Cierra una semana en la
que la locura colectiva que parece haberse instalado entre nosotros nos ha regalado un nuevo disparate: El jueves 27 de
noviembre, una mujer, la Ministra de Sanidad del Gobierno de España, ha
dimitido, o ha sido obligada a dimitir, no
por su gestión sino porque un juez , en el desempeño de sus
funciones, ha propuesto que sea juzgada por ser “partícipe a título lucrativo”
de un delito, por haberse beneficiado de los frutos de las acciones
de otra persona sin que ella
supiera que esos frutos eran de origen
ilícito.
Aclarando más la
situación para que no haya dudas: La señora Ministra, antes de llegar al cargo
estuvo casada, hasta que se divorció, con un señor que, por lo que dice el juez, era un delincuente, que conseguía dinero y regalos
haciendo lo que no debía.
La señora, como tantas mujeres y tantos hombres casados en el mundo, tardó una buena temporada
en enterarse de cómo se las gastaba el personaje que tenía por marido y, cuando lo supo, me imagino su disgusto,
tomó la sabia medida de mandarle al cuerno y divorciarse.
Y ahora viene el juez y dice que la buena señora se
había beneficiado de los frutos de las malas acciones del golfo de su
marido. Y la verdad es que el juez tiene
razón: ella, aunque no tenía ni idea de lo muy malo que era su esposo, se subía en el coche, mal adquirido, que este conducía, asistía
a la fiesta de cumpleaños de su hija, regalada por otro golfo al golfo su marido y hasta es posible que algún día se lavase
las manos con un jabón especial, también mal adquirido, regalado por el ex
marido. Y ella hacía todo esto como lo hace cualquier mujer y cualquier hombre normal, lo anormal sería desconfiar
por principio de la persona con la que estas casado.
¿Por qué digo que la
dimisión es un disparate?
No porque el juez carezca
de razón, que en mi opinión, la tiene: ha aplicado el Artículo de 122 del
Código Penal, cuyo texto dice: “El que por título lucrativo hubiere participado de los efectos
de un delito o falta, está obligado a la restitución de la cosa o al
resarcimiento del daño hasta la cuantía de su participación.”
Tampoco porque,
lógicamente, si ella se ha beneficiado en
algo del producto de un delito, si el ex marido no lo hace, debe reintegrar la
cuantía por la que se hubiera beneficiado.
Y menos todavía porque la Ex Ministra fuera en su día tonta de remate y eligiera por marido a un botarate que salió rana. Es evidente que, al menos por ahora, haber
tenido un padre muy ladrón y sinvergüenza,
un hermano criminal y regalón, o una ex mujer
tan aprovechada como arpía, no es motivo
para que, fallecido tu padre,
encarcelada tu hermana o ya casada con otro tu antes muy querida arpía, una
persona honesta y capaz no se pueda ser ministra, diputado, alcaldesa
o concejal.
Es, en mi opinión, un disparate
obligar a dimitir a la ex ministra porque la razón ha sido exclusivamente el dar
tranquilidad a los políticos, del gobierno y de la oposición, ofreciendo “buena” carnaza a los medios de comunicación para que
estos comuniquen ciudadanos, ahora muy
enfadados, que los políticos en activo, son muy decentes y que “el que la hace
la paga”, aunque la única verdad es que la Ex Ministra, pobre mujer, no ha hecho nada.
Por supuesto, lo que sí es un disparate es que luego de meses y meses, esta semana tampoco, los políticos del gobierno y
de la oposición siguan sin ponerse de
acuerdo para decidir qué hacer para evitar que miembros de sus propios partidos cometan delitos de corrupción y que
si los cometen paguen con la sanción más
adecuada.
Nota:
Cuánto
he escrito anteriormente es independiente de mi opinión sobre la labor realizada
por la Ex Ministra en el desempeño de su cargo y lo es porque todo ello sería válido tanto si su trabajo hubiera sido excelente
o hubiera sido un desastre y
porque las razones de la dimisión no están relacionadas
con la eficiencia que esta señora
ha demostrado en el Gobierno de España.
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