Todos lo hemos vivido: la madre que
dice a su hijo, siempre que lo ve subido, sentado, en la rama de un árbol, -
bájate niño, que te puedes caer; y, el niño, que sabe muy bien lo que hace, un
día se cae y, si la madre y el hijo tienen suerte, el muy desobediente niño
solo se rompe dos brazos y una pierna.
O, también lo
hemos vivido; el padre que dice a su hijo -estudia hijo, si no lo haces, te van
a suspender; y el adolescente, que es listo y tiene fama de listo, no estudia y aprueba con la gorra; y mira por dónde, cuándo
llega su primer examen importante no solo lo suspende sino consigue, además, terminar
el curso haciendo bacarrá.
Y es cómo un
muy buen amigo, muy experto piloto, que mil veces asombró al mundo con sus
increíbles acrobacias, hasta que un día, porque, contra las muchas y serias
advertencias de sus jefes, intentó el “más difícil todavía”, el avión, para su
desgracia, no respondió.
O, es bien
conocido ese refrán que dice “tantas veces fue el cántaro a la fuente que, un
día, se rompió”.
Y, para mi
asombro, cuando yo, ¡inocente de mí!, estaba convencido de que nuestro
presidente del Gobierno, el egregio doctor Sánchez, era la excepción, después
de haber hecho todo lo que ha querido, saltándose innumerables normas con indudable éxito, de repente, por algo de
muy poca importancia, un pequeño capricho de su mujer, apenas una minucia, descubro
con el mayor de los asombros, que seguro, ha quedado herido de muerte e irremisiblemente,
va a caer.
Nota: la imagen que ilustra esta entrada está adaptada de otra tomada en Internet de El Español.
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