Contemplando con espanto los resultados del
terremoto de hace cuatro días en Marruecos, que, sin intervención humana, ha desbastado el sur del país, hoy, 11 de
septiembre, los medios de comunicación conmemoran, casi a gritos, los atentados
de las Torres Gemelas, en Nueva York, en 2001; el golpe de estado, del general
Pinochet, en Chile, en 1973; y la capitulación de las tropas del Archiduque
Carlos ante las de Felipe V, en Barcelona, en 1714.
Y, empezando por la victoria que convirtió a Felipe
V, el primer Borbón, en Rey de España, en 1714, diré que fue el final de la
concepción española de la vida, de la fortaleza interna del Imperio español y,
lo digo sin dolor ni alegría, el punto de partida del mundo que vivimos hoy. Y,
asombrosamente, trescientos años después, sigue siendo el gran hito que, curiosamente,
en la misma línea que Luis XIV, su gran enemigo, los separatistas catalanes quieren
romper España.
Sí, aunque no es de mi gusto que los
independentistas hayan cambiado el sentido, mitificado y celebren hoy la Diada,
para proclamar su deseo de separarse de España, la derrota de las tropas del
Archiduque Carlos, creo que la deberíamos celebrarla todos, es sin duda, la
mejor muestra del dolor y de la rabia, intensísima, de muchos catalanes y de muchos castellanos, gallegos,
andaluces, valencianos, vascos, extremeños y asturianos, por ser apenas nada en el
pequeño resto del Imperio que es ahora nuestra
pequeña España.
Y, para añadir dolor, mi memoria hoy hace también
presentes las imágenes y los pensamientos del golpe de estado de 1973, del
bombardeo del palacio de la Moneda, de la muerte de Allende, de la destrucción
del proyecto comunista y la imposición de la dictadura en Chile. Sí, me espantó
el golpe y me espantaron sus consecuencias, pero entonces, quizá porque lo había
visto con mis ojos, lo que ocurrió para mí no fue una sorpresa, una parte muy
importante de los chilenos, las derechas, quizá la mitad, llevaba años siendo vilipendiada,
atacada y estaba a punto de ser destruida, como en los años treinta en España, saltaron
contra la otra parte, las izquierdas, quizá otra mitad, que terminaron destrozadas.
Como es evidente, los chilenos y quienes los
queremos, recordamos hoy con tristeza aquel día y, al recordarlo, deseamos de corazón
que no se repita y, que tampoco se repitan las circunstancias que hicieron posible
aquel horror.
Y, el más cercano en el tiempo, los grandes atentados
en Nueva York: el estrellarse de los dos aviones, el humo de los incendios, el
caer al vacío de las personas tratando de escapar, el derrumbe de las Torres
Gemelas, el dolor inmenso ante tantas muertes, y el temor que sentí ante el
éxito terrible del terrorismo yihadista frente a los Estados Unidos, vuelven a
estar presentes hoy para mí, como aquel día, entonces no lo sabía, que, para
mal, cambió el mundo.
Sí, tenemos que recordar los tres grandes
acontecimientos, los tres llenos de violencia, de sangre y de dolor; los tres torcieron
el curso aparente de la historia y están en la base de lo que es el mundo en que vivimos
hoy.
Pero, también debemos recordar que no es posible
cambiar el pasado y que el resultado de intentarlo, para los españoles, los
norteamericanos, los chilenos y para todos, puede hacer que el futuro sea,
aunque parezca imposible, mucho peor.
Nota, las imágenes que ilustran esta entrada están
tomadas de Internet: la del terremoto en Marruecos de El Heraldo; la de la
Diada de El Periódico; la de las Torres Gemelas de France 24; y la del golpe de
estado en Chile de Wikipedia.
1 comentario:
Deberíamos aprender de una vez de los desastres del pasado, así, nuestro futuro sería mejor.
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