miércoles, 24 de octubre de 2012

470. PIDO PERDÓN POR HABER DIFUNDIDO UN MENSAJE FALSO A TRAVÉS DE MI CORREO ELECTRÓNICO






Hace  tres días Antonio,  buen amigo y  gran arquitecto, me envió un mensaje pidiéndome que difundiese la petición de una familia que necesitaba auxilio para ayudar a uno de sus miembros que padecía la enfermedad de “FOP”. La verdad es que no hice ningún caso, olvidé el tema y envié el correo a la papelera.

Un día después, también en mi correo,  recibí la misma petición, esta vez  de otro amigo, José María, hombre culto e ilustre sociólogo. Esta vez   casi me sentí mal mientras enviaba  el texto  a la papelera.

Horas más tarde, desde su correo personal, otro amigo, Francisco Javier, que es además,  de Ingeniero de Caminos, una de las personas con mayor capacidad de liderazgo que he conocido a lo largo de mi vida, me enviaba la misma  petición de ayuda para los aquejados de la enfermedad de “FOP”.

No me pude resistir, pinché en  “reenviar”,  añadía en “copia oculta”  toda  mi libreta de direcciones y respiré con la sensación de haber hecho mi obra buena del día. Sin embargo me duró muy poco tiempo la alegría: Gmail me advertía que solo se pueden enviar simultáneamente correos a 500 direcciones y, para mal en este caso, mi libreta es bastante más larga. Mi gozo en un pozo.

Por supuesto, aunque pensé en olvidarme del tema y dejar a otros la tarea de ayudar a los enfermos de “FOP”, me sentí incapaz  de obrar de ese modo: Volví a pinchar en reenviar y  en la libreta de direcciones fui seleccionando, uno  por uno, los nombres de algo más de cuatrocientas  personas que me honran con su amistad. Luego pulsé en “enviar” y esta vez sí, salieron los cientos de correos para ser leídos probablemente en más de  sesenta países dispersos por el ancho mundo. Estaba seguro de haber contribuido y mucho,  a hacer el bien.

Ayer por la mañana, entre una nube de  amables  y  afectuosas respuestas al correo que había enviado la noche anterior, la  docena de informes sobre correos fallidos y  la notificación automática de que tres de mis amigas estaban fuera del despacho, me encontré con que Victoria, ¡Gracias Vctoria!,  con  el  mismo enorme  encanto y saber decir que tanto me agradó el primer día que la conocí, hace ya unos cuantos años, sentada en la segunda fila de un aula de la Facultad de Ciencias de la Información, me comunicaba que había enviado “lo que llaman una cibertrola”  a través del correo electrónico.

Apenas unos segundos después de leer el correo de Victoria, aún no repuesto del sopapo, abro el correo de Gonzalo, ¡qué bondadoso eres conmigo Gonzalo!, en el que  me  explica que él  ya ha experimentado lo que yo estoy viviendo ahora y, no conforme con eso me da la solución que ahora  yo ofrezco a  mis amigas y a mis amigos todos, con las mismas  palabras  de Gonzalo: “cuando tengo alguna duda cojo parte del texto y lo busco en Google y antepongo la palabra hoax (bulo). Por supuesto, Gonzalo lo ha hecho con el “FOP”  y  ha confirmado, como yo también lo he hecho,  que es falso.

No hace falta comentar el daño que se puede hacer a muchas personas con la difusión de mensajes falsos. Basta imaginar  lo que les  hubiera ocurrido a los usuarios de que los números de los teléfonos que aparecen en el mensaje de “FOP”  si estos, en lugar de inexistentes, hubieran sido números activos. O el colapso del correo electrónico de la víctima de la  agresión involuntaria de personas compasivas que están tratando de ayudar a alguien…

Por todo lo anterior, y aunque  he escrito mucho, sirva esta página para pedir perdón a todas mis amigas y a todos mis amigos por las indudables molestias que les he causado al haber difundido un mensaje falso a través de mi correo electrónico. Lo siento mucho, por favor, ¡Perdonadme!

1 comentario:

Anónimo dijo...

Querido José Luis:

Me sonrojo y te agradezco tus exageradas palabras.
Me limito a intentar corresponder -aunque sea mínimamente- a la inmensa generosidad que me has demostrado desde que tengo la gran suerte de conocerte.

Un fuerte abrazo,
Gonzalo España