Cuando hace un mes daba por terminado mi libro Reflexiones,
recuerdos y margaritas blancas, la pandemia que en estos momentos asola el
mundo era para mí algo así como “una enfermedad parecida a la gripe, mala pero
no muy mala, que mata viejos en una provincia del interior de China”, y ni en
el más remoto de mis peores ensueños se me hubiera ocurrido pensar que los
gérmenes del Covid – 19, del
coronavirus, en unas cuantas semanas se extendería fuera de su país de
origen, por todo el planeta.
Evidentemente, en aquellos momentos mis más oscuros pensamientos
se centraban en el fanatismo del presidente y de los ministros del gobierno y
en el peligro que, para España y para los españoles, podrían suponer las acciones de un político
que, entre sus méritos cuenta el haber plagiado no pocas páginas de su tesis
doctoral.
Y mira, por entonces también tenía muy claro que, aunque he
cumplido setenta y seis años, seguía teniendo obligaciones para con mi familia
y para con mis conciudadanos y que estas se centraban en
contribuir a la salud de los españoles escribiendo primero a favor de la
vacunación de los niños y de la
conveniencia de que también se vacunasen de las enfermedades infecciosas todas las personas que trabajan en el mudo de
la salud; y, todo ello sin olvidar que debía oponerme, con todas mis pocas fuerzas, a los
desmanes que se anunciaba iban a llegarnos de la mano del actual gobierno en
parte socialista y en parte comunista.
Pero, no lo había tenido en cuenta, ¡existen los cisnes negros!
En esta preciosa mañana de un marzo que mayea veo, desde la
cristalera que son mis ventanas, la luz de un sol que llena la calle desierta y me
tienta a contravenir las instrucciones que ha dado “la autoridad”,
cubrir mi cabeza con un sombrero panamá, tomar en la mano un bastón ligero y, salir de casa para dar un
paseo para disfrutar de de la primavera
que, aunque no lo es todavía, todo lo llena.
Pero no, la pandemia del Covid -19, aunque está en sus comienzos,
todo lo ha trastocado y, como un milagro, ha venido para abrir mis ojos o, al
menos entornarlos, para ver o, acaso
todavía solo para vislumbrar el camino que Dios o el destino han marcado para mi cuando pensaba y acaso fuera cierto, que en la vida me quedaba casi nada por hacer.
De entrada, porque es evidente, debo, es mi obligación enterarme
y reflexionar sobre lo que ocurre a mi
alrededor y más allá, indagar sobre dónde existen oportunidades, dirigir todo
mi esfuerzo a buscar formas para contribuir a que el mundo, tan distinto, que
nos viene inexorablemente, sea tiempo de esperanza, con nuevos caminos y renovadas
ilusiones, un mundo en el que el trabajo, el
esfuerzo y la entrega a grandes o pequeños desafíos haga felices a los
hombres mientras avanzan en la vida. Y no cabe, porque es muy costoso y nada
útil, dedicar un segundo a dejar que
la preocupación, la sensación de
impotencia, el miedo, la angustia, o la
desesperación se abran paso en nuestro pensamiento; el nuevo tiempo será distinto sí, pero será
tiempo de ánimo, de oportunidad, de esperanza, de ilusión, de éxito y de
futuro.
Y, siendo consecuente con la nueva situación, sin pesar, ¡es
asombroso!, he eliminado de mi cabeza y de la pantalla de mi ordenador las bastantes
páginas y muchas notas que a lo largo de dos años largos he obtenido de múltiples
lecturas y bastantes entrevistas con médicos, juristas, psicólogos, naturistas,
trabajadores sociales y personas con
sentido común sobre las vacunas, los
movimientos antivacunas, la necesidad de vacunar, los peligros de las vacunas, la industria de las vacunas, el
negocio de la vacunación y de la no vacunación, las leyes que regulan la
vacunación, etc. Todo ello es pasado y carece de utilidad que siga escribiendo
y pensando sobre ello: cuando termine la pandemia de Covid -19 la necesidad de
crear muchas y nuevas vacunas y vacunar
a la población será tan obvia que hablar de los movimientos antivacunas y su
evolución solo tendrá sentido en el contexto de una “novela histórica”.
¿Me importa “tirar” el trabajo de dos años?, pues la verdad es que
no, el objetivo que me había planteado
con la novela que no he terminado se va a conseguir y con un éxito un millón de veces superior, como resultado de una
pandemia ocasionada por una enfermedad para la que no existe vacuna…y, por otro
lado, al dejar de lado el tema de las vacunas
puedo dedicar mi tiempo y mi esfuerzo a escribir sobre otros temas más relevantes y seguro más divertidos de cara
al futuro.
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