lunes, 7 de diciembre de 2009

300. COMPRO ORO



La ciudad en la que vivo, a pocos kilómetros de Madrid, con sus setenta mil habitantes, buenas casas, cuidados parques, un mucho comercio e indudable bienestar, tiene una de las mayores rentas de España, muy cerca de 20.000 € por persona.

Pues bien, desde hace algunas semanas, en los parabrisas de todos los coches aparcados en la ciudad aparecen cada mañana dos octavillas que anuncian “Compro Oro”, de establecimientos recién abiertos en el centro de la ciudad.

He leído con detenimiento las dos octavillas y mi sorpresa inicial por la llegada a la ciudad de estos negocios, antes restringidos a pocos y muy concretos lugares de Madrid, se ha apagado muy deprisa. En época de crisis, me he dicho a mi mismo, siempre existen oportunidades que alguien aprovecha con diligencia.

Uno de los anuncios de “Compro Oro” ofrece “el mejor precio del mercado” y el otro afirma que compra “oro roto, viejo, nuevo, máximas tasaciones, pulseras, collares, monedas, relojes, anillos y papeletas del monte”, este último añade que “pago al instante hasta 15 € gramo”

Los promotores de estos negocios lo tienen muy claro, hoy el precio del oro en el mercado es de 23,41 € gramo, 34,70 $, pero existe en este momento un nicho, más que un nicho, un segmento de mercado integrado por personas que, sin saber nada del comercio del oro, necesitan dinero para cubrir necesidades urgentes y para las que vender una pulsera, unos anillos o unas monedas es la solución para poder ir a la compra o evitar que les corten la luz o el gas por falta de pago.

En la ciudad en la que vivo en las familias hay algo de oro. En unas más y en otras menos, en todas se guarda un anillo de pedida, una pulsera de la abuela, unos pendientes de la madre, un colgante de la suegra, un regalo del marido. Recuerdos valiosos, símbolos de amor, pequeños tesoros de la familia.

Pero, por más que nos empeñemos las cosas son como son, la realidad es muy testaruda y si hay que comer o hay que pagar la luz y no hay otra manera de conseguir dinero, mejor es desprenderse de la pulsera que quedarte sin luz o decir a los niños que no hay comida.


Estas octavillas me han retrotraído a mis visitas al rastro de Varsovia al comienzo de los años setenta y al comercio de alhajas bonaerense de antes y después de corralito, y me han recordado no pocas historias de los años cuarenta, escuchadas de labios familiares. Recuerdos de amarguras ya pasadas que regresan. Triste, ¿Verdad?

La situación económica, según dice el Gobierno de España, apunta mejoras próximas. Todo va a ser mucho mejor, va a ser mejor que el cielo y, mientras esperamos a que retornen los buenos tiempos, nadie está desamparado, todos estamos cubiertos por la bondad del Presidente y de su Gobierno.

Sin embargo, la realidad es que la crisis en España está llenando de dolor a muchas familias y que, nos guste o no nos guste, como siempre, cada uno de nosotros, como los comerciantes de “compro oro”, tenemos que resolver nuestros propios problemas, generar nuestras propias oportunidades, no esperar, porque es inútil, a que el gobierno o quien sea, nos llene el estómago con un algo de sopa y nos conduzca luego camino de la siempre relativa abundancia.

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