Anoche, antes de abandonarme al
sueño, ¡es tan difícil perder las viejas costumbres!, hice un repaso del día y,
porque era miércoles, organicé en mi cabeza el plan para hoy, el día jueves y,
muy tranquilo, dejé de pensar y me quedé dormido.
Y, claro, esta mañana, sin necesidad
de pensar, como un autómata, he hecho
todo, todo lo previsto: desayunar, tomar las medicinas, hacer la cama, lavarme
la cara, ponerme colonia, vestirme de presumir y abrir el ordenador, leer el
correo, enviar algunos mensajes y
escribir un poco; ¡bien José Luis, bien!.
Pero, ¡maldito pero!, a las diez y media
me asalta una duda, ¿habrá zoom esta mañana?, ¡qué mayor está Ramiro, no ha
enviado el enlace y, aunque es muy listo, tiene olvidos!
Inmediatamente, sin incomodarme, con
naturalidad, casi con elegancia, sin necesidad de pensar ni ánimos de ofender,
por desmemoriado, a mi amigo, en el grupo de WhatsApp, escribo; ¿Tenemos hoy
zoom, Ramiro?; y me quedo tan pancho.
Escribo dos versos, ¡qué bien, han
salido fluidos!; y, enseguida, una señal en el icono anuncia mensaje, -es de Ramiro,
me digo -, pero no, el mensaje no es de Ramiro, es de Gaspar y dice: Jose, no te despistes hoy
es miércoles, el zoom será mañana -, inmediatamente, porque soy educado, me
disculpo como puedo: -tienes razón Gaspar, estoy un poco peor de lo normal, que
ya es mucho. Abrazos.
Y, del todo desolado, dejo caer la
cabeza y la recojo con las manos, trato de no llorar, de recuperar la calma, de
no llamarme idiota, perdonarme el error y ¡que horror!, pensar en qué hacer con
el tiempo de un miércoles para el que no tengo previsto nada, menos mal que, al
menos, ya tengo organizado lo que haré mañana.
Pues bien, no hay mal que por bien
no venga, y, por aquello de que siempre es bueno aprovechar las experiencias, escribo
esta entrada; quizá alguno de mis amigos sonría cuando vea, en José Luis, la poca importancia
que, aunque incomodan mucho, tienen los pequeños errores que cometes porque
estás, como cuando eras niño, en la luna.
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