martes, 13 de diciembre de 2011

433. MÁS NOS VALE QUE D. IÑAKI URDANGARÍN, AUNQUE SEA INOCENTE, LO ANTES POSIBLE, SEA DECLARADO CULPABLE Y CONDENADO A “LO PEOR”



No se si D. Iñaki Urdangarín se ha apropiado de dineros ajenos o no lo  ha hecho, no se si ha cometido delitos o se ha mantenido siempre dentro de la Ley y, lamentablemente, ya no importa que sea un santo o un delincuente porque, para todos los españoles, incluido el Rey de España, lo mejor que nos puede pasar es que un tribunal de justicia, lo antes posible, le declare culpable de múltiples delitos, le encierre en una mazmorra, le incaute todos sus bienes y haga pagar a su familia el dinero necesario para compensar con creces el daño causado.

Más aún, mejor sería para todos que D. Iñaki Urdangarín, no importa que sea inocente, lo antes posible,  acuda a un juez y se declare culpable de todo cuanto se le pueda acusar y de más cosas si es necesario, que acepte de entrada y con absoluta humildad la peor de las condenas y entregue, aunque haya de empeñar a sus nietos,  todo el dinero que lícita o ilícitamente hubiera obtenido en sus negocios más sus intereses, pida perdón a su mujer, a sus hijos, a toda su familia y a todos los españoles por todo lo malo que haya hecho.

No se si D. Iñaki Urdangarín es o no culpable de algún delito. No importa, lamentablemente para él, para su familia y para todos lo españoles, ha puesto en marcha o, acaso tan solo acelerado, un proceso que puede hacer desaparecer la Monarquía en España y eso es, aunque no sea delito, un crimen gravísimo que nadie, ni el Rey, ¡los sapos que  tiene que tragarse el Rey!, ni los españoles pueden perdonar.

domingo, 4 de diciembre de 2011

432. ADEMÁS DE INDECENTE, ES PERDER EL TIEMPO HACER LEÑA DEL ÁRBOL CAIDO



Ahora que el  Partido Socialista Obrero Español  ha perdido las elecciones generales y el Señor  Rodríguez Zapatero se  prepara para  abandonar el Palacio de la Moncloa, estamos asistiendo en España al más indecente de los espectáculos: El linchamiento moral del hombre que ha gobernado España durante los últimos ocho años.

En las calles, en los medios de comunicación, en las redes sociales, en las conversaciones de amigos, en los bares, en los autobuses, en Internet,  en todas partes  se escuchan las más agrias palabras  y los mayores insultos contra el hombre que los españoles elegimos en el año 2004 y  volvimos a elegir en 2008 para ser Presidente  del Consejo de Ministros.

El Señor  Rodríguez Zapatero esta siendo objeto de todos los insultos que caben en nuestro idioma: Desde inepto hasta malvado, desde estúpido  hasta  bandido, desde idiota hasta vendido, desde cobarde hasta maldito, desde tonto hasta enloquecido, desde maniobrero hasta malnacido, desde traidor hasta perdido,   y su persona  es objeto permanente  de todas las palabras malsonantes, desde la  primera hasta la  última, que hacen rico nuestro idioma y que, con frecuencia, ennegrecen nuestras lenguas.

Creo, y lo he escrito muchas veces, que el Señor Rodríguez Zapatero ha sido un muy mal presidente, que su gobierno ha hecho mucho mal a España y  a los españoles y que la herencia que deja es el peor de los  desastres.

Sin embargo, me parece  no solo inútil sino  absolutamente  innecesario el  que los españoles gastemos   tiempo y esfuerzos en insultar al  hombre  que elegimos y reelegimos entre todos, al hombre  que aplaudimos y halagamos casi todos   y al  que, para mal nuestro, permitimos hacer cuanto quiso hacer  durante demasiados años.

Pienso que lo sensato ahora es  olvidarnos de hacer leña del árbol caído y ponernos todos a trabajar para salir del embrollo en que estamos metidos sin gastar ni un minuto en  cosa distinta  de cambiar, para bien, las cosas.

