jueves, 30 de octubre de 2008

203.UNA MONJA ESPAÑOLA HA SIDO ALCANZADA POR UNA BOMBA EN CONGO


La Hermana Presentación López Vivar, herida de gravedad por una bomba en Rutshuru, ha perdido sus dos piernas.

El sacrificio de La Hermana Presentación es expresión del coste tremendo que puede tener el disfrute de un apasionado amor, ¡Bendita sea la Hermana Presentación! Benditas sean las muchas religiosas, los sacerdotes y los laicos que con fe o sin ella, dejan retazos de su vida, o la vida entera creando, en lugares que son infiernos, oasis de convivencia, amor y paz.


Lo siento, lo siento mucho. Lo siento primero por ella, también por su familia española, por sus hermanas religiosas en la República Democrática de Congo, por todas las personas que trabajan en pro de la vida y de la paz en países a los que aman y comprenden más que si hubieran nacido en ellos

Lo siento más todavía porque este hecho es muestra de la loca soberbia, de la tremenda codicia y de la absurda prepotencia de los dirigentes africanos.

Pero lo siento y me avergüenzo, aún más por mi mismo, por nosotros mismos, por quienes vivimos en lugares en los que aún en la peor de las crisis, podemos y podremos comer cada día, ir al médico, tener medicinas, seguir en la escuela y mantener la esperanza de un mañana mejor.
Lo siento porque permitimos a quienes nos gobiernan, que también somos nosotros, que permitan esta locura y que se beneficien, que nos beneficiemos, de la codicia y de la soberbia de esas gentes sin alma que en África, oprimen, roban y matan, a las que nosotros mantenemos donde están y cuidamos con gran esmero.

domingo, 26 de octubre de 2008

202. ESTAMOS EN TIEMPOS DE CRISIS, ESTAMOS EN TIEMPOS DE OPORTUNIDAD


Cualquier persona, cuando lo piensa, sabe que sus mayores y, a veces los mejores, mejores éxitos, personales y profesionales, de su pasado los consiguió en situaciones difíciles, incluso en ocasiones en las que parecía que todo estaba perdido, cuando el fracaso era ya una realidad. Una extraña combinación de firme convicción, esfuerzo, imaginación, algo de locura y un trabajo bien hecho hizo realidad esos éxitos que, cuando pasa el tiempo quedan olvidados en el fondo de la memoria y, si por alguna razón, alguna vez, se recuerdan parece que fueron logros de otra persona.

Sin embargo, a pesar de los destellos que suponen las situaciones excepcionales, aquellos en que de alguna manera “te has jugado” “todo” o “casi todo”, las personas no vivimos lo excepcional, vivimos lo próximo, lo diario, el ir a clase o a trabajar, el viajar cada día en la ciudad o de tiempo en tiempo más lejos del hogar, el estar con tu familia, estudiar lo que te agrada o es necesario, preocuparte de lo que pasa más cerca o por lo que afecta a los tuyos, disfrutar del amor, el desamor, dejar discurrir el tiempo de la vida. Y todo esto no es poco, es realmente, la vida.

Ahora estamos en tiempos difíciles, en tiempos que con los días y los meses, se harán más y más difíciles para muchas personas de cerca o de lejos de cualquier lugar.

Ahora estamos en una época en que, otra vez y acaso por fortuna, la necesidad, el temor y la incertidumbre, puede ser buen tiempo para pensar, para saltar de la carrera de un día a día que solo contenía, aunque parecieran grandes, pequeños sobresaltos, y reflexionar.

No importa el pasado, no importa la edad, no importa lo que fuiste o lo que no llegaste a ser. No importa que los sueños de hace años se perdieran en la obligación y en el camino de crecer. Es tiempo de volver, antes de que cada uno o los demás, pierdan o perdamos lo que hayamos de perder, es preciso volver a soñar el futuro, volver a imaginar y a diseñar el propio mañana lejano y, sacando las fuerzas de donde están, siempre escondidas en el fondo del alma, ponerse a trabajar.

En tiempo normal nos olvidamos de pensar, nos conformamos en la seguridad de que las cosas, lo que tiene que pasar, bien o mal, están en su sitio y lo único que hay que hacer es estar.

Cuando se apaga la luz, cuando se mueve la alfombra de la seguridad, cuando el peligro es real, es tiempo de reflexionar y de diseñar el camino que nos lleve al nuevo destino que hemos de constituir y alcanzar. ¡Qué oportunidad!

Para quien abra los ojos, para quien piense un poco, para quien quiera vivir la vida y seguir viviendo, es tiempo de suerte, es tiempo de cambio, es tiempo de nueva vida, es tiempo de oportunidad.

