Quizá
porque tengo un gran disgusto, uno de
mis amigos, muy querido, está ingresado
en el hospital, no sabemos si infectado con el virus; me agobia cada día un poco
más estar encerrado en casa y también
porque me horroriza lo que estoy viendo
del gobierno, de “los suyos” y de
sus “terminales mediáticas”, aunque estamos terminando el sábado, he abierto el
ordenador y, con no poco esfuerzo, para que las lean mis amigos, he reunido,
haciendo frases, unas cuantas
palabras.
Parto
de señalar la profunda preocupación que, literalmente, no me deja dormir
tranquilo porque me despierto una y otra vez pensando en la multitud de personas que ahora
mismo, viejas y solas están encerradas en casa sin apenas recursos para comprar nada, y en los cientos
de miles, acaso millones, siempre las más pobres y menos favorecidas, que van a padecer las consecuencias de la crisis económica que
va a dejar, cuando se marche, el coronavirus.
Y, pienso
también, con alguna esperanza, en que la actuación de la Unión Europea, con todas sus limitaciones
y todos sus problemas, puede si no resolver sí atenuar mucho este drama que, sin el esfuerzo de todos y la ayuda
de Dios, puede devenir en largos tiempos
de terrible tragedia.
Pero
también he de decir que desde hace días, hay otro tema que me atormenta, sobre todo desde que he leído los parece que insignificantes resultados de la reunión que
telemáticamente han mantenido, ayer o
antes de ayer, los Jefes de Estado y Gobierno para analizar la situación de la
pandemia y tomar decisiones para reducir
sus consecuencias: es una fábula de Esopo.
Sí,
una de las fábulas de Esopo, el esclavo que
las escribió hace 2.600 años, y que hoy, pasados
26 siglos, ¡se dice pronto!, están, siguen estando, en lo más profundo
del ser y de la cultura de esos herederos de la cultura griega y romana que
somos los europeos.
Esa fábula
que ¡es asombroso! todos conocemos y
nadie, nadie en Europa, jamás olvida, es La cigarra y la hormiga.
En
resumen: “En pleno verano, en un día de muchísimo calor, una cigarra pasa el
tiempo, muy tranquila, debajo de un árbol, cantando, feliz y sin mover un dedo,
es decir, sin trabajar nada. En esto, pasó por delante de la cigarra su vecina,
una hormiga que, camino de su casa, cargaba
sobre su espalda un grano de trigo más
grande que ella; la cigarra intentó que la hormiga dejase de trabajar y se
quedase con ella a cantar y bailar, pero la hormiga le dijo algo así como: no cigarra el verano es corto y el invierno
largo, tengo que trabajar, y bien harías tu si hicieses lo mismo que yo y en
lugar de holgar te pusieses a trabajar. Por supuesto, la cigarra acusó a la
hormiga de ser idiota, se rio mucho, se burló de ella y siguió a lo suyo, sin
trabajar.
Cuando
unos meses más tarde llegó el duro invierno, la cigarra, que no había trabajado
y ahorrado lo suficiente durante el verano, muerta de hambre y de frio, muy
desesperada, pidió ayuda a su vecina la hormiga, pero la hormiga, recordando a
la cigarra la conversación del verano y cuánto se había burlado de ella, le
cerró la puerta en las narices y no le dio nada”
Y
ahora, con la filosofía que encierra esta fábula, ¿puede pretender el gobierno
de España que, sin resistirse, no pocos europeos, muchos alemanes y sobre todo los holandeses, esos comerciantes
despiadados y asertivos que, por no gastar, dan mordiscos a las lentejas, que cuidan
su dinero más que los escoceses y mucho más que los catalanes, abran sus bolsillos para
que los “anti austericidas”, socialistas y comunistas españoles o
italianos se gasten en cuatro días lo
que a ellos les ha costado ahorrar años?
Y, por otro lado, es fácil entender a esos otros europeos que, porque conocen muy bien lo que es el comunismo, lo han vivido durante muchos lustros, y saben de memoria ese resumen de Granja animal que dice “todos somos iguales, pero unos somos más iguales que otros”, no quieren poner su dinero para que el Marqués de Galapagar se haga más fuerte, más poderoso y haga más grande su casa, tanto como lo era el palacio de su correligionario rumano, el tirano Nicolae Ceaușescu.
Nota
Mientras
los españoles de bien hacen y seguirán haciendo bien lo que tienen que hacer,
no me cabe la menor duda, el presidente, los ministros del gobierno, sus medios
de comunicación, los miembros del PSOE
que mandan ahora y los muchos aprovechados
comunistas que pululan por España, van a tratar, con mucha propaganda y
mil mentiras constantemente repetidas, mientras imploran su ayuda, acusar a la
Unión Europea de ser mala, muy mala, malísima, porque no les da dinero para
gastar, como la cigarra, comiendo, bebiendo, bailando y, como en Andalucía, fornicando. Pero yo, al
menos yo, del Doctor Sánchez y de este gobierno, mientras no cambie mucho, no me creo ni una sola palabra.
No hay comentarios:
Publicar un comentario