Tiempo habrá, cuando haya pasado un tiempo y  la situación mejore,  para reflexionar sobre lo que ha sido este hombre, el por qué y el cómo  accedió al poder, las razones que nos hicieron reelegirle y los motivos por  los qué, sabiendo que no era apto, le mantuvimos en el gobierno.

Mientras tanto, dejemos tranquilo el recuerdo del árbol caído.

lunes, 21 de noviembre de 2011

431. ELECCIONES DEL 20 DE NOVIEMBRE DE 2011: SE ABRE UN NUEVO TIEMPO DE ILUSIÓN Y DE ESPERANZA



Ayer, en las urnas,  los españoles decidimos cambiar nuestro gobierno. Luego de ocho años de gobierno, los cuatro primeros  muy malos  y  espantosos los cuatro últimos, la pesadilla se ha terminado.

Evidentemente, la situación en España sigue siendo hoy igual de terrible que ayer, seguimos teniendo un terrible desempleo, la economía está paralizada  y nuestros socios europeos pueden ayudar solo en una pequeña parte. Las empresas apenas  superviven y  muchas  familias están inmersas en un pozo lleno de angustias.

Sin embargo, la situación de España, en unas horas ha cambiado por completo: Los votos de los españoles han inyectado un inmenso caudal de ilusión y han abierto nuevamente un tiempo de esperanzas.

El nuevo Presidente del Gobierno de España, D. Mariano Rajoy, que está  demostrado ser un hombre capaz,  tiene ahora el mayor desafío y el mayor honor que puede tener un español: Hacer posible que sus compatriotas,  los españoles, trabajando duro, haciendo las cosas bien y  manteniendo la constancia, sin distraernos en lo inútil, volvamos a ser, para nosotros mismos y para todo el mundo, un referente en la consecución de muchos y  bien merecidos éxitos.

Mi alegría por  el triunfo  de D. Mariano Rajoy y del Partido Popular es inmensa. Gracias a Dios, los españoles, aunque de cuando en cuando hacemos locuras, sabemos volver, casi siempre a tiempo, a la senda de la cordura.

martes, 15 de noviembre de 2011

430. ANTE LAS ELECCIONES DEL 20 DE NOVIEMBRE de 2011



El próximo domingo, 20 de noviembre de 2011, se celebrarán en España Elecciones Generales.

Aunque todas las Elecciones Generales son importantes por cuanto  en ellas decidimos  quién nos va  gobernar durante los próximos  cuatro años, en esta ocasión los resultados del recuento de los votos que emitiremos el próximo domingo son, en mi opinión, cruciales para el  futuro de España y acaso extremadamente  relevantes para el devenir de  Europa.

Durante los últimos ocho años, desde que cometimos es desacierto de elegir en 2004 al Sr. Rodríguez Zapatero y la locura de reelegirle en 2008, nuestro país ha pasado de ser un referente de éxito y grandes aciertos, a convertirnos en  una nación empobrecida, desanimada, y  problemática en Europa.

Nuestra situación actual es, económicamente,  muy difícil. El desempleo es terrible, el endeudamiento de las administraciones públicas y de las familias españolas es angustioso, nuestras empresas tienen dificultades para sobrevivir a la crisis y la independencia de nuestro gobierno está limitada por las exigencias de los tenedores de la deuda y el dictado de los países, Francia y Alemania, que han gestionado mejor que nosotros la crisis y, lo que es peor, estamos llenos de desesperanza.

Sin embargo,  los españoles seguimos teniendo, a pesar del gobierno socialista, buenos profesionales, buenos empresarios, buenos escritores, buenos actores,  buenos deportistas, muchísimos  jóvenes bien preparados  y un puñado de buenos políticos. Seguimos siendo una gran nación y solo nos hace falta para volver a la senda de la ilusión y la prosperidad un gobierno fiable, con sentido común, que sea capaz de hacer las reformas que  no hemos hecho en estos años y  de generar confianza dentro y fuera de España.

Estoy absolutamente convencido de que un  gobierno del Partido Popular es la mejor elección que podemos hacer el próximo domingo para  dinamizar la capacidad y la voluntad de los españoles para salir del desastre y, en pocos años, volver a la alegría de crear riqueza, contribuir como un socio leal al bienestar de Europa y  participar como bien sabemos hacerlo, al progreso de la humanidad.

viernes, 11 de noviembre de 2011

429. PARA QUÉ CAMBIAR LO QUE FUNCIONA



Cada vez que leo o escucho la frase “para qué cambiar lo que funciona”, me entran los escalofríos.

