PRIMERA ESCENA
Encerrado con los suyos, Ña su enamorada,
las tres arpías, Tula, Miocardia y
Maldad; Juco, el fullero bien peinado; Casca, el antes digno juez; y Judas, su casi amigo; salteadores
todos; en el mugriento contubernio escondido en los jardines de Palacio, don Narciso,
el capo, se mira en la luna, el espejo de plata, su mejor convoluto, y respira;
se reconoce, es bello, es el más hermoso; se mueve elegante y ladra: woof, bow wow, ruff; los demás se miran y lo admiran, no lo
entienden. Don Narciso lo comprende, son incultos, y repite, ahora más claro: guau,
guau, guau, guau, guau.
Juco, el
fullero, por no molestar, despeinado,
mira de reojo al capo y, cauteloso habla: me permites don Narciso, ¡qué bien lo
dices mi capo!, son troleros que van a por ti, y, de paso, si no corremos, nos
corren.
Tula, la
arpía alta y más rubia, salta, toma aire, e indignada, grita: ‘que qui e ren
qui, qui, tar, tarnos el pu esto, y, y, la pasta!
La otra
arpía, Miocardia, la morena, curandera y salada, muy seria, objeta: que no
“queridita”, que yo soy la que consigue y tiene bien guardados los dineros, eso
que tu llamas la pasta.
Casca, el
juez antes digno se mueve en la silla,
y, mirando el reloj, se queda muy quieto: ¡voy a llegar tarde a mi cita! ¡Ah,
si yo fuera el capo, es tan guapo!
Judas,
serio y callado, piensa que va siendo hora, ¡es cosa de precio!, de llamarse Pepero o Lisardo.
La bruja
fea, la más arpía, se hace invisible, se sube en la escoba, ¡cómo vuela!, llega
al techo, da un paseo, recita venenos, lucubrando maldades, sí, sí, no, no, no,
sí, sí, ennegrece la boca y, mirando al capo, ¡qué bello!, calla y espera.
Ña, la enamorada,
se mueve, ¡lista y sinuosa!, se acerca a don Narciso y, muy bajito, al oído, le
reza: ¡qué bien ladras mi amor, y, ver qué haces corazón, ya sabes que cuido la
bolsa, llevo las cuentas, soy insaciable, agarro todo y lo guardo para los dos!
Woof, bow
wow, ruff, ¡trump, trump!, woof, bow wow, ruff, ladra don Narciso, y, al ver
los rostros de los suyos, ¡no saben inglés!, rectifica y continúa: Guau, guau, guau, guau, guau, ¡triunfo, triunfo!, guau, guau,
guau, guau, guau, guau, guau, guau, guau, guau, guau, guau, guau, guau, ¡triunfo,
triunfo!, guau, guau.
¡Qué listo
eres don Narciso, eres el más listo don Narciso, eres un dios!, cantan las tres
arpías al unísono.
¡Si se
muriera la Ña sería mío!, sonriendo, piensa el Casca sin pudor.
¡Menos
mal que lo ha dicho, si me descuido un poco me caza el muy felón!, piensa el Judas
y, sonriendo añade: ¡Don Narciso, a por ellos, mí señor!
¡Me pongo
a la labor, mi capo!, salta el Juco, sin querer ya se ha peinado de primor.
¡Así me
gusta mi amor, eres mi Narciso, por eso te elegí yo!, llora y ríe de alegría la
dulce Ña.
El capo,
con gesto displicente, señala la puerta y todos salen, sin excepción.
Ya solo, don
Narciso se vuelve a la luna, el espejo de plata, ensaya un gesto y con orgullo y
valor, se dice: qué guapo soy, volvamos a Palacio, en un ratito me pongo un
traje limpio, salgo y digo la verdad o miento, con la gente da lo mismo, en mí televisión.
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