Buenas noches,
Como cada
Nochebuena, tengo la oportunidad de felicitaros la Navidad y de transmitiros,
junto a mi familia, nuestros mejores deseos. Es una tradición que me agrada
mantener y que también me permite hacer llegar a vuestros hogares algunas
reflexiones sobre nuestro presente y sobre los retos que se nos plantean como
país.
Las
dificultades económicas y sociales que afectan a la vida diaria de muchos
españoles son una preocupación para todos. Una preocupación que se manifiesta,
especialmente, en relación con el empleo, la sanidad, la calidad de la
educación, el precio de los servicios básicos. Desde luego también con la
inaceptable violencia contra la mujer o, en el caso de los jóvenes, con el
acceso a la vivienda.
Así pues, son
muchas las cuestiones concretas que me gustaría abordar con vosotros hoy, si
bien esta noche quiero centrarme en otras que también tienen mucho que ver con
el desarrollo de nuestra vida colectiva. Es a la Constitución y a España a lo
que me quiero referir.
Este año,
nuestra Constitución ha cumplido 45 años. Durante estos años de vida
democrática, la Constitución, que la Princesa de Asturias juró el pasado 31 de
octubre, ha estado presente ininterrumpidamente en nuestras vidas. Y es, sin
duda, el mejor ejemplo de la unión y convivencia entre españoles.
No podemos
olvidar que uno de nuestros grandes activos en democracia es, precisamente, esa
convivencia basada en sentimientos compartidos y en la búsqueda común del
bienestar y la prosperidad de todos.
En Asturias en
octubre pasado, señalé —y así lo creo—, que es con la unión, con el esfuerzo
colectivo y con las actitudes solidarias como se construyen las grandes obras,
las que trascienden a las personas, las que duran y permanecen en el tiempo. Es
así como un país progresa.
Naturalmente,
en España todo ciudadano tiene derecho a pensar, a expresarse y defender sus
ideas con libertad y respeto a los demás. Pero la democracia también requiere
unos consensos básicos y amplios sobre los principios que hemos compartido y
que nos unen desde hace varias generaciones.
Y esa unión,
que tiene profundas raíces históricas y culturales, debe descansar sobre todo
en los valores que rigen toda convivencia democrática: la libertad, la
justicia, la igualdad, el pluralismo político.
Esos son los
valores que nos cohesionan, que le dan fortaleza y permanencia a un sistema
democrático como el nuestro.
Y así los
define y establece nuestra Constitución, que ha sido el mayor éxito político de
nuestra reciente historia, y que supuso la culminación de un proceso que
mereció una admiración y un reconocimiento internacional extraordinarios.
Gracias a
ella, España consiguió construir y consolidar una democracia plena, abierta e
integradora, un Estado Social y Democrático de Derecho, que ha asegurado
nuestra convivencia y que nos ha permitido superar diversas y graves crisis en
los últimos años. Esa es la evidente realidad de nuestra historia reciente
constitucional.
Gracias a la
Constitución conseguimos superar la división, que ha sido la causa de muchos
errores en nuestra historia; que abrió heridas, fracturó afectos y distanció a
las personas. Superar esa división, por tanto, fue nuestro principal acierto
hace ya casi 5 décadas. Por eso, evitar que nunca el germen de la discordia se
instale entre nosotros es un deber moral que tenemos todos. Porque no nos lo
podemos permitir.
Y hay otra
dimensión de la Constitución en la que a menudo no reparamos, y que sin duda es
también muy importante: La que nos permite asegurar nuestro modelo de vida,
nuestra forma de vivir y de entender la vida. Expresarse libremente, recibir
una educación, tener un empleo, o protegerse de la enfermedad, es sin duda
clave en nuestro día a día. También lo es, acceder a una vivienda, formar una
familia, contar con ayuda social o disponer de un retiro digno... Todos esos
hechos diarios —y muchos más— son los que la Constitución ampara, garantiza y
protege.
Por ello,
quiero reivindicar la Constitución no solo como valor democrático de presente y
de futuro, sino también como instrumento y garantía imprescindible para que la
vida de los españoles pueda seguir discurriendo con confianza, con estabilidad,
con certidumbre. Para que podamos disfrutar libremente de una vida en la que
cada uno —con sus circunstancias— pueda ver razonablemente satisfechas sus
legítimas expectativas, sus ambiciones, proyectos y necesidades.
Pero es
evidente que para que la Constitución desarrolle plenamente su cometido no solo
se requiere que la respetemos, sino también que conservemos su identidad, lo
que la define, lo que significa; su razón de ser como pacto colectivo de todos
y entre todos para un propósito compartido.
