Luego de una larguísima
mañana de lluvia, por la tarde, menos mal, hace sol y aunque no puedo salir a
la calle, asomado en una ventana bien abierta, disfruto del limpio y frio aire
que viene de la sierra, mientras dejo
volar mi alma, libre del motivo que me encierra en casa.
Por la calle, de rato en
rato veo pasar personas, casi todas con mascarilla y algunas arrastrando perros.
Me llama la atención lo mucho que a veces me cuesta distinguir si son hombres o
mujeres, y juego conmigo mismo a adivinar si la siguiente que pase tendrá nombre
masculino, femenino o, podría ser, neutro y, la verdad es que, por la sensación
que me producen, para mí son todas de genero neutro.
¡Cuánto ruido! Mis
lucubraciones se interrumpen. Escucho aplausos. Me doy cuenta, son las ocho de
la tarde y estoy asomado en la ventana; yo también aplaudo; aplaudo con fuerza hasta
que solo se escucha en la calle el sonido de mis manos.
¿Por dónde iba? Ah sí, divagando,
porque no siendo del género bobo, tengo que admitir que no es que la gente lo
sea, es que yo, por mis años, ya estoy muy dentro de eso que es el género neutro.
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