Si
bien procuro, sobre todo cuando mis simpatías por el otro son escasas, no caer
de ninguna manera en la locura que son los juicios de intenciones, resulta
extremadamente difícil para mí, no aplicar
a las palabras y más aún, a las decisiones, muchas veces del todo inexplicables,
del presidente, de los vicepresidentes y de los ministros del gobierno de
España el viejo refrán, piensa mal y acertarás, que era para mi mujer verdad absoluta.
Leo
repetidas veces, en los medios digitales y en las redes sociales, noticias
relacionadas con las dificultades que el gobierno pone a particulares y
empresas, para la aplicación de los test que permiten saber si una persona está o ha
estado infectada por el Covid 19, el terrible
bicho de la pandemia.
Es
evidente que, si el gobierno pone trabas, sin que cueste dinero al fisco, a
que la gente sepa si está limpia o está
infectada, no es por casualidad; es por algo, y si ese algo se oculta, lo
normal no es pensar no mal, lo normal es, porque el tema es
muy serio, pensar muy, muy mal.
¿Será
porque hay millones de infectados por el bicho y el presidente no quiere que se
sepa que él es el campeón del mundo en la Liga de Difusores del Bicho “Premier 2020
Covid 19”?
¿Será
porque quiere que todos nos infectemos y, cuando haya vacuna convertirse en el mesías salvador de todos los españoles, incluidos los más cerdos de los fascistas?
¿Será
que piensa hacer rico, dándole la
exclusiva de la venta de los test en España, a algún familiar, amigo o conmilitón
socialista y está esperando a que ese familiar, amigo o conmilitón socialista,
haga acopio de 48 millones de test fiables en el “mercado persa” de la China
comunista?
¿Será
porque si resulta que, porque con los
test la gente descubre que está sana, se
enfadará muchísimo y llenará de querellas y demandas, contra el presidente y su
gobierno, en los juzgados de guardia, por gastones, mentirosos y otras malas palabras?
Seguro
que si alguno de mis amigos socialistas, personas capaces y decentes, lee esta entrada se enfadará conmigo por atreverme
a pensar del doctor Sánchez cosas bastante malas, haciendo con ello, además, un indecente juicio de intenciones. Sin embargo,
amigos míos, porque tengo 76
años y soy un viejo, de esos a los que si le atrapa el bicho lo normal es que, como
antes, chulescamente, se decía, la palme, creo que tengo todo el derecho del
mundo a que el presidente y el gobierno me digan por qué la buena gente de España no puede saber si está sana o está infectada.
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