Cada persona que esta viva y quiera seguir en la vida, uno debe imaginar y diseñar el futuro, su propio futuro y, si es posible, el de algunas de las demás.

jueves, 23 de octubre de 2008

201. EL PRESIDENTE BUSH SE RESISTE A SER UN SANTO


El Presidente de los Estados Unidos de Norteamérica, cristiano convencido, se resiste a la santidad. No solo no está dispuesto a poner la otra mejilla cuando le dan una buena bofetada sino que cuando recibe la segunda tampoco lo hace, ni siquiera cuando recibe la tercera accede a volver a poner la mejilla sana. Realmente se resiste a más bofetadas, decididamente no quiere ser un santo.

Más aún, cuando quien parece ser un buen anticristiano convencido, a base de bofetadas, quiere hacerle un santo, implora por medio mundo para que el Presidente George W. Bush le invite a su casa, este se niega a hacerlo, no quiere que ni su familia, ni sus amigos, ni los trescientos millones de personas a las que representa vean cómo le insultan y le ponen la cara destrozada.

Realmente, está claro que el actual Presidente de los Estados Unidos de Norteamérica no es un santo y se resiste a serlo. No quiere dar oportunidades a quien, cada vez que tiene ocasión, intenta partirle la cara.

Sin embargo, en mi opinión, a pesar de no ser un santo, el Presidente George W. Bush está próximo a la santidad.

Es verdad que no ha puesto la otra mejilla ninguna de las muchas veces que le han dado bofetadas, pero también es verdad que no ha maltratado, ni de obra ni de palabra, a su ofensor. Tampoco ha pedido a su familia, a sus amigos y a quienes le deben algo, que son muchos en el mundo, que den la espalda al hacedor de santos.

El Presidente de los Estados Unidos de Norteamérica, George W. Bush se ha limitado a no invitar a una fiesta, que hace en su casa, a un peligroso hacedor de santos que, seguro, cuando tiene la oportunidad le arrea un buen bofetón.

Yo pienso que el Presidente de los Estados Unidos de Norteamérica, George W. Bush, ciertamente, aunque no es de un santo, está muy cerca de la verdadera santidad.

miércoles, 22 de octubre de 2008

200. ES INEVITABLE SEGUIR HACIENDO EL CAMINO DE LA VIDA


Aunque no leyera los periódicos que los leo y aunque no escuchase la radio, que la escucho, sabría bien que peste del temor y la angustia de no ver salidas se extienden deprisa como una mancha de aceite que cubre cuanto nos rodea.

En las últimas semanas veo, cada vez con mayor frecuencia, en las calles, en los trenes, en autobuses y en los aviones rostros serios y miradas preocupadas.

En las tiendas las vendedoras parecen haber perdido la sonrisa y la atención, buena o mala, al cliente parece importar nada.

En los despachos y en las salas de reuniones participo de la preocupada tensión que produce la bajada de las ventas, el exceso de personal, la no renovación de las líneas de crédito o el retraso en los pagos de las administraciones públicas.

En mi teléfono resuenan peticiones de ayuda de empresarios que necesitan desprenderse de personal o de personas que van a ser, ellas mismas, sus hijos o sus amigos, despedidas de trabajos que consideran, acaso con razón, muy suyos. En todas las conversaciones encuentro tensión y miedo.

A mi correo electrónico llegan también, día tras día, palabras amigas que exploran en la angustia salidas al mal que a casi todos rodea.

Hay mil razones para tener miedo, hay mil razones para aceptar el dolor de la impotencia y esconder en el sueño la tristeza.

Sin embargo, creo que hay muchas más razones para superar el miedo, para rechazar la tentación de la impotencia, y afrontar con ilusión el futuro, que para sumirnos en el desánimo de una crisis miserable que, por ahora al menos, no toca la posibilidad de comer caliente, acudir a la escuela, ir al hospital o dormir bajo techo.

La crisis es poco probable que deje a quienes viven en España o a quienes me escriben desde lejos, en situaciones peores que las que fueron comunes a casi toda la población durante cerca de sesenta años del siglo pasado, años que están muy cerca y aún en la memoria de muchas personas que en parte las recordamos.

La crisis es poco probable que llegue a dejar a las gentes de América que hablan español peor que hace bien poco tiempo, cuando las guerras o guerrillas, las dictaduras, las catástrofes naturales o la explotación de tantos por unos pocos, recorrían campos y ciudades, sembrando hambre, exilio o muerte en familias y familias.

La crisis que hoy nos espanta es poco probable que quite la vida de nadie, ni siquiera de los ancianos que bien recuerdan los muchos años que pasaron hambre.

