Pues sí, aunque lo que escribo sea inexacto, acaso porque en Europa, en España parece que termina la pandemia y yo, como muchas personas a mi alrededor, estoy vacunado, tengo la sensación de estar saliendo de la pandemia y, saliendo con aires de cambio.
Y, aunque no cesa el dolor y la tragedia, (que sigue viva en India, grandes zonas de África y en incontables rincones del mundo), en España mueren personas y en muchas familias se mantiene, ensombreciendo sus vidas, el luto por seres queridos, tengo la sensación, ¡me acuso por mi egoísta insensibilidad!, de haber sobrevivido a una terrible tormenta y, con asombro, siento alivio al sentir que respiro.
Durante quince meses largos, al menos cuatrocientos sesenta días, hemos, he convivido con el dolor por la muerte de personas próximas, el temor a la enfermedad, la soledad del confinamiento y, sobre todo con la angustia, el sufrimiento y la pérdida de la esperanza que he sentido crecer, más y más en la sociedad.
Y, durante estos meses, debo decirlo porque ha sido el peor de mis males, me he dado de bruces y he perdido, ¡a mis años!, la inocencia, al descubrir la fragilidad de nuestra sociedad, el cómo de sencillo es caer, de pronto, no ya en la pobreza (¡que es muy malo!), sino en eso, mucho peor, que es la loca barbarie, que impulsada por dirigentes ineptos, inmorales y mentirosos, ha estado a punto, lo está todavía, de arruinar lo mucho que hemos conseguido los españoles desde nuestro anterior gran drama, la Guerra Civil.
Sin embargo, en las últimas semanas he recuperado la esperanza. He visto, con inmensa alegría que nuestra sociedad está despierta y quiere, lo ha gritado con sus votos, volver a la racionalidad, al decir la verdad, a la eficiencia y al sentido común. Las gentes de Madrid, en las elecciones del pasado cuatro de mayo, al rechazar de plano las propuestas y las figuras de los líderes comunistas y socialistas que nos gobiernan, han abierto el camino, difícil pero camino, para salir de la falsa y retornar a la auténtica normalidad que es el trabajo, el bienestar y el progreso de todos los españoles.
Sí, en mi egoísmo, creo que hemos salido de la pandemia con vientos de cambio, somos de nuevo libres y estamos, gracias a Dios, en el camino de la salud, el bien, el progreso y la normalidad.
Nota
El presidente del Gobierno del Reino de España, el doctor Sánchez, aunque fuera verdad y muy serio, en televisión, anunciase que Dios existe y él es el Gran Profeta, es tan inepto y ha mentido tanto que ni yo, que soy más inocente que un cubo, ni nadie, ¡qué triste!, lo podría creer: ¡Qué tranquilidad!
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