Pues resulta que sí, que el miedo el libre y, para mí asombro, me
está alcanzando.
Aunque tengo bien llena la
despensa y el congelador sé que no tiene
fondo, cada día con mayor frecuencia, viene el miedo para avisarme: aunque te resistas José Luis, tendrás que
salir de casa, dentro de cuatro días has de comprar en la farmacia.
El miedo es libre, lo sé, no me preocupa dejar este mundo, pero
mis hijas me han dicho, cada una a su modo, las dos lo mismo: “papá, ahora no estoy para que me des disgustos”, y,
porque no está Cristina, es a ellas a las que estoy obligado a tener un sano miedo.
Y salir a la calle… hoy en
Madrid hemos alcanzado algunos más de los 1.500 muertos. Dicen los expertos que
por cada 100 infectados hay entre 0,05 y
0,07 muertos. Por eso, si salgo a la calle,
es más que posible que un virus me vea, le guste mí olor y me asalte.
Está claro que me va a costar mucho, cuando tenga que hacerlo, salir a
la calle.
1 comentario:
Llevas razón en cuanto al miedo sano. Hay que tenerlo. Y más los que estamos en una edad de asumir riesgos innecesarios. El argumento de no dar disgustos a nuestros hijos es muy bueno.
Publicar un comentario