Lo más que puede pasar es que durante una temporada, meses, trimestres o quizá algún año, trabajemos más duro, pasemos más sustos, tengamos más miedos, pero, a fin de cuentas, no van a ser para todos tiempos tan malos como los años malos que, de tiempo en tiempo, todos hemos pasado o nos quedan por pasar.

Lo mejor de la vida es hacer el camino, por eso, aunque haya tiempos de duda o de desánimo, para los seres humanos es inevitable, aún sin quererlo, vencer el miedo, superar el desánimo y seguir, mientras estamos vivos, haciendo el camino.

miércoles, 15 de octubre de 2008

199. UN ENFADO ESTÚPIDO PARA GANAR NADA



Hoy he metido la pata, me he enfadado sin que valiese la pena, para ganar nada y además, he molestado a dos personas me he molestado yo.

Con relativa frecuencia, compro los billetes de avión o del AVE en una agencia de viajes de El Corte Inglés y hace unos días adquirí un pasaje para ir mañana, pronto por la mañana, y regresar tarde por la tarde, a Palma de Mallorca, que resultó, por tener para mí los mejores horarios ser de Spanair.


Me cobraron por emitir los billetes 25 euros, que no está nada mal, y aunque me dijeron que la tarjeta de embarque tenía que sacarla yo en Internet, me pareció bien.


Anoche, para estar seguro, entré en la página Web de la compañía aérea y no puede sacar la tarjeta, por ello y para no tener que estar en el aeropuerto aproximadamente a las seis y media de la mañana de mañana y levantarme antes de las seis, es decir, para dormir un poco más, he vuelto a ir al la misma agencia de viajes. La señorita, muy amablemente me ha dicho que ellos no sacaban las tarjetas de embarque y al preguntarle ¿que puedo hacer?, con una sonrisa de esas que saben a sorna, me ha contestado “pues ir un rato antes al aeropuerto y sacarla allí”.

Me he enfadado, me he enfadado mucho, no porque me hubieran cobrado los 25 euros de emisión, tampoco porque me dijera que no podían darme la tarjeta de embarque, y menos aún porque me dijera que tenía que sacar la tarjeta en el aeropuerto, sino exclusivamente por la sonrisa del “te fastidias”, que he visto en la cara de la vendedora mientras me daba su solución.


Inmediatamente he saltado como un muelle, y le he reprochado que la atención que había tenido conmigo era mala, muy mala, y lo he dicho en un tono no alto pero lo suficiente para que me escuchase su jefa que estaba cerca, acaso al quite. Por supuesto, no había nadie más en el establecimiento, ya que de haber habido otros clientes hubiera hablado mucho más bajo.


La vendedora, que eso sí, está mal entrenada o es mala profesional, en lugar de aprovechar mi queja y pedir disculpas, ha repetido varias veces que ella me había informado bien, que ella me había informado bien, que me había tratado bien y que yo no tenía ninguna razón para quejarme por su gestión.


La jefa, aunque sin demasiada convicción, ha apoyado a la vendedora y, como cualquiera puede entender, aunque en contra de lo que suelo hacer, no he podido evitar decirle que trabajaban mal, que habían tratado muy mal la queja del cliente y que no pensaba volver a comprar en su agencia absolutamente nada.


Afortunadamente no me han dicho que me quejase a la dirección o cualquier cosa por el estilo, porque entonces probablemente muerdo a las dos y además me quejo de verdad.


Finalmente, como las he visto bastante afectadas por mis palabras, les he dicho que aunque hubieran perdido el cliente, que lo han perdido, no valía la pena que se molestasen y menos aún que siguieran enfadadas porque yo, en cuanto saliese de la tienda, inmediatamente me desenfadaría..


Cierto, en cuanto he puesto los pies en la calle he recuperado el buen humor, he sentido un poco de pena por las chicas y me he ratificado en la idea de no volver a comprarles nada.


Pero ahora, cuando escribo esto, me estoy diciendo que soy medio tonto, que no vale la pena explicar a algunas gentes que es posible trabajar mejor, que hay que hacer las cosas bien...y todas esas cosas que no puedo evitar repetir y repetir a todos los que me quieran oír. Hubiera sido preferible no decir una palabra y no volver en la vida a esa agencia de viajes. No debería de haberles dado, al quejarme, la posibilidad de fidelizar al cliente ni la de aprender a hacer las cosas un poco mejor.

