Desde mucho antes de tener
hijos sabía, porque mi padre me lo había explicado, que el embarazo y el parto
de las hijas es una experiencia peor que dolorosa.
Es evidente que quien más
sufre y más goza es la embarazada y que, para el padre de la criatura, el tiempo de gestación y el parto los es
también de alegría y de preocupación.
Además, mientras las cosas son normales, el padre de
la criatura, por estar muy próximo al proceso, está al tanto de cuanto sucede,
está con la madre, al final pasa un rato malo y con la satisfacción de tener al hijo olvida el mal trago.
Pues bien, cada vez que
una de mis hijas, siempre con alegría, me ha anunciado su embarazo, desde el primer momento y hasta que
termina el parto, recuerdo todos los días a mi padre y me paso los nueve meses lleno de
espanto.
Por ello, cuando un
amigo me anuncia que va a ser abuelo yo, si le aprecio, pregunto: ¿es de tu
hijo? Si me contesta que la futura madre es su nuera me alegro mucho y le felicito por el éxito que supone, estos tiempos, tener un
nieto; pero si quien está embarazada es la hija, mientras le felicito, procuro no mirarle a los ojos
para que no descubra, y se asuste, la pena que me produce saber los meses de
tormento que le esperan hasta que llegue, precioso siempre, el vástago.
Pero, ¿por qué, José Luis, escribes sobre algo que todos los que
tenemos hijas y nietos bien sabemos?
Lo hago porque tengo un amigo
que, como es normal, ha sufrido el áspero embarazo de su única hija, muy querida,
preciosa, inteligente, estudiada y añosita que, hace cuatro días, luego de los nueve meses, ha tenido un hijo. Él es quien me lo ha explicado.
Su yerno, como todos los buenos
yernos, en los últimos días del embarazo de su mujer, preocupado por su suegro, le explicó que en su pueblo natal,
allá en el interior de África, luego del parto de una mujer, la familia, el clan
y toda la tribu, hace descansar y se vuelca en atenciones con quién se sabe que peor
lo ha pasado en el trance, que no es la madre
y que no es el padre, que es, con seguridad absoluta, el
abuelo materno de la criatura.
Y esto para que nos pensemos
que la sabiduría solo está en Europa…
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