constitución
y traspasando todos los límites éticos, ha sumido nuestro país, España, y a los
españoles, en una terrible crisis que, de no contenerla, nos lleva inexorablemente
a vivir una nueva tragedia: la muerte de la Constitución, la fragmentación
del país y, lo que es peor, a la pérdida de la libertad y a una nueva dictadura.
Y no, el
doctor Sánchez en absoluto ha cedido, para ser presidente del Gobierno del Reino
de España, a las exigencias de sus aliados comunistas o de los independentistas
catalanes y, es evidente, cederá en cuanto lo necesite, a la demanda de
amnistía para los asesinos de ETA que pedirán en un futuro próximo sus socios vascos.
No, el
doctor Sánchez no aspira a vivir cuatro años, de prestado, en el Palacio de la
Moncloa: él aspira, porque quiere y, en su psicopatía, lo merece, ser presidente
Vitalicio de la III República Española.
Así pues, si
los españoles que no queremos ver viviendo en el Palacio Real al doctor Sánchez,
a ese doctor que, engañando como suele, es doctor porque plagió su tesis
doctoral, algo tenemos que hacer para evitarlo.
Y no es bastante
protestar con quejas y palabras o acallar nuestras conciencias haciendo algo,
sin arriesgarnos, para justificarnos en el futuro ante nosotros mismos y ante
nuestros hijos por haber dejado morir, a manos de un psicópata, la última de
las Españas.
Pero ¿qué
hacer? Aunque lo he pensado mucho y solo soy un viejo al que se le ocurren
pocas cosas, tengo muy claro que hay que asumir riesgos, riesgos personales, y
poner en marcha acciones, todas elementales
que son mi contribución y que enunciaré a continuación aun sabiendo que pueden ser
peores que las que deben existir en las cabezas de los líderes sociales, de los
partidos políticos o del Rey.
Mis
medidas: criticar con énfasis, en público y en privado, permanentemente al
doctor Sánchez y a sus aliados; asistir a todos los actos públicos que sean convocados
contra el doctor y sus aliados; impulsar que desde el Senado y desde los
parlamentos de las comunidades autónomas gobernadas por el
Partido Popular y Vox se ponga en marcha una campaña de envío de millones de
cartas al Parlamento y a la Comisión Europea y otra de desobediencia civil contra
el gobierno del doctor Sánchez.
Y, para terminar,
lo más importante: el Rey. Para nuestra desgracia, Felipe V estando muy cerca
de perder la Corona está en la tesitura de tener que optar entre las distintas
interpretaciones posibles sobre las facultades,
o los poderes, que le otorga la Constitución, que solo son dos: la primera poner pie en pared y decir ¡se acabó!, y
hacer algo así como enviar al doctor desde el palacio de la Zarzuela a la cárcel
de Alcalá Meco y nombrar un sustituto, convocar nuevas elecciones sin el mentiroso
plagiario, o algo más o menos parecido; esta opción tiene riesgos, seguro, pero
Él sabrá si debe y quiere asumirlos. Otra opción que tiene Don Felipe es aceptar
lo que quieren el doctor Sánchez y sus acólitos y no hacer nada, es decir, ganar
tiempo para ver qué pasa mañana. En todo caso los españoles tenemos derecho a pedir
al rey que lo haga bien, de no hacerlo, es seguro que, hablando por todos, su padre,
será su padre, al recibirlo en el exilio, le diga la frase terrible de la
sultana Aixa, a Boabdil el Chico: llora como mujer lo que no supiste defender
como hombre.
1 comentario:
Estoy totalmente de acuerdo con tu análisis de la situación crítica a la que nos conduce este político y sus militantes afines del PSOE.
Sin embargo, no creo que el Rey Felipe VI deba inmiscuirse políticamente en la solución, lo que serviría de base a la justificación de la acción que pretende llevar a cabo el felón.
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