viernes, 31 de diciembre de 2021

979. 2021, EL AÑO QUE HE, QUE HEMOS VIVIDO, ENTRA YA EN EL OLVIDO

 


Termina el año 2021, el segundo de la pandemia, quizá el año ¿peor?, más ¿difícil? ¿extraño? ¿apasionante?, ¿completo?, de mí, de nuestra vida.

El año, largo, con sus días mezclados y confundidos con el primero de la pandemia, nos ha permitido, nos ha obligado, bajo la luz del sol, la lluvia,  el frio,  la nieve y el calor, que no han cambiado, a vivir, casi simultáneamente, momentos de salud, enfermedad y duelo, con amor y desamor; noches  de incertidumbre, pensamientos  álgidos y depresivos; estados de profunda tristeza y, también, de alegría;  extraños encuentros e inesperados desencuentros; solidaridad y egoísmos,  impotencias, miedos, pánico quizá,  y, a veces, pocas, de felicidad intensa.

Sí, en 2021, en el año que hoy termina, se han reunido, con la pandemia, al mismo tiempo, emociones, hechos y situaciones, tantas, que, porque es imposible recordarlas, se aprestan, confundidas en un todo, a esconderse en el rincón que para el olvido tiene la memoria.

Sí, de este año 2021, el segundo de la pandemia, hoy, antes de que termine, todo, todo lo que he, que hemos vivido, dejando apenas rastros confusos, comienza esconderse, quizá para siempre, junto a lo soñado y no vivido.

Sin embargo, por todo y, a pesar de todo, lo que he, lo que hemos vivido, porque este segundo año de la pandemia ha sido, como ninguno, tan difícil, tan extraño, tan colmado de dolores y tan lleno de emociones, pienso, creo, y me prometo a mi mismo que se mantendrá siempre escrito, con fuego,  en mi memoria y nunca, nunca, olvidaré lo que ha sido.

Ah, deseo a todos un  FELIZ AÑO 2022, como decía la vieja canción, con salud, dinero y amor…



miércoles, 29 de diciembre de 2021

978. DE LOS PEQUEÑOS E INCÓMODOS ERRORES. ESTAR EN LA LUNA

 

Anoche, antes de abandonarme al sueño, ¡es tan difícil perder las viejas costumbres!, hice un repaso del día y, porque era miércoles, organicé en mi cabeza el plan para hoy, el día jueves y, muy tranquilo, dejé de pensar y me quedé dormido.

Y, claro, esta mañana, sin necesidad de pensar, como un  autómata, he hecho todo, todo lo previsto: desayunar, tomar las medicinas, hacer la cama, lavarme la cara, ponerme colonia, vestirme de presumir y abrir el ordenador, leer el correo, enviar  algunos mensajes y escribir un poco; ¡bien José Luis, bien!.

Pero, ¡maldito pero!, a las diez y media me asalta una duda, ¿habrá zoom esta mañana?, ¡qué mayor está Ramiro, no ha enviado el enlace y, aunque es muy listo, tiene olvidos!

Inmediatamente, sin incomodarme, con naturalidad, casi con elegancia, sin necesidad de pensar ni ánimos de ofender, por desmemoriado, a mi amigo, en el grupo de WhatsApp, escribo; ¿Tenemos hoy zoom, Ramiro?; y me quedo tan pancho.

Escribo dos versos, ¡qué bien, han salido fluidos!; y, enseguida, una señal en el icono anuncia mensaje, -es de Ramiro, me digo -, pero no, el mensaje no es de Ramiro, es   de Gaspar y dice: Jose, no te despistes hoy es miércoles, el zoom será mañana -, inmediatamente, porque soy educado, me disculpo como puedo: -tienes razón Gaspar, estoy un poco peor de lo normal, que ya es mucho. Abrazos.

Y, del todo desolado, dejo caer la cabeza y la recojo con las manos, trato de no llorar, de recuperar la calma, de no llamarme idiota, perdonarme el error y ¡que horror!, pensar en qué hacer con el tiempo de un miércoles para el que no tengo previsto nada, menos mal que, al menