miércoles, 24 de abril de 2024

1019. ESCRITO A MANO PARA NO OLVIDAR (VII)

 Se incluyen en esta entrada las páginas 15 y 16, las últimas, del texto Escrito a mano para no olvidar.

Las pequeñas cosas alegran y, a veces, también, oscurecen el corazón.

Esta mañana he ido al hospital y, contra lo que me decía el cuerpo, no estoy mejor; las heridas han empeorado, en esta semana, en lugar de progresar, han retrocedido.

Se que es normal, pero es el miedo que retorna, el temor al hospital, el pánico a las noches. La espera del día en que no pase nada; el tiempo de y sin esperanza.

El dolor me acompaña día y noche, no se apaga nunca, es compañía fiel. ¡No puedes quejarte? Sí, me quejo y me dan algo así como nolotil, que me calma un rato y, a veces, duermo.

Quizá estoy viviendo un tiempo de convalecencia, un tiempo que pasados los días, las semanas o los meses, estará en el olvido. O no, acaso ha venido para quedarse en mi compañía. Ya sabes, el dolor ajeno es una palabra y las lágrimas de los demás, agua.

No creo que estas páginas de convalecencia sirvan para algo. Incluso dudo que valga la pena volver sobre ellas y releerlas.

Me parece que todo es un gran nudo que, ni cortado dejaría de sujetar el principio básico de la vida que es sobrevivir. La salud es lo que te sujeta a la vida, y ahora, en esta convalecencia, ¿terrible?, la estoy viviendo, y es como es.

Nueve de abril, tiene razón mi amigo Juan Ramón, al decirme que ponga fecha a lo que escribo. Y mi hermana Concha al recordarme que tengo que escribir.

Me han dicho que por las noches me dan algo para dormir, y pienso que o no es cierto o es muy poco, porque duermo poco a deshoras, las noches entre nada y algunas letras del e-book.

Rezo el Ave María y de cuando en cuando tengo que pararme porque no se seguir. Es curioso, ¿será deterioro cognitivo o, simplemente, falta de atención? Juan Ramón está con la quimioterapia a punto de hacer efecto, mañana estará peor y pasado ya veremos. Y, me pregunto ¿vale la pena lo que está pasando para conseguir algo, si consigue algo?

Y yo, ¡Será esto simple convalecencia? ¿Es el preludio de algo peor? Y sea lo que sea, he de resistir.

No, no tengo que prolongar mi vida artificialmente, pero tampoco puedo dejar de vivir o que haya de vivir. La mayor enseñanza es el ejemplo, y, porque creo que  deber y responsabilidad no son palabras vacías, he de cargar para dar ejemplo: cuando tengan días difíciles se acordarán del abuelo y si el ejemplo del abuelo es resistir, será para ellos más fácil hacerlo; pero si el abuelo se deja morir ellos le seguirán sin dudarlo un momento. Sí, hay que respetar las leyes de la vida, el rio dorado que baja agitando su fuego y lanzando gotas de vida alrededor del cauce.

 

NOTA

En este punto terminan las 16 páginas manuscritas que contienen mi experiencia, o lo qe me parece ha sido mi experiencia, en el proceso de convalecencia  que estoy viviendo y que comenzó con mi llegada a la residencia, el 22 de abril de 2024,  hasta el día 11 del mes de mayo de 2024.

En el momento en que se redacta esta nota, 23 de abril, el proceso de curación sigue en una evolución positiva, con dolores sí, pero viendo a lo lejos una luz que anima a la esperanza.

Y, para terminar esta nota, decir que, salvo acontecimientos imprevistos o situaciones extremas, el relato de mi enfermedad queda cerrado.

martes, 23 de abril de 2024

1018. ESCRITO A MANO PARA NO OLVIDAR (VI)


Se incluyen en esta entrada las páginas 13 y 14  del texto Escrito a mano para no olvidar.

El dolor ajeno es apenas una palabra, y las lágrimas de los demás solo son agua. Estas dos frases me atormentan por su absoluta realidad, terrible sin ninguna duda.

Creo que yo jamás hubiera podido ser un martir de ninguna fe, ni un guardián de secretos ante un torturador, ni el protector de nadie ante un peligro que supusiera vencer al dolor.

Y, en eso estoy, en el dolor agarrado a mis partes, en realidad al escroto, y al cuerpo todo que parece está al servicio de ese dolor.

Aquí, no se la razón como en otras partes, se resisten a apagar el dolor, te dan un pequeño calmante y guardan el que sería suficiente para cuando lo que te duele sea más de lo que esa droga puede apagar

Cristina, lo recuerdo bien, se resistía a la morfina, quizá porque le anulaba  un poco, quizá mucho, su capacidad para pensar solo pedía “un rescate” cuando le dolía mucho; y tenía siempre puesto un parche  que atenuaba la mayor parte de la carga del dolor.

Dentrio de un ratito vendrán a verme mis hermanos o quizá, mis hijos. Me gusta mucho que vengan y sentir su cariño, pero no quiero que que estén aquí mucho rato, es mejor que gasten su tiempo con los niños, juntos, eso es lo que pasados los años construye las familias.

Y ahora, sigue el dolor, y, ¿qué hago? ¿Llorar?  

Han pasado 49 años desde el lunes 7 de abril de 1974, el día que nació mi hijo Luis.

Y, salvo el niño y yo, su padre, el resto de las personas que compartieron la alegría de ese día  ya no están. Cristina, la joven madre a la que tanto gustó el niño, moreno y peludo, que era su hijo; mi madre y mi suegra, mi suegro y mi padre, eran buenas gentes.

Dice Gonzalo, mi hermano ya, que escriba lo que siento y lo que veo en los restos de lo que he  pasado y la  convalecencia; el miedo, la esperanza, el dolor, la soledad; soledad no he sentido, estoy rodeado de mi familia y de muchos amigos, casi no se cuantos y no entiendo del todo las razones por las que existe ese aprecio. 

Mis alumnos, creo, en general estaban contentos conmigo como profesor, pero ahora me parece que era más por talante que por los contenidos de las materias que impartía. Quizá porque ofrecía ideas sobre un mapa lleno de obviedades que aporta nada y siempre me sorprende, para mal, cuando tropiezo con ellas.

Pero, me desvío. Dentro de un ratito, ya, iré a la calle, ¡tengo que resistir! A celebrar el cumpleaños de Luis, 49, espero que el 50 sea mejor. Bien, ya está, el 7 de abril de 2024, recordando aquel otro 7 de abril de 1975.

lunes, 22 de abril de 2024

1017. ESCRITO A MANO PARA NO OLVIDAR (V)


Se incluyen en esta entrada las páginas 11 y 12  del texto Escrito a mano para no olvidar.

Una oleada, mejor dicho, continuadas oleadas de calor me suben por el cuerpo  para llegarme a la cabeza. ¿Tengo, voy a tener fiebre?

Tal y como van las cosas mi mayor temor es la infección anónima, esa que casi me lleva hace unas semanas , de la que se sabe donde y qué la producía , pero no el por qué de su aparición.  Y si la fiebre sube y la infección me agarra … no es que me importe morir, es lo natural. Dios te salve María, bendito sea tu nombre, y la fiebre hace, me parece, que no sientes nada, solo calor y calor…no lo se. ¿Vendrá Cristina o mi padre a buscarme? ¿Mi madre quizá?

Me han llamado para que participe en un acto con escritores de Torrelodones. No puedo ir seguro, es en este mes, pero enviaré unos cuantos de mis libros para que la gente los vea; la verdad es que no me importa en demasía y en casa hay ejemplares de algunos títulos que puedo regalar a la biblioteca, Reflexiones y recuerdos, Por amor y desamor, Papeles de mi padre, Viaje a Marruecos, Julia, Margaritas y Retorno a lo imposible; y me alegra haber terminado “el final”, porque es muy difícil que llegue a escribir y, menos todavía, a publicar, otro libro.

¿Desvarío? Sí, no se si tengo fiebre, pero el calor me consume y no me importa.

Sí, el miedo se ha convertido en una capa ceñida a mi cuerpo. Ayer me atacó la fiebre, fue subiendo, y subiendo, creo que casi llegó a 40º y estuvieron a punto de llevarme al hospital.

Y pase mucho, mucho miedo, ¡mira que si tengo otra gran infección! Y recé mucho, no para quitarme la infección, sino para estar, si es posible, más cerca de Dios. Dios nos lo dio todo, no nos pudo dar más y no nos puede dar más ahora de lo que ya nos dio. Tenemos, tengo la vida, que es todo, aunque en la vida también hay, es, dolor.

Nunca sabré, nunca sabremos por qué el mundo es como es, nunca sabremos si podría ser mejor o ser peor, es imposible valorar. Ya se mi conclusión, siempre la misma desde que la descubrí: todo tiene consecuencias imposibles de prever, unas para mal de alguien y otras para bien de otro, incluso, para todos, al mismo, tiempo, para bien y para mal mezclados.

El mundo, la residencia, que es ahora el mío, me parece terrible: viejos, viejas sobre todo, aparcados, esperando la muerte. Día a día pienso en la lógica de la eutanasia, ¿ser, vivir como un vegetal? ¿Costar dinero, afecto y, ¿quién sabe?, qué más.

Me gustaría poder explicar como es ese espacio, lo he descubierto, que existe entre mi cuerpo y el manto que es mi yo.

Y pienso en lo que somos o queremos ser y no somos, sin que sea necesario, al tratar a las personas que nos cuidan y protegen porque sí, y hay, es obligado, agradecer.

domingo, 21 de abril de 2024

1016. ESCRITO A MANO PARA NO OLVIDAR (IV)


Se incluyen en esta entrada las páginas 9 y 10  del texto Escrito a mano para no olvidar.

Una de las cosas que me han sorprendido en este nuevo “estar malito”, es la pérdida del sentido de  la empatía, incluso casi he perdido la palabra. los demás dejan de existir, solo te importas tú, tus dolores, tus temores, tus cansancios o tus ningunas ilusiones, incluso cuando rezas lo haces por nadie o por ti, los demás no importan.

Y me parece terrible, hay a mi alrededor otras muchas personas que sufren , cada una a su modo, más, mucho más de lo que pueda sufrir yo, aunque no sea eso ningún consuelo.

Ayer me sorprendí mirando a los viejos, muy serios, sentados en silencio, esperando la cena. ¿Qué pasados guardan sus memorias? Y veo muchas visitas a residentes, jóvenes, mayores, hijos, hermanos, nietos, A veces se ve el cariño que late en las expresiones de los rostros; a veces trasladan cansancio, mucho cansancio. Y luego las soledades. Sí, hay muchas soledades a mi alrededor, pero no puedo, no quiero, ser parte de los escenarios vividos o soñados por mi o por los “compañeros”, aquí todos se dicen “compañeros” y, a mí me repugna la palabra porque supone renunciar al propio nombre.

Es extraño y es normal, poco a poco mi espíritu crítico o mi capacidad para empatizar, o al menos, entender a los demás, vuelve a estar de alguna manera presente ante mis ojos y entre mis manos.

Cada vez más me pregunto, cuando miro a los viejos que me acompañan, ¿qué piensas mientras esperas? Y, ¿de verdad, de verdad, esperas algo? Sí, pienso que esperar es una paradita que anuncia la llegada de la muerte.

Ya tengo mi ordenador sobre la mesa. Victoria lo ha puesto en marcha y tengo acceso a cualquier cosa. Y, pero siento que aún no estoy preparado para dejar que sea la mano quién articule los pensamientos.

Ha venido Eduardo a verme, y lo he agradecido. Es increíble como extiende el tiempo este hombre, siempre haciendo, haciendo y pescando, convencido, que obra por la mano del Señor; algunas veces me pegunto si tanta fe es un regalo de Dios o puro fanatismo. Pero, aunque fuera fanatismo solo hace el bien, solo bien, y nunca  salen de su boca ni de sus manos males para los demás.

Y pienso en avanzar en el cuento, parado, de mis nietos, y en las mil historias que imagino me rodean escondidas en los silencios de todos las viejas, los viejos, que fueron hace nada jóvenes y esperan la muerte sentados, solos, en sillones pareados sí, y separados también, por muchos dolores y mayores soledades y silencios.

Ser prescindible es una tranquilidad y es también ahora una carga para uno mismo y ponto para los demás.

Pero todos tenemos nuestro vía crucis, y el ajeno nos parece mejor que el nuestro, Pero, ya sabes, José Luis, y es verdad, que la felicidad está en vivir el camino entre el día que naces y el que mueres.

sábado, 20 de abril de 2024

1015. ESCRITO A MANO PARA NO OLVIDAR (III)


Se incluyen en esta entrada las páginas 7 y 8, redactadas en días de Semana Santa, del texto Escrito a mano para no olvidar.

Hoy es Viernes Santo, en televisión hay muchas imágenes de procesiones que han salido y de otras que se han cancelado por la lluvia. Me gusta el Viernes Santo, y me gustaba cuando era joven y comenzaban a celebrarse las procesiones en Torrelodones. Fue mérito de Agapito, un hombre bueno, con mucha iniciativa que supo apoyarse en la gente de un pueblo desarrapado que no tenía nada, ni siquiera conciencia de ser un pueblo.

Vienen a mi memoria recuerdos del todo perdidos. Pedro el usurero, sentado junto a la báscula en que pesaba el grano y, yo no lo sabía, hacía dinero; y la iniciativa de José Luis con sus bicicletas, no había coches, y el panadero, y los gritos del hermano de Teodoro Domingo

No pensaba que el bolígrafo se podía deslizar, casi sin esfuerzo, por más allá de caminos enterrados hace cincuenta, sesenta o setenta años. ¿Qué fue de Serra?, no recuerdo su nombre de pila, quizá cincuenta, sesenta o setenta años. ¿Qué fue de Serra?, no recuerdo su nombre de pila, quizá quería ser un intelectual y, por eso, leía poesía o nos hacía sentir el olor de las tardes lluviosas del comienzo del otoño; y, ni siquiera recuerdo dónde vivía, ni los años que tenía, ¿seis, cinco, más que yo?

Escribir en la residencia, estando tan malito, es como escribir un diario como el que llevé, de niño y de joven, tantos años, y quemé porque, de repente, descubrí que aportaba nada; solo tenía hechos, y los hechos, siendo todo, son nada. Y estas hojas valen tan poco como el diario, pero ahora, porque no tienen hechos, son pedazos de vida unidos por las líneas que he trazado con la mano que uso, después de muchos años, para escribir.

Es extraño, hasta ayer por la tarde no lo había pensado, pero me parece, tengo la sensación de que no voy a superar la enfermedad, que en cualquier momento la infección volverá a instalarse en alguna parte de mi cuerpo y,  como en un caldero de fuego, las bacterias saltarán y saltarán comiéndose todos los tejidos sanos hasta que no quede nada.

Y, lo cierto es que cuando, en mi cansancio, lo pienso, solo se me ocurre rezar el Ave María y pensar  en tumbarme en la cama, muy quieto, para sentir menos el dolor.

Tengo pendientes varias llamadas de teléfono, no se cuántas, pero me siento incapaz de mantener una conversación  mínimamente coherente, con una voz razonable y no como si saliera del abismo.

En realidad, estoy mal y aunque pueda mejorar no creo que pueda volver a ser lo que era.

 Me alegra haber dejado terminado el último libro, Reflexiones y recuerdos, el final, solo falta añadir o quitar unas páginas para la publicación de la obra. Y cuando esté, si llego a estarlo, un poco mejor, regalaré el libro a los hijos, a los hermanos, a los amigos. Los pequeños garabatos, letras quizá ilegibles, han llenado esta hoja en la que he descubierto que estoy, que sigo estando, muy malito y que es muy posible  que no me pueda recuperar nunca, que sea ya , para siempre, un viejo dependiente y  vivo a pesar de prescindible.

viernes, 19 de abril de 2024

1014. ESCRITO A MANO PARA NO OLVIDAR (II)


Se incluyen en esta entrada las páginas 4, 5 y 6, correspondientes a días difíciles, del texto Escrito a mano para no olvidar.


Bajo el gris del cielo, los árboles inmóviles me llaman con un aparente silencio. Me ponen, me pongo, a prueba, sin propósito, como en un juego, los demás, generosos, para ayudarme a ser yo.

Es difícil estar sentado, el dolor que arrastro desde hace muchos días no cesa de molestarme, y, cuando no resisto y me tiendo en la cama es aún peor. ¿Un calmante? Quizá; quizá necesito calmar el dolor y descansar un rato. La noche ha sido larga, medio despierto, engañando las horas leyendo cualquier cosa, escuchando en la radio cosas que hoy en nada me importan.

Intento levantarme, me dejan solo para llegar a esta mesa, tiene que verme el doctor. Es por la herida, y cuando cure la herida estaré bien. ¡Qué bueno es sentir que no tienes cuerpo!

Ayer, en un desafío de niño pequeño perdí la sonrisa al darme cuenta de que era, que   soy, incapaz de levantarme de la silla sin usar las manos para apoyarme.

Un pájaro canta en la terraza de la habitación que, espero, nunca llegaré a considerar como “la mía”, y hasta puedo ver  árboles a través de la ventana.

Y, me doy cuenta de lo débil y perdido que estoy en los dolores agarrados al escroto y a la punta del pene, escribiendo naderías para, quizá, no volver a lo importante, al Ave María rota, al Angelito de la guarda, o al miedo a la forma en que llegará la muerte. Pero sí, a pesar de todo debo seguir escribiendo.

Poco a poco estoy recuperando la noción del tiempo. Hace cinco días, el viernes por la tarde salí del hospital y llegué a la residencia, lo he comprobado y, aunque a ratos me parece menos y a ratos más, son eso, cinco días.

Claro que en estos días he ido, me han llevado, mi hermana Blanca y mi hija Cristina, dos veces al hospital, he subido y bajado, con ayuda, de la habitación muchas veces  y las sillas o los sillones siempre están duros; y la cama también me hace daño.

Pienso poco, pero me acuerdo muchas veces de mi amigo Juan Ramón, que está dolorido por la quimioterapia y que tan buen ánimo mantiene a pesar de estar tan malito. También me acuerdo de Josemari y de Livinio que el año pasado  casi se murieron los dos. Y de mi padre, también un poco de mi madre, y de Cristina, ella, si pudiera discutiría con los ángeles para mantenerme como su propiedad.

Pero, sobre todo rezo, rezo el Ave María, y lo rezo muchas veces, me hace bien. Y entre las cuentas del rosario que son mis manos y mis dedos, están Mateo y Olivia, Cristinita, Mariana, Luisito, Coti y Pablo, mis nietos; y mis hijas, que son mujeres estupendas y merecen lo mejor.

El papel blanco atrae mi mano como un trozo de hierro es atraído por el imán. Y, no es, no son historias completas, son solamente ideas, atisbos sueltos, leves e inconsistentes, que pululan libres alrededor de mis pensamientos. Nada es sólido y lo es todo: el patio cubierto, las mesas y las sillas de mimbre ocupadas por hijas, hermanas, esposas, que acompañan a viejos más o menos desvalidos. Las ropas cuidadas de las visitas, el salir del aburrimiento que se lee en el rostro de un adolescente cuando sigue, hacia la puerta a su madre que sujeta y camina con su propio padre, y lo hace, se ve, con amor de hija.

Al fondo una luz, es de la máquina que vende agua y solo admite monedas; mis cinco euros de papel no son aquí medio de pago; y hay mujeres, vestidas de azul, que corretean, atentas, entre las viejas sentadas en el salón contiguo a esta terraza.

No se si esta tarde vendrá alguno de mis hijos, esta mañana lo hizo Cristina; Victoria con sus niños; o Luis, si puede venir. Me gusta mucho que vengan a verme, pero entiendo muy bien que es  complicado para ellos y, muchas veces es mejor que no vengan.

Miro la hora, son las 18:40, temprano o muy tarde, no lo sé; es independiente de lo que dice el reloj.

Esta página está llena de ideas poco conexas; y, ¡qué curioso!, siento que sería capaz, aunque no ahora, de convertirla en un relato coherente y articulado en un tiempo no muy largo y que, es posible, podría llegar a ser, por ejemplo, expresión de lo que es, ha sido, el muy duro  “quinto día” desde que salí del hospital.

miércoles, 17 de abril de 2024

1013. ESCRITO A MANO PARA NO OLVIDAR (I)

 


El día 27 de febrero, hace ya siete semanas, sin que estuviera en mis planes, ingresé, me ingresaron, en el Hospital Puerta de Hierro de Majadahonda, para tratarme de una muy peligrosa infección, una Gangrena de Fournier, que se había apoderado de mi cuerpo.

Afortunadamente, gracias a la pericia, fortaleza y buen hacer de una joven cirujana y del trabajo de un excelente equipo, casi un mes después del ingreso me dieron el alta hospitalaria y pasé a estar internado en una residencia con medios adecuados para tratar una larga y difícil convalecencia de la enfermedad.

De los primeros días en la residencia tengo pocos recuerdos y muchos de ellos confundidos con otros de la estancia en el hospital; sin embargo, tengo buena conciencia de que en un momento de lucidez pensé que debía escribir unas  notas para no olvidar lo duro de la experiencia que estaba viviendo. Así, poco a poco he reunido quince páginas, escritas a mano y deslavazadas, que ahora, porque estoy un poco mejor, me dispongo a publicar, quizá bastante resumidas en algunas entradas en el blog.

Y, sin más, con el deseo que esto sirva a alguien  para algo, paso a transcribir las tres primeras de las citadas páginas.

 

PARA NO OLVIDAR, ESCRITO A MANO

Hoy, 25 de marzo de 2024, en el limbo que es sentirte en el comienzo de lo que, seguro, va a ser una muy  larga convalecencia, he pensado que me puede ayudar hacer que mi cabeza busque y mis manos escriban lo que creo que son los recuerdos y las vivencias de los muchos días que han pasado desde que el 27 de febrero ingresé en el Hospital Puerta de Hierro de Majadahonda, hasta el día 22 de marzo en que recibí el alta hospitalaria y ahora, en los días posteriores en el camino de la convalecencia que, ¿quién sabe de su éxito?, he comenzado a recorrer.

Son muchos días y son muchas las experiencias, tantas que, mezcladas en nudos imposibles, no puedo desenredar y observar, aisladas cada una, y comprender su realidad y su coherencia, o si son nada mezclada con ensueños. Por esto, me resisto a la crónica del día a día y, buscando, tropiezo de bruces con las grandes sensaciones.

Mis hijos me cuidan mucho y también mis hermanos, soy un hombre muy afortunado, Y, al pensar en ello recuerdo, con no poca vergüenza, las palabras de afecto que aparecen en el vídeo que me regalaron en mi 80 cumpleaños, hace unos pocos días.

Las palabras de mis compañeros, de mis hermanos, de mis hijos, inmerecidas, me han acompañado en las noches, eternas, llenas de dolor, del hospital.

Lo peor del todo han sido las noches, con la cama clavada en el cuerpo; los pies tropezando en el extremo, fríos del todo o calientes de fragua.

No, no era la soledad. Aunque estas solo en el dolor, no es cierto, están los tuyos, tus hijos, tus hermanos, que sufren contigo y hacen cuanto pueden para aliviarte.

He rezado mucho, el Ave María, sobre todo, que rota muchas veces, he repetido, contada mal, con los dedos haciendo de cuentas del rosario.  Sí, ya sé que Dios nos ha dado todo lo que podía, quería o tenía que darnos, que eso de la “oración de petición” vale entre poco y nada para conseguir algo, pero vale entre mucho y todo para animar el alma.

Tengo ante mis ojos a la joven cirujana, se llama Laura, que, convenciendo a otra doctora, me pareció menos joven, para abrirme el escroto y vaciar la infección que me llevaba directo a la muerte. Y no tuve entonces, aunque lo había, percepción de riesgo, de peligro en realidad.