Y, finalmente,
exige que preservemos su integridad como lugar de reconocimiento mutuo, de
aceptación y encuentro aprobado por todos los españoles, como legítimos
titulares que son de la soberanía nacional.
Por tanto,
fuera del respeto a la Constitución no hay democracia ni convivencia posibles;
no hay libertades sino imposición; no hay ley, sino arbitrariedad. Fuera de la
Constitución no hay una España en paz y libertad.
Y junto a la
Constitución, España.
Los españoles
iniciamos hace ya casi medio siglo un nuevo camino; lo hicimos juntos,
democráticamente, en un proyecto común. Aprobamos una visión compartida de
España que reconoce el derecho de todos a sentirse y a ser respetados en su
propia personalidad y en su cultura; con sus lenguas, tradiciones e
instituciones.
Y hoy, España
es una sociedad fuerte, que ha demostrado muchas veces los valores que forjan
nuestro sentido como comunidad política:
Hemos sido
solidarios con quienes han sufrido la adversidad; Hemos tenido un
comportamiento cívico ejemplar en la superación de la COVID;
Hemos
demostrado coraje, dignidad y principios frente al terrorismo;
Y hemos
expresado y —sobre todo— defendido nuestros valores constitucionales cuando
estos han estado en cuestión o se han puesto en riesgo.
Y todo ello,
también lo hemos hecho juntos y de acuerdo con el marco constitucional,
decidido por todos los españoles.
La razón
última de nuestros éxitos y progresos en la historia reciente ha sido
precisamente la unidad de nuestro país, basada en nuestros valores democráticos
y en la cohesión, en los vínculos sólidos del Estado con nuestras Comunidades
Autónomas y en la solidaridad entre todas ellas... Basada también en nuestra
apertura al exterior con una profunda vocación iberoamericana y europea.
Precisamente, España ha presidido el Consejo de la UE durante el último
semestre, en el que se ha reforzado la unidad de Europa.
No tengo duda
de que la unidad, será también la clave para que podamos afrontar con éxito los
serios y complejos retos de futuro a los que España se enfrenta hoy.
Para abordar
ese futuro, todas las instituciones del Estado tenemos el deber de conducirnos
con la mayor responsabilidad y procurar siempre los intereses generales de
todos los españoles con lealtad a la Constitución. Cada institución, comenzando
por el Rey, debe situarse en el lugar que constitucionalmente le corresponde,
ejercer las funciones que le estén atribuidas y cumplir con las obligaciones y
deberes que la Constitución le señala.
Debemos
respetar también a las demás instituciones en el ejercicio de sus propias
competencias y contribuir mutuamente a su fortalecimiento y a su prestigio. Y
finalmente debemos velar siempre por el buen nombre, la dignidad y el respeto a
nuestro país.
España ha
tenido a lo largo de su historia, durante siglos, la responsabilidad de influir
en el rumbo de la Humanidad. Como también ha atravesado períodos de tragedia,
silencio, aislamiento y dolor. Pero el pueblo español los ha superado siempre;
ha conseguido sobreponerse, sabiendo elegir su camino con fortaleza y con el
orgullo de los pueblos que son y quieren ser.
Deberíamos
tomar mayor conciencia del gran país que tenemos, para así sentirlo más y
cuidarlo entre todos. Así podremos cumplir mejor con la obligación de la que
hablé hace unas semanas en las Cortes: la de garantizar a las jóvenes
generaciones el legado de una España unida, cohesionada, con voluntad de
entendimiento, y sólida en sus convicciones democráticas, cívicas y morales; el
legado de una España respetada, de una Nación querida, en la que puedan
continuar desarrollando sus vidas de manera libre, de manera segura en un
entorno de estabilidad y confianza.
España seguirá
adelante. Con determinación, con esperanza, lo haremos juntos; conscientes de
nuestra realidad histórica y actual, de nuestra verdad como Nación. En ese
camino estará siempre la Corona; no solo porque es mi deber como Rey, sino
también porque es mi convicción.
Gracias por
vuestro tiempo en esta noche y junto a la Reina, la Princesa Leonor y la
Infanta Sofía os deseamos una feliz Nochebuena, con un recuerdo muy especial
para quienes, en este momento, con dedicación y entrega, velan por la seguridad
de todos, y por el funcionamiento de los servicios públicos.
A todos, Feliz
Navidad, Eguberri on, Bon Nadal y Boas festas. Muy buenas noches; y Feliz y
próspero año 2024.