Un día, cuando era muy niño, lo he contado muchas veces, me acerqué a mi madre y le dije: - mamá, estoy aburrido. Y ella,
muy sería, contestó: -ahí tienes un libro, léelo.
Desde entonces
nunca en mi vida he tenido esa sensación que el diccionario de la lengua define
como aburrimiento, o “cansancio de ánimo originado por falta de estímulo o
distracción”.
Y, quizá por
ello, también he desconocido ese “pecado” que es la pereza, negligencia, tedio
o descuido en las cosas a que estamos obligados; siempre he tenido muy claro que hay que hacer lo que hay que hacer, y hacerlo rápido, sin pensar si
requería o no esfuerzo.
Incluso diré
que nunca he podido comprender cómo había personas, como Néstor, el de “La fiaca”,
o mi amigo Josemari, que, por desgana o indolencia, podían perder ese bien, tan
valioso, que era el tiempo. Tanto es así que cuando mi amigo explicaba el placer que sentía, desde niño, al “levantarse temprano para poder perder más tiempo”, hasta hace
bien poco, me parecía una broma, casi, de humor negro.
Sin embargo,
en estos últimos tiempos, porque me he hecho viejo, seguro, aunque sigo sin
aburrirme, no me importa, incluso me agrada, perder el tiempo sin hacer nada. He
descubierto que, tranquilamente, cuando dejo a mi mente pensando sola, ¡no
descansa!, no la escucho y me abstraigo, comprendo, siento y disfruto el placer de ese “pecado”, la pereza, que es estar perdiendo el tiempo.
¡Qué cosas pensamos y hacemos los viejos!
Nota: la imagen que ilustra esta entrada está tomada de algún sitio en Internet
1 comentario:
Mi querido José Luis: a mí me ha pasado lo mismo. Mi madre
también me decía lo mismo: "coge un libro y,... ponte a leer; el problema era que a mí no me gustaba leer; entonces, ella remataba: "si te aburres, cómprate un mono!!". Siempre he tenido "algo" para no aburrirme. Pero ahora (¡¡Oh, "pero"!!!) no me aburro, "pero" (como tú bien dices) me dedico a "repensar" cómo "enseñar" (y a "divagar" conversaciones) con muchos de mis alumnos ( o que he tenido "contacto"), transmitiéndoles los "conocimientos", "experiencias" y "vivencias espirituales", que "sustentan" mi vocación y "espíritu". Siempre son "tiempos muertos", "inútiles" y "gratuitos". "Pero", -oh, feliz dicha del "pero"-, que dan sentido nuevo al "dulce no hacer nada", repleto de "místico encuentro". Muchas gracias por tus escritos.
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