Pero, lo sé bien, soy prescindible y casi lamento no haber muerto, sin darme cuenta, en el sueño de la infección desbocada. Nacer y morir es duro, pero el cómo de la muerte me da miedo, me espanta. He rezado muchas veces el “Angelito de mi  Guardia”, el “Jesusito de mi vida”, el “Cuatro esquinas tiene mi cama”, el Padre Nuestro y rosarios y rosarios de Aves María.

No, no es como escuchar lo que me dicen mis hijos que vienen o hablan en el teléfono; no, las palabras amigas suenan lejanas, apenas tienen peso en el aire y resbalan antes de penetrar en el pensamiento. Cuando rezaba, cuando hoy todavía rezo, las palabras están limpias, claras son reales, y aunque no veo a los ángeles ni a la Virgen María, es como si estuvieran muy cerca.

A veces, no se si muchas, he llamado a mi padre y a mi mujer. Sí, he sido un niño querido que ha compartido con muchos hermanos el amor de sus padres, pero quizá nadie en el mundo me ha querido como mi mujer. La he llamado, a ella y al abuelo Luis y al resto de los abuelos. No he llamado a mi madre, y creo que en mi cabeza tengo que “hacer las paces” con ella, no tengo dudas, sé que, aunque me cueste mucho, tengo que hacerlo.

¿Lo he dicho ya todo? ¿he dicho algo? Es muy difícil saberlo; cuando estas atrapado en un final de la vida todo lo que antes importaba se convierte en nada y lo que era baladí cobra lo que es su real importancia.

Es como lo simple que es perder el poder, me asombra haberlo tenido. El dolor es mayor que el poder, aunque sea en escalas distintas. Pero no tiene duda, olvidar también me avergüenza y sé que el poder, realmente, tiene un valor poco significativo.

….                                                                                    

martes, 20 de febrero de 2024

1012. LA ANGUSTIA DE ESCRIBIR UN CUENTO


El abuelo, sentado frente al ordenador, mira por la ventana; es de noche, por la calle pasan algunas, pocas personas. Lleva mucho rato pensando, pero nada, al abuelo no se le ocurre nada.

Lleva días intentándolo y no hay manera, no se le ocurre nada y está cada vez más preocupado, tiene que escribir un cuento para  Mateo y Luis, en el que, junto a ellos, aparezca  también Pablo, los pequeños y el mayor de sus nietos, y no encuentra una idea y, menos todavía, un argumento.

Quizá un viaje, se dice, con los nietos montados en un rayo de luz, alrededor de la tierra; o un recorrido por el espacio para llegar a una estrella mágica, llena de cosas interesantes, buenas o malas, espantosas o muy preciosas. Y si no se le ocurre otra cosa podría escribir unos versos; pero ¿cómo escribir algo si no se tiene una idea ni un argumento?

Se para un momento, mira ahora a su alrededor, ve muebles, cuadros, lámparas el reloj de pared y libros; ¿podría el abuelo imaginar a sus nietos explorando dentro de un libro, de un libro lleno de vida y de magia?, pero ¿de qué libro?; mira a su espalda, hay muchos libros, más o menos ordenados, junto a mil recuerdos, en los estantes. En una esquina, la fotografía, ¡está casi borrada!, de una visita, con la abuela, en su viaje de novios, en Granada, ¿podría escribir un cuento de moros y cristianos en el patio de los leones de la Alhambra, luchando en el Generalife, o quizá de gitanos cantando y bailando en el Sacromonte?

Un rayo de luz en los ojos desvía hacia la calle la mirada del abuelo; está amaneciendo; ¿y si fuera un cuento sobre una calle obscura por la que, por algo, no pasa nadie?, pero hay que pensar qué es ese algo por lo que no pasa nadie, ¿un peligro, un fantasma, nada?

Sí, antes de hacer hay que pensar, antes de escribir hay que saber qué se quiere escribir. Cuando se tiene la idea todo es fácil, pero cuando no se tiene la idea es imposible.

Suenan campanadas, el abuelo levanta los ojos y mira al reloj que avisa la hora desde la altura en su pared. ¿Podría ser algo relacionado con los relojes, antiguos o modernos, ¿una clepsidra o un reloj de sol?, los nietos tienen cinco años, no saben todavía leer el reloj.

¿Y si los meto en una mazmorra, en un sótano muy profundo de la Alhambra, encadenados, mirando el cielo por un ventanuco, alguna rata y un guardián fiero? Sí, pero ¿por qué  están prisioneros?, ¿quizá porque han venido, disfrazados de algo, a rescatar a una princesa?

¡Qué difícil es escribir algo cuando no se tienen ideas! ¿Y si explico a mis nietos, disfrazado en un cuento, lo importante que es preguntar y, el cómo usar técnicas para generar ideas, las tormentas, las imágenes y las palabras al azar, o  las preguntas que hay que responder, antes de hacer nada, para generar oportunidades o resolver problemas; sí, enseñarles que es bueno preguntar y usar bien los adverbios, qué, quién, por qué, para qué, cómo, cuándo, dónde y cuánto?

