martes, 13 de agosto de 2024

1130. UN SECRETO BIEN GUARDADO

 

Un pequeño cuento de verano  para mis nietos Mateo y Luis

 

Mateo, tiene seis años, ha convencido a su primo Luis, todavía tiene cinco, y, los dos, mientras sus madres están distraídas en la terraza, han salido, haciendo como que están jugando, primero despacio y luego corriendo, hasta la pequeña loma, poblada de pinos, llena de sombra, que  no muy lejos, se alza sobre la pradera verde y amarilla del Club de Golf.

Corriendo y saltando entre los árboles,  haciendo eses, poco a poco  suben y suben, hasta que, cuando pensaban que habían llegado a la cumbre, descubren que están al pie de otra montaña aún mayor, tan llena de pinos, tan obscura y silenciosa, que parece el bosque de la guarida de un dragón.

Con alguna duda, miran hacia atrás, ya no se ve la terraza del Club, están solos y, la verdad, la verdad, es que tienen un poco, bastante, de miedo.

Luis dice que ya han visto el bosque, que hay que volver ya; pero Mateo, no lo puede remediar, tiene, necesita, descubrir los secretos que, seguro, se esconden un poco más allá.

Discuten un poco: - si quieres, te vas, pero yo voy a explorar -. - Es muy peligroso, si nos perdemos y no nos pueden encontrar... -; - A mí me da igual, haz lo que quieras, pero yo me voy a quedar.

Y Mateo, muy decidido, agarra del suelo un palo bastante recto, lo enarbola y comienza a caminar. Luis, un poco enfurruñado, no se atreve a volver  solo, lo piensa un instante y sigue a su primo detrás.

Sí, todo está cada vez más obscuro y silencioso, cada vez tienen más miedo, pero Mateo está decidido, - seguro que hay algún tesoro, le dice a su primo -, y siguen, unas veces subiendo y otras bajando, ¡hay que explorar!

Luego de un larguísimo rato, por lo menos tres minutos, Luis, que va detrás, se detiene, se sienta en el suelo y, a voz en grito, se pone a jipiar. Mateo, que está mirando, estudiando mejor, una piedra medio grande, que ha recogido del suelo, estaba un poco enterrada, es rosa y es preciosa, - ¡lo sabía, aquí hay tesoros!  -,  al oír los jipidos se vuelve, y, muy serio, dice: - si quieres te vas con tu mamá, pero a mi no me vas a engañar, no estás llorando, estás jipiando para que haga lo que a ti te dé la gana -.

Luis arrecia los jipidos, parece que le va a dar un síncope. - ¡estoy harto, ya no quiero explorar! -, Mateo duda, no se lo puede creer - ¿estará llorando de verdad? -,  pero no, ni una lágrima, por mucho que lo parezca solo está jipiando para disimular. Y, con la piedra en la mano izquierda y el palo en la derecha Mateo mira a Luis y le dice: - ¡ahí te quedas! -, y, aunque fastidiado porque le da  más miedo ir solo, vuelve a caminar.

Apenas ha dado unos pasos, cuando sigue pensando en si Luis, le ha dejado de oír, está llorando de verdad, escucha a su primo que, sin jipiar, dice: - espérame un momento, que te acompaño a buscar tesoros y a  explorar -.

Poco a poco, entusiasmados, olvidado el miedo, saltando entre los pinos, van llenando sus bolsillos con piedras preciosas, hay muchas en el suelo, y, cuándo en estos no caben más,  a Luis se le ocurre una idea: se quita la camisa, la pone en el suelo y la va llenando de tesoros, Mateo le imita y luego se sientan los dos, hablando de todo, a  disfrutar.

Pasa otro rato muy, muy largo, por lo menos cinco minutos, luego se quedan callados, hasta que Luis, hablando muy bajito, pregunta a su primo: - ¿cómo sabes que nunca lloro y que engaño a todos cuando me pongo a jipiar? -.

Es muy fácil, el abuelo lo dice siempre, - este niño es un pesado, no le hagáis caso, jipia para molestar -.

-Sí, pero al abuelo no le  escucha nadie; y a jipiar aprendí cuando era pequeño y desde entones consigo lo que quiero solo con ponerme a jipiar; ¿me guardarás el secreto, ¿verdad? -.

Cargados de tesoros, contentos del todo, los dos primos vuelven, corriendo y saltando hasta que llegan a la terraza dónde  las madres, al verlos, medio desnudos, cargados de piedras, porque han tardado mucho y ellas estaban inquietas, les comienzan a regañar.

En ese momento Mateo comprueba que todo es verdad y, con su primo al lado, con todas sus fuerzas, juntos los dos, se ponen  a jipiar.

Y, colorín colorado, este cuento se ha acabado.


Nota: la imagen que ilustra este cuento esta tomada de Pixabay, en Internet.



2 comentarios:

Anónimo dijo...

Me encantó!!, Un abrazo y mi cariño prof. !!

Anónimo dijo...

Yo jugaba en un pinar en mi infancia.Me has transportado allí, felizmente.