La frase es propia de personas que piensan poco, personas que, acaso por carecer de capacidad de abstracción o tener  esta muy limitada, desconocen que en cualquier solución que exista para un problema se encuentra latente al menos un nuevo problema que inexorablemente aparecerá  mañana.

Y, por supuesto, cuando algo se mantiene  estable, cuanto más estable se mantiene más se aproxima  a dar  problemas, los problemas  pueden hacerse  mayores, es menos viable evitarlos  y se incrementan las probabilidades  de que “lo que funciona” sea causa directa de los mayores desastres.

Algunos ejemplos:

Vas  cinco  días al casino y siempre has  ganado. ¿Para qué cambiar lo que funciona?

El hombre guapo que para mantenerse guapo cada mes  se opera la cara para estar cada vez más guapo, ¿Para qué cambiar lo que funciona

La fábrica de hoces que  ha fabricado y vendido, en grandes cantidades,  durante años y años las mejores hoces del mundo. ¿Para qué cambiar lo que funciona?

Para impulsar la economía incrementamos la construcción de viviendas y el acceso al crédito, cada vez más viviendas, cada vez más créditos, cada vez más crecimiento, cada vez más recalentamiento y, ¿Para qué cambiar lo que funciona?

Evidentemente, porque  siempre existen oportunidades para mejorar, hay que cambiar lo que funciona antes de que sea demasiado tarde.

martes, 8 de noviembre de 2011

428. DE LOS RECUERDOS GUARDADOS EN EL OLVIDO: DE CUANDO LOS ESPAÑOLES ÉRAMOS MUY, MUY POBRES.



Los españoles  los irlandeses, los portugueses, los italianos, los griegos y también los alemanes, hemos sido muy pobres y sabemos muy bien  lo  malo que es ser pobres.

Acaso por eso, pienso permanentemente en los dramas tremendos que están viviendo los griegos, no en  la tragicomedia que protagonizan los dirigentes helenos, que me importan nada, sino en las  personas que han perdido su empleo, en las que  han perdido sus casas, en  las personas normales que están próximas a perder la más pequeña de las esperanzas y a los miles  de hombres y mujeres que ya han preferido voluntariamente (¿?) abandonar  vida para salir de sus  desgracias. 

Y, a las terribles imágenes de lo que se viven en Grecia, golpeando mi pensamiento,  se añaden  las tragedias  que están sufriendo, en estos días,  millones de personas en Portugal, en Italia y en España: Desempleo, escasez, falta absoluta de recursos, desahucios, tristeza, tantos suicidios y terrible desesperanza.

Como si fuera ahora, vuelven a estar ante mis ojos, las casas pobres, sin agua, el suelo de tierra pisada,  hogar de leña, colchones en el suelo, a veces  con la luz de una bombilla de veinte. Los pantalones raídos, desproporcionados y con culeras renovadas, jerséis tejidos de lanas viejas, calcetines  zurcidos mil veces, abrigos, quien los tenía, muchas veces vueltos. Zapatos que ya  no  eran zapatos, alpargatas y pies calzados con pedazos de neumático atados con cuerdas. El pan negro, el frío, los sabañones, el hambre y la  tos, la tos terrible que llenaba el cementerio.

Vuelvo a caminar por calles oscuras, llenas de barro y de charcos. Siento, como entonces,  el viento  frío que llenaba mi pueblo en invierno y el calor tórrido, el olor a suciedad y la falta de agua que traía el  verano. 

Revivo, escenas que comprendo ahora, llenas de  incultura, miedo, pobreza, amargura y resentimiento. Entiendo, con sesenta años de retraso, el dolor y la cercanía de las muertes violentas, el sentido de la palabra “checa”,  el por qué de las balas que encontrábamos medio enterradas en todas partes, la importancia de cuidar las gallinas, el enorme valor del gorrino, el cuidado de las pequeñas huertas  y el  qué no se tiraran jamás las mondas.

