LA SITUACIÓN SOLO ES SUSCEPTIBLE DE EMPEORAR
La suerte llama a la suerte, la fortuna llama a la fortuna, la riqueza llama a la riqueza, la desgracia llama a la desgracia, y la pobreza llama a la pobreza, son frases que, porque las he escuchado muchas veces y reflejan, a medias, una verdad, me han obligado a pensar mucho, hasta que he descubierto que, realmente, son una gran mentira: ni para lo bueno ni para lo malo existe el azar, la suerte no llama a la suerte ni la desgracia llama a la desgracia, es la conducta, consciente o no consciente, de la personas lo que las hace conseguir aquello que anhelan, “que tengan suerte”, o que no lo consigan, y “que no tengan suerte”.
Para conseguir un deseo, todos lo sabemos, hay que pensarlo bien y hacer algo, pero solo si acertamos en el “algo” logramos el resultado. Es decir, hay que conocer muy bien la situación, fijar la meta, articular los medios necesarios (también los humanos) y actuar con ellos de la forma adecuada. Y, si una vez conseguido el éxito, repetimos correctamente el proceso, volvemos a conseguir otro éxito; y ciertamente, si no reflexionamos sobre el por qué, podríamos decir que el éxito, ha llamado al éxito, o la suerte ha llamado a la suerte.
Claro que, cuando el éxito acompaña a un hombre, es muy normal, muy humano, que caiga en el gran pecado, ese que todo lo destruye, de la soberbia y, el hombre que lo ha podido todo, el que era capaz de asegurar el proceso del éxito, porque él lo sabe todo, ya no escucha y tiene el primer fracaso; luego, si sigue siendo soberbio, ¿pobre?, sigue de fracaso en fracaso.
Y todo ello, es evidente, porque si fallamos en el proceso y en lugar a analizar bien la situación, elegir los medios necesarios (también los humanos) y usarlos de forma adecuada, no lo hacemos, no conseguimos el ansiado resultado; y, si, soberbios, nos empeñamos en hacer las cosas mal, inexorablemente, hasta nosotros mismos, para consolarnos, tendremos que decir: ¡pues sí, qué mala suerte tenemos, nuestra desgracia llama a más desgracia!
Hoy, cuando veo, con tristeza y amargura, que miles de jóvenes marroquíes, manipulados por los dirigentes de su país, han entrado, de mala manera, en Ceuta, sin duda como represalia y presión al gobierno de España, se agudiza y me llena de horror la sensación, terrible, que tuve cuando vi la forma en que el doctor Sánchez asumió su derrota en las elecciones del pasado día 4 de este mes, y su posterior empeño en “seguir haciendo lo mismo” para mantenerse en el poder hasta que lleguen las elecciones de dentro de dos años (¿serán dos años?): estamos ante un gran soberbio, un hombre que hizo las cosas bien (al menos para llegar a presidente del gobierno) y que, poco a poco, haciendo las cosas mal, ha caído en el maldito proceso de, en la desgracia, llamar, a gritos a más desgracias.
Y, para nuestro mal, si un milagro no lo remedia, mientras el doctor Sánchez, en su soberbia, se mantenga siendo presidente del gobierno de España, su situación, y la de todos nosotros, solo es susceptible de empeorar.
Nota
La terrible imagen de la llegada de jóvenes a la Ciudad Autónoma está tomada de El Faro de Céuta
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