El eficiente Gobierno de Bolivia ha decidido despedir a los directivos de las empresas recientemente nacionalizadas que ganen más 6.400 € mensuales. La medida se dice que alcanza al centenar de personas que han ocupado hasta ahora los puestos clave de esas empresas.
Supongo que la medida tiene la finalidad de generar ahorros en los gastos de las empresas petroleras y contribuir con ello a dotar de fondos a la administración boliviana para emplearlos en subvencionar a las futuras autonomías indígenas de la Patria Boliviana.
El problema de la importante medida es que el principal motor de los resultados de las empresas son sus directivos y que sin personas capaces en los puestos de gestión, los resultados decrecen y las pérdidas están aseguradas.
No dudo que para los directivos afectados por el trauma del despido va a ser un problema marcharse lejos, salir al exilio si son bolivianos, recoger los recuerdos, hacer mudanza y abandonar Bolivia, encontrar alojamiento, colegios para sus hijos y nuevas relaciones para el entorno familiar en otras partes del mundo. Sin embargo, en un tiempito estarán estupendamente allá donde les contraten, sin más preocupaciones que las personales o profesionales, para generar riqueza desde el mundo del petróleo, de los transportes, de la banca o de cualquier otro sector de la economía.
¿Alguien se puede creer que las empresas transnacionales son tan estúpidas como para pagar mil y pico euros o mucho más a sus directivos si pudieran contratarlos por mucho menos?.
¿Alguien se puede creer que los resultados van a ser mejores o similares con los nuevos gestores de a 1.000 o 2.000 o 3.000 Euros mensuales que con la de quienes se van a marchar?
Actuaciones como la del Gobierno de Bolivia hacen que regrese a mi mente La Rebelión de Atlas y agradezco a su autora, Ayn Rand, el haber escrito esta gran obra. No estaría mal que, aunque tenga bastantes páginas, este viejo libro se leyera un poco más.
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