Sí, por ahí podrían ir las cosas, que en lugar de una simple moraleja, mis nietos aprendan, en el cuento del abuelo, algo que les sirva, para cuando tengan que resolver ellos, como ahora el abuelo, un gran problema.

Sí, aquí está la idea: resolver problemas; y los nietos, encerrados en una mazmorra de la Alhambra, el centro del argumento.

El abuelo respira hondo, ya es de día y el sol entra a raudales, apaga la lámpara; le ha costado mucho esfuerzo, pero ya está hecho, solo necesita un rato, y no muy largo, para escribir, para sus nietos, un buen cuento.



domingo, 4 de febrero de 2024

1011. EN MI 80 CUMPLEAÑOS

 

Hoy, 4 de febrero de 2024, cumplo, he cumplido, 80 años.

Y, cuando pienso en ello, lo primero que aparece en mi memoria es una imagen, la única que recuerdo, de Balarrasa, una película que vi siendo un niño y que me ha perseguido, con mayor o menor intensidad, durante lustros: es la de un hombre, desesperado, pidiendo perdón al cielo por tener, al final de su vida, las manos vacías.

Y, ahora, con 80 años, al mirarme las manos, veo que, sin darme cuenta, se han ido llenando, ¡cuánta fortuna!, de esos inmensos bienes que son los aciertos y los errores, los éxitos y los fracasos, las alegrías y las tristezas, tener salud y vivir la enfermedad, gozar el amor y sufrir el desamor.

Pero, sé bien que nada de ello es mérito mío; en la vida, mucho, casi todo, incluido el haber nacido, es fruto del Azar, la Providencia o el Destino, y en las muy contadas ocasiones en que me pareció haber elegido las consecuencias, buenas o malas, a la larga nunca fueron las que había previsto. 

Así, y sigo pensando; mis años de vida han sido un soplo, largo y muy corto, en el que todo ha cabido; y, por ello, cuando ya soy prescindible, porque es obligado, a Dios  estoy muy, muy agradecido.



martes, 30 de enero de 2024

1010. COSAS DE VIEJO: EL DOCTOR SÁNCHEZ, AVANZA HACIA LA GLORIA PARA, QUIZÁ, TERMINAR EN LA CARCEL

 


Sí, estoy convencido, el doctor Sánchez, presidente del Gobierno del Reino de España, está avanzando, cada día más deprisa y con mayor eficiencia, para, interpretando a su modo la  Constitución española de 1978, vaciar su actual contenido y dar paso a ¿una república confederal?, ¿un Estado plurinacional?, ¿una dictadura personal?, o no sabemos qué, y alcanzar la gloria.

Y, lo está haciendo, porque carece de poder para hacerlo de otra manera, quebrando el espíritu de la Constitución mientras cumple su letra.

Evidentemente, si el doctor Sánchez consigue su objetivo, el que sea, puede conseguir la gloria y, quizá, pasar a la historia como un gran reformador. 

Sin embargo, puede también ocurrir que antes de alcanzar su objetivo, a poco de conseguirlo o hasta luego de un tiempo, cambie el ambiente político, los delitos tardan un tiempo en prescribir, y el hasta ese momento gran reformador, sea acusado, por haber cometido delitos de Alta Traición, ante los tribunales y condenado por ellos a años, muchos, de prisión.

En todo caso, supongo que, en su soberbia y para mal de todos, es poco probable que el doctor Sánchez contemple la posibilidad de terminar en la cárcel.

Para asombro de propios y extraños, cosas, y ¡qué cosas!, veremos.



jueves, 18 de enero de 2024

1009. COSAS DE VIEJO: EL DOCTOR SÁNCHEZ NOS ESTÁ ENSEÑANDO QUE , AUNQUE LA LEY LO DICE, NO EXISTEN LÍMITES


Hoy he despertado con nuevas noticias sobre los progresos del doctor Sánchez hacia su objetivo de cambiar, sin atenerse a lo previsto en las leyes, el modelo de convivencia, la Constitución, en nuestra sociedad. Y ello, acaso para mal, me lleva a volver, ¡es tan duro!, a pensar!

Y sí, es cierto, los seres humanos, para sobrevivir, nos adaptamos a todo, con facilidad, casi sin darnos cuenta, a lo bueno; y con mayor o menor dificultad, a lo malo y lo peor.

No hay más que ver cuanto y bien trabajamos cuando nos agrada lo que hacemos; o lo bien aceptamos, aunque sea una ruina, que nuestros gobernantes conculquen las leyes a favor de sus intereses y en contra de los nuestros.

Y, cuando te acostumbras, hasta resulta aburrido y hasta te olvidas, sobre todo si te llaman guapo y te dan un caramelo, de los desmanes que, a tu alrededor, se están produciendo.

El doctor Sánchez, lo estamos viendo, una y otra vez, amparándose en las mismas leyes que a los demás exige y él incumple, actuando como un dios, impone en la sociedad. Y, no pasa nada.

