Hace casi un año comencé a escribir la Historia de Matías, mi novela rosa, que por unas u otras razones he tenido parada durante muchos meses, hasta que he podido tomar el impulso suficiente para colgar el preludio y los dos primeros capítulos en un blog específico (hay un enlace en la parte derecha de este blog), y tener ya la tranquilidad de tener muy avanzados los dos siguientes capítulos y la trama, casi completa de toda la novela.
La experiencia de escribir una novela está siendo, para mí, por muchos motivos, apasionante, no solo por cuanto supone de ejercicio de la imaginación, sino, sobre todo, por la sensación cada vez más fuerte, de que los personajes cobran su propia vida, cada uno la suya, y son ellos los que parece que llevan tu mano por el teclado del ordenador expresando lo que quieren que se sepa, se sugiera o se oculte de cada uno de ellos. Algunas veces pienso que los hombres y las mujeres que corren por las páginas de Historia de Matías llevan vivos, creciendo y viviendo escondidos en alguna parte de mi cuerpo, desde que era un niño.
Me he dado cuenta, qué curioso, que sin haber incluido absolutamente nada de cuanto yo he vivido, mis personajes, cuando van creciendo, ellos solos, están llenándome de experiencias que sin ser nuevas, eran para mí desconocidas.
Cuando, dentro de unas semanas Historia de Matías haya crecido en páginas de amor, desamor y aventuras, volveré a escribir para contar a todos si los personajes de la novela rosa siguen teniendo vida propia o si la vida de estos ha sido tan solo la ilusión de un autor que, por juego o desafío, está escribiendo, por primera vez una novela, una novela rosa.
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