DE LA EUTANASIA
En las últimas semanas, desde que el Gobierno comenzó a dar pasos que confirmaban su voluntad de aprobar, mediante una Ley, la intervención deliberada para poner fin a la vida de un paciente sin perspectiva de cura, la eutanasia, a mi pesar, llevo reflexionando, cada vez más horrorizado, sobre el hecho mismo y, sobre todo, sobre las terribles consecuencias que, inexorablemente, va a provocar la entrada en vigor de esta ley y sus previsibles resultados pasado un tiempo.
Debo decir, antes de entrar en la exposición de lo que pienso sobre la eutanasia, sus formas y sus consecuencias, que el tema es para mí extremadamente doloroso y tan solo porque creo que es mi obligación hacer frente al deber moral grave de luchar cuanto esté en mis manos para ayudar a todas las personas que, ante la presencia de dolores insoportables causados por una enfermedad mortal propia o de sus personas queridas, no caigan en la tentación de pedir la eutanasia para sí mismas o para sus familiares.
Y, abundando en mi resistencia a escribir sobre el tema, diré que me cuesta mucho porque me supone revivir el dolor que aún tengo por la muerte de mi mujer, el amor de mi vida, que en junio de 2017, luego de padecer durante varios años un terrible cáncer, apoyada por unos muy buenos cuidados paliativos, falleció a mi lado y en paz, siendo un ejemplo para mí, para toda mi familia y para cuantas personas la conocieron, de lo que significa amar y saber morir.
Y ahora sí, vamos a hablar de la eutanasia.
Ante todo, una verdad de la que, por incómoda, no se habla: la eutanasia es, simplemente, el suicidio de una persona que, porque no quiere o no puede suicidarse por sí misma, recurre a otra persona, un sanitario de acuerdo con la nueva ley, para le produzca, sin dolor, la muerte.
Y, el suicidio, nos guste o no, prohibido o permitido por la ley, si una persona lo quiere, es inevitable. En todo el mundo, en España también, mueren porque se suicidan (la depresión causada por desgracias amorosas o familiares o por simple enfermedad, es una de sus principales causas), más personas que por accidentes de tráfico. Terrible verdad sobre la que sería bueno reflexionar.
Es verdad también, que cada año hay un gran número de suicidios fallidos, intentos de suicidio que, en no pocos casos, una vez superados, dejan paso a que quienes lo intentaron vuelvan a amar la vida y a seguir, con los suyos, amando la vida.
Me pueden decir que los casos de gran desgracia o depresión no están contemplados en la ley que regula la eutanasia, pero lo cierto y verdad es que el dolor y la tristeza que produce la muerte de un ser querido o una depresión profunda pueden ser, aunque no físicos, mayores que los de un terrible cáncer de páncreas, y que, con el paso del tiempo, cuando la sociedad se haya acostumbrado a la eutanasia, serán admitidas como justificación suficiente para solicitar la eutanasia. Y claro, una vez que una persona muere no es posible curar su enfermedad y, aunque se hubiera podido recuperar, seguirá bien muerta.
Se dice que la eutanasia es para casos de dolor insoportable ocasionado por enfermedades mortales. Hay enfermos, muchos, que padecen dolores espantosos y, porque no pueden suicidarse, piden que les hagan morir, es decir, que para escapar al dolor necesitan morir, y tienen derecho a la eutanasia. Pero también es otra realidad, que cuando los médicos, especialistas en cuidados paliativos, tratan los dolores con las drogas adecuadas, el dolor desaparece y a mayor parte de esos enfermos, si tienen personas a las que aman o que los aman, una vez dejan de tener el dolor insoportable, quieren vivir. ¿Es humano matar a quien no puede soportar el dolor porque es más sencillo, más cómodo, más barato o más tranquilo que mueran en lugar de darles un tratamiento paliativo que elimine su dolor?
Claro que, además del dolor físico hay dolores morales que afectan, además de al enfermo, a sus familias y eso es una complicación adicional. Y sí, es cierto, pero para eso también están los cuidados paliativos, que los prestan, trabajando en equipo, además de los médicos, enfermeros, sicólogos y otros profesionales formados. En España la Asociación Española contra el Cáncer es modélica en su trabajo en cuidados paliativos y hay centros especializados de altísimo nivel que consiguen extraordinarios resultados, pero también es cierto que hoy y cuando entre en vigor la ley de la eutanasia seguirán existiendo muchos miles de enfermos con enfermedades incurables y tremendos dolores que ahora no tienen acceso a cuidados paliativos y, por ello, van a ser víctimas de la eutanasia.
Y, me dirán, pero ¿qué hacer si el viejo o el niño, ya sin dolor, porque su enfermedad es incurable, necesita cuidados que la familia no puede darle? La solución es sencilla, con la eutanasia se quita el dolor y también la necesidad de cuidar al enfermo terminal. Y es verdad, dado que el Estado no tiene medios para atender a esos enfermos, solo si la familia los tiene, se puede evitar la muerte. Es decir, las primeras candidatas a la eutanasia son las personas que, porque ellas o sus familias no tiene medios para cuidarlos, han de morir; o, dicho de otro modo, la eutanasia es una solución para las personas menos favorecidas de la sociedad.
Por supuesto, en nuestra sociedad, al menos al principio, la inmensa mayoría de los médicos, porque su oficio no es la muerte sino la vida, se negarán a practicar la eutanasia y, aunque sea legal y “un derecho” a exigir por los ciudadanos, mucho me temo que, al igual que en el caso del aborto, es muy posible que aparezcan “clínicas especializadas” que no requerirán listas de espera y harán, con maestros de la muerte, la eutanasia a sus clientes.
Ah, otra cosa importante, entiendo que no es eutanasia sino ejercicio ético de la medicina y deber de todas las personas para con sus seres queridos, no mantener y prolongar la vida artificialmente. Tan inhumano es matar a un enfermo como no dejar que muera, sin dolores y en paz.
En resumen, desde mi punto de vista, la vida es el mayor bien que tenemos los seres humanos; la muerte es algo tan natural como el nacimiento y todos vamos a pasar por ella; el dolor está implícito y tiene su papel, muy importante, en el funcionamiento de nuestro cuerpo, pero cuando no es necesario puede y debe ser evitado. Las personas no quieren, no queremos morir, pero tampoco necesitamos sufrir dolores insoportables, por ello hay que conseguir, para todas las personas que los necesiten, aunque no tengan medios para pagarlos, cuidados paliativos, sin que hayan de recurrir a la eutanasia, a ese infame “derecho” que el Gobierno y las Cortes han dado a los pobres de España.
Nota
Y puede ser que, dentro de un tiempo, para heredar antes a un abuelo, a alguien se le ocurra que el mejor camino es acudir a una muy digna eutanasia.
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