Ayer tuve la fortuna y el honor de asistir a la petición de mano
de Mónica, la novia de mi sobrino Álvaro.
Fue tan hermosa la fiesta, había tanta emoción y tanto amor en ella que me resisto a callar
y no compartir el placer de haber estado junto a ellos en
este día que siempre estará en sus memorias y nunca se borrará de mis recuerdos.
Ella, Mónica, estaba feliz. Lo digo porque lo sé, lo vi en su rostro y lo sentí en su
corazón. Álvaro formalmente
pidió su mano y, está decidido, dentro de cinco semanas, se van a casar.
A las ocho de la tarde, puntuales, casi en hilera, dos, cuatro,
seis, hasta el último invitado cruzamos la cancela para recibir la bienvenida, de tres
bellas damas. Las tres, llenas de
encanto, estaban rodeadas de preciosas flores
y plantas; lucían amplias sonrisas, vestidos largos y tacones bien altos; una ¡qué
mirada!, era la madre; otra,
impresionante, era la hermana; y,
la tercera, ella, desplegando amor,
preciosa, era Mónica, era la novia.
La casa impecable, todo
en su sitio y muchas flores, abierta al jardín, adornado de primavera, en el que
cuando entramos, los invitados fuimos recibidos por una abuela
joven y las tías y tíos que, esa tarde de mayo fueron testigos del acontecimiento familiar.
Saludos, fotografías, refrescos, vinos, aperitivos, conversaciones. No se sentaba
nadie, todo el mundo estaba de
pié, era como el prólogo, el tiempo de espera imprescindible para dar
solemnidad del acto.
En un instante, brilló
fuerte la luna y las diecisiete personas, las más próximas de
sus familias, formaron
un círculo con los novios en el
centro. Luego, Mónica y Álvaro, emocionados, pronunciaron palabras llenas de amor e
intercambiaron, un precioso anillo
y un buen reloj.
Otros regalos entrañables,
el cariño de todos, refrescos,
conversaciones, vinos, bandejas y bandejas con mil delicadezas, bebidas largas, alguna rara
cerveza. Llegada la noche, las luces añadieron
magia al jardín, los novios y sus
hermanos hablaron soñando
futuros felices y los mayores, padres y tíos, añorando ausencias y compartiendo
recuerdos, miraron mucho a los novios y,
conversando entre ellos, pidieron al cielo, para Mónica y Álvaro, que gocen su
amor y que éste sea eterno.
Muchas gracias Mónica, muchas gracias Álvaro por habernos invitado a compartir
vuestra preciosa fiesta de amor.
1 comentario:
José Luis, que preciosidad, da gusto tener invitados como tú. Muchas gracias por tus palabras llenas de cariño. Estamos deseando volver a reunirnos en la boda. Un beso muy fuerte
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