Cuando llegas a viejo, quizá por eso,
hay temporadas en que, como se decía antes, parece que “te ha mirado un tuerto”;
todo, hasta lo más insospechado comienza a torcerse y, apenas se endereza, más se
retuerce.
A veces, por momentos, solo te preocupa
el gran entorno y necesitas alegrarte, enseguida pueden venir, y vienen, otros
males para darte en lo próximo, donde más duele; pero, si solo es eso, también tienes
que alegrarte, pueden llegar, y llegan, desde
el techo o desde el suelo, disgustos nuevos; pero, paciencia, no se puede
perder la esperanza, seguro que no es suficiente, y ya se están fraguando otros horrores, cualesquiera y más negros.
Y, cuando, dolorido el cuerpo y abrumada
el alma, por la somanta de palos, vas y te escondes en la cama, encogido y bien
tapado, tratando de olvidar, durmiendo, aparecen entre las sábanas viejos
fantasmas que añaden otros a tus ya casi
completos miedos.
Pero, ¡cuánta fortuna!, no hay males,
tampoco bienes, que duren cien años, y, te dices: pues bueno, paciencia, a
seguir, por no sé cuánto tiempo, ¿fue Job mi santo abuelo?, disfrutando de los palos y de los miedos.
3 comentarios:
Si hay que cultivar una templanza muy dura y reaccionar con una creatividad en sentido amplio en Lo que nos dejen las limitaciones físicas
Solo añadir que el blog que escribes es ya una tarea creativa contra nuestra decadencia
Enhorabuena Jose Luis, aunque tarde has descubierto el placerc
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