Hace tres
días Antonio, buen amigo y gran arquitecto, me envió un mensaje
pidiéndome que difundiese la petición de una familia que necesitaba auxilio para
ayudar a uno de sus miembros que padecía la enfermedad de “FOP”. La verdad es
que no hice ningún caso, olvidé el tema y envié el correo a la papelera.
Un día después, también en mi correo, recibí la misma petición, esta vez de otro amigo, José María, hombre culto e
ilustre sociólogo. Esta vez casi me sentí mal mientras enviaba el texto a la papelera.
Horas más tarde, desde su correo personal, otro
amigo, Francisco Javier, que es además, de Ingeniero
de Caminos, una de las personas con mayor capacidad de liderazgo que he
conocido a lo largo de mi vida, me enviaba la misma petición de ayuda para los aquejados de la
enfermedad de “FOP”.
No me pude resistir, pinché en “reenviar”, añadía en “copia oculta” toda mi
libreta de direcciones y respiré con la sensación de haber hecho mi obra buena
del día. Sin embargo me duró muy poco tiempo la alegría: Gmail me advertía que
solo se pueden enviar simultáneamente correos a 500 direcciones y, para mal en
este caso, mi libreta es bastante más larga. Mi gozo en un pozo.
Por supuesto, aunque pensé en olvidarme del tema y
dejar a otros la tarea de ayudar a los enfermos de “FOP”, me sentí incapaz de obrar de ese modo: Volví a pinchar en
reenviar y en la libreta de direcciones fui
seleccionando, uno por uno, los nombres
de algo más de cuatrocientas personas que
me honran con su amistad. Luego pulsé en “enviar” y esta vez sí, salieron los
cientos de correos para ser leídos probablemente en más de sesenta países dispersos por el ancho mundo. Estaba
seguro de haber contribuido y mucho, a
hacer el bien.
Ayer por la mañana, entre una nube de amables y
afectuosas respuestas al correo que había enviado la noche anterior, la docena de informes sobre correos fallidos
y la notificación automática de que tres
de mis amigas estaban fuera del despacho, me encontré con que Victoria, ¡Gracias Vctoria!, con el mismo enorme encanto y saber decir que tanto me agradó el
primer día que la conocí, hace ya unos cuantos años, sentada en la segunda fila
de un aula de la Facultad
de Ciencias de la
Información, me comunicaba que había enviado “lo que llaman una cibertrola” a través del correo electrónico.
Apenas unos segundos después de leer el correo de
Victoria, aún no repuesto del sopapo, abro el correo de Gonzalo, ¡qué bondadoso
eres conmigo Gonzalo!, en el que me explica que él ya ha experimentado lo que yo estoy viviendo
ahora y, no conforme con eso me da la solución que ahora yo ofrezco a
mis amigas y a mis amigos todos, con las mismas palabras
de Gonzalo: “cuando tengo alguna
duda cojo parte del texto y lo busco en Google y antepongo la palabra hoax
(bulo). Por supuesto, Gonzalo lo ha hecho con el “FOP” y ha confirmado,
como yo también lo he hecho, que es
falso.
No
hace falta comentar el daño que se puede hacer a muchas personas con la difusión
de mensajes falsos. Basta imaginar lo
que les hubiera ocurrido a los usuarios
de que los números de los teléfonos que aparecen en el mensaje de “FOP” si estos, en lugar de inexistentes, hubieran
sido números activos. O el colapso del correo electrónico de la víctima de la agresión involuntaria de personas compasivas
que están tratando de ayudar a alguien…
Por
todo lo anterior, y aunque he escrito
mucho, sirva esta página para pedir perdón a todas mis amigas y a todos mis amigos por las indudables molestias que
les he causado al haber difundido un mensaje falso a través de mi correo
electrónico. Lo siento mucho, por favor, ¡Perdonadme!
1 comentario:
Querido José Luis:
Me sonrojo y te agradezco tus exageradas palabras.
Me limito a intentar corresponder -aunque sea mínimamente- a la inmensa generosidad que me has demostrado desde que tengo la gran suerte de conocerte.
Un fuerte abrazo,
Gonzalo España
Publicar un comentario