Lo siento, me he molestado sin que valiera la pena y, lo que es peor, he molestado a otras dos personas, realmente ha sido un enfado estúpido para ganar nada.

lunes, 13 de octubre de 2008

198. ALGUNAS IDEAS SENSATAS PARA AFRONTAR MEJOR LA CRISIS


Cuando hace falta pensar en las personas normales los políticos, sobre todo si ellos no tienen problemas y están en posesión de la verdad, hacen poco caso de las ideas sensatas que aquí y allá se van proponiendo para facilitar a las gentes angustiadas el poder afrontar las grandes dificultades que supone vivir día a día la crisis.

Sin embargo, aunque sirvan de poco, comentaré algunas que he leído o escuchado y que me han llamado la atención por su enorme sentido común:

Para los autónomos, base de la actividad económica de cualquier de nuestro entorno, que se están dando de baja para pasar a la economía sumergida porque no pueden para pagar las cuotas de la seguridad ni soportar las retenciones del impuesto sobre el rendimiento del trabajo personal, se les puede suprimir la retención durante seis meses o un año y darles una moratoria de tres, cuatro o seis meses, sin recargos en sus ingresos mensuales a la seguridad social.

Para quienes están a punto de ver ejecutada su hipoteca, se podría paralizar la ejecución durante tres, seis o nueve meses, sin costes adicionales.

Para quienes no van a poder pagar sus hipotecas o van a tener que emplear en su pago el dinero que necesitan para comer o comprar gasolina, se les puede ampliar el plazo hasta sesenta, ochenta o cien años, de forma que cuando se mueran aún quede por pagar algún dinero, porque han pagado muy poco cada año. Evidentemente ello requiere intereses muy bajos, como tienen los japoneses desde que les estalló el mismo problema hace ahora más de un lustro. Esto, además de dar tranquilidad a las familias, podría poner dinero en la calle para mejorar el consumo.

Y, si se reduce el impuesto de sociedades, el dinero que se ahorre probablemente podría ser una buena fuente para reducir la necesidad de créditos, que no hay, para financiar el circulante.

Hay más, hay muchas otras ideas que parecen sensatas y que se escuchan por todas partes. ¿Tendremos la suerte de que alguien de los que pueden hacer que se apliquen tenga humor y ganas de escucharlas?

viernes, 10 de octubre de 2008

197. NECESIDAD, ANGUSTIA Y CRISIS

Ayer, sobre las nueve de la noche, en los aledaños de la Estación de Chamartín, dos jóvenes, armados de cuchillos, bastante nerviosos, me pidieron que les entregase el maletín que llevaba en la mano, la cartera que tenía en el bolsillo, el reloj y el teléfono móvil.

Luego de una tranquila discusión pude convencerles de que los papeles que guardaba en el maletín para ellos carecían de valor, solo eran papeles, no llevaba reloj, el teléfono móvil me era necesario porque esperaba una llamada importante desde su país (el acento era inconfundible) y que de la cartera, demasiado usada para cualquiera, les podían ir bien los pocos euros que me quedaban luego de un largo día de gastar. Afortunadamente para ellos y para mi se quedaron veinte euros en papel y algunas monedas.


En el tira y afloja que tuvimos mientras cerrábamos el trato me confesaron que era su primer atraco, que no tenían trabajo, que no les gustaba hacerlo pero que todo estaba muy mal y que después de todo yo tenía aspecto de tener dinero y que tampoco me harían mucho mal al despojarme de un poco.

Como es natural empaticé con ellos. Empaticé mucho, tanto que si hubiera tenido más dinero se lo habría dado. Les pedí llamaran o que me dieran sus teléfonos para hablar con ellos despacio en mejor situación, pienso que no anotaron mi número ni me dieron los suyos por temor a represalias o, quizá, porque no estuve lo suficientemente hábil para ganarme su confianza, ahora lo siento mucho porque hasta es posible que se me hubiera ocurrido algo para ayudarles.

Luego, mientras caminaba hasta la casa de mi hija que vive cerca y durante muchas después, no he dejado de pensar en el drama que empiezan a vivir muchas personas cuando llega la crisis. Y, lo que es peor, estoy seguro de que dentro de unos meses estos hombres no podrán atender a las razones de nadie, la necesidad imperiosa y la desesperación por hacerse con dinero será tan fuerte que, si es preciso robaran y hasta matarán por conseguirlo. Eso está en la naturaleza humana y, la verdad es que me produce un dolor próximo al respeto.

Por eso, mi conclusión es sencilla, tenemos que pensar mucho, imaginar más todavía y trabajar duro para salir de esta crisis, para que nadie se vea obligado a robar o, en su desesperación, a matar. Y hemos de hacerlo ayudando en el camino a quien podamos, cada cual a su modo y como pueda, porque no se puede esperar, aunque no sea nuestra la culpa del problema, a que otros lo resuelvan.