Pero no, aunque lo anterior es verdad, la historia y la vida lo explican, que solo lo es durante un tiempo: antes o después, quien se salta las leyes y oprime a los demás deja de poder hacerlo y paga un muy alto precio por haberlo hecho.

Pero ¿cuándo ocurre eso? No se sabe, el poder, aunque ciega a quien lo posee, tiene una inmensa debilidad: ¡enseña. Y, cuánto más grande es, más enseña.

El doctor Sánchez, en su narcisismo, ejerce y enseña el poder sin límites; y hay españoles que, cuando terminen de aprenderlo, ¡se tarda!, actuarán, en su contra, también sin límites.



sábado, 6 de enero de 2024

1008. HAN VENIDO LOS REYES MAGOS Y, ¡LOS HE VISTO!

 

Estoy tan emocionado que, nada más levantarme, antes de abrir ninguno de los muchos regalos que hay repartidos por el salón, tengo que escribirlo; es para que luego, cuando vengan a casa mis nietos, contárselo todo, sin que se me olvide nada: esta noche han venido los Reyes Magos a casa y, ¡los he visto!

Y, sin más preámbulo, aquí está, Luis y Mateo, el relato de lo que le ha pasado a este abuelo en la noche de Reyes del año 2024.


Anoche, después de comprobar por enésima vez que todo, en el salón estaba ordenado y mi zapato, muy limpio, colocado en su sitio, dejé una lámpara encendida y, bastante nervioso, me fui a dormir.

Ya en la cama, después de rezar, de pronto me di cuenta de que tenía un grave problema, me estaba desvelando, ¡iban a van a venir los Reyes Magos y yo sin poderme dormir!

Conté hasta mil ovejas, hice de nuevo examen de conciencia, volví a contar ovejas, hasta dos mil, pedí auxilio al Ángel de la Guarda, ¡y nada!, seguía con los ojos como platos, seguía sin poderme dormir.

De pronto un sobresalto, me había despertado, miré el reloj, las doce y veinticinco, ¡tranquilo José Luis, es pronto para los Reyes Magos!

Me acurruco en la cama, cierro los ojos e intento volver a dormir, pero, de pronto, escucho unos ruidos, como de murmullos y pasos, ¡están casa!, me digo. Y, sin pensarlo dos veces, doy un salto, hace frío, me pongo la bata, y, muy sigiloso, muy despacito, recorro el pasillo y me asomo al salón, no hay nadie, me fijo bien, hay paquetes en la alfombra, ¿me acerco a ver?, otra vez el ruido de pasos, ¡qué miedo! ¿serán los reyes o un ladrón?, me decido, corro al recibidor, y por la puerta de casa, ¡está abierta!, veo que los reyes Melchor y Baltasar, ¡no está Gaspar, están entrando entrando en el ascensor.

Y, antes de que me diera tiempo a más, veo que me han sonreído y se ha cerrado el ascensor.

Abrumado por la emoción no pienso en los regalos, vuelvo a mi habitación, me meto en la cama, doy gracias a los Reyes Magos y lleno de alegría, pensando que ha sido aún mejor que cuando los vi con cinco años, cierro los ojos, me pregunto si se lo contaré a mis nietos y, sin tener la respuesta, lo he sabido al despertar esta mañana, en completa paz, me quedé dormido.










miércoles, 3 de enero de 2024

1007. CARTA A LOS REYES MAGOS


Queridos Reyes Magos:


Ante todo, os pido disculpas por escribir esta carta tan tarde; desde que comenzó el mes de diciembre hasta hoy, he estado muy ocupado haciendo las pocas cosas que, por ser viejo, no tengo más remedio que hacer, y aunque cada noche, después de rezar y antes de dormirme, he pensado en vosotros y en lo que quería pediros este año, me ha faltado la serenidad que, vosotros lo sabéis, requiere escribir con dignidad a Sus Majestades los Reyes Magos.

Sin embargo, hoy, en medio de la noche, despierto del todo, entre dos sueños, gracias a Dios he descubierto lo que realmente quiero: como siempre, para mis nietos alegría, para mis hijos bienestar y, para toda la familia, amor, salud y paz; ya sé que todo eso es mucho, pero aún hay más, lo que realmente quiero me avergüenza un poco y me cuesta mucho escribirlo, pero vosotros, porque sois reyes y magos, podéis, ¡estoy seguro!, traerlo esta noche con los otros regalos.

Lo diré, queridos Reyes Magos, lo que quiero pediros es que, lo que quiero pediros es que, no, sí, ya me atrevo a decirlo, quiero volver a ser hijo, a ser nieto y a tener, durante un día, cuatro, cinco o seis años.

Muchas gracias, queridos Melchor, Gaspar y Baltasar, por vuestro esfuerzo, por vuestra paciencia y por vuestros regalos.

Y, con el mayor respeto, me despido de vosotros, con muchos besos y abrazos.

José Luis

Nota: la imagen que ilustra esta entrada esta tomada de Ser Padres, en Internet.