El trapero y el carro de la basura que llevaba a los muertos. Lo lejos que quedaba el cementerio…

Y luego, más tarde,  el queso amarillo  y la leche en polvo que era buena y, todos los días, todos los días, en la Estación del Norte, cientos de hombres, en silencio, vestidos de oscuro, sin abrigos, maletas de madera atadas con cuerdas, que emigraban, para poder  vivir, a  la lejana Alemania.

En el tren de la noche, escupiendo vapor y carbonilla,  la cuerda de presos, delgados siempre, las caras tristes, chupadas y, hoy lo se, desesperadas y hambrientas. Los guardias civiles, en el tren o caminando, con el tricornio, el fusil  y el capote,  ¡que frío pasaban!

Que pobres éramos los españoles, que pobres eran los portugueses entonces, que pobres los italianos y cuanto dolor se añadía en aquellos años al vivir de los alemanes con la guerra perdida.

Y pienso que,  si hemos sido capaces de dejar muy atrás aquella terrible pobreza, ahora que sabemos y tenemos  mucho más  es seguro que vamos a salir de  ésta.

sábado, 5 de noviembre de 2011

427. DE LA SITUACIÓN DEL MUNDO Y DE LAS COSAS IMPORTANTES




Realmente, la acumulación de cosas malas a nuestro alrededor  y el saber de  las muchas otras, también malas, que están ocurriendo en el mundo  deberían ser razón más que suficiente para, como cuando éramos niños y había tormenta,  meternos  debajo de la cama y quedarnos allí escondidos hasta que, sin ver ya el reflejo de los relámpagos y ni escuchar  el estallido de los truenos, alguien nos dijera que había pasado la tormenta.

Sí, están pasando cosas muy malas. La economía está muy mal, el desempleo azota la sociedad y muchas personas, en millones de familias, sufren agobios, están en la pobreza y sufren necesidad.  

Sí, nuestros políticos son, o al menos, han sido hasta ahora  un desastre, nuestras empresas menos fuertes de lo que pensábamos, los baúles que guardaban nuestras riquezas eran arcas llenas solo de ilusión.

Sí, en el mundo, por el mundo, hay mucha y peor pobreza, hay muchas y muy malas enfermedades y hasta sigue habiendo guerras, desolación y muchísima miseria.

Sí, nuestros dirigentes, los nuestros y los de más allá, lo están haciendo muy mal, rematadamente mal, y parece que cada idea que se les ocurre para arreglar las cosas es peor que la que creyeron buena el día anterior.

Sí, pasan unas cosas tremendas en nuestra casa, en nuestro pueblo, en nuestra patria, en cualquier parte del mundo.

Sin embargo todas esas cosas tremendas que nos están pasando no son, ni por asomo, peores que las que han rodeado la vida de nuestros padres y de nuestros abuelos, aquí y en el resto del mundo

Tampoco la ruptura del bienestar  que hemos tenido hace cuatro días y del que  aún gozamos, o la pérdida de las ilusiones es algo nuevo ni peor que lo que sufrieron nuestros padres y nuestros abuelos.

El estado del mundo puede parecer muy malo y hasta serlo, como lo ha sido desde que el mundo es mundo y, sin embargo, aunque nos importe mucho, realmente, de verdad, de verdad, importa poco.

Las cosas que nos importan de verdad, además de comer, que en nuestra sociedad es y será muy difícil, aunque a nuestros abuelos les sonase a milagro,  morirse de hambre, es la continuidad de la vida, la consecución de los sueños, el amor, la amistad, la paz interior y la normalidad de la vida.

En la situación actual del mundo de hoy, lleno de problemas, un caos sin aparente solución, hay, por más que nos empeñemos en no verlo, mucho amor, muchos sueños y un inmenso anhelo de conseguir cosas en la vida.

Por ello, estoy seguro, quizá  porque lo he leído en los libros o acaso porque  está en mi memoria genética, de que en medio de todo lo que pasa en el mundo, no hay que angustiarse en demasía porque la solución la sabemos todos, la tenemos escrita en el alma: Cuidar el amor, luchar por los sueños  y  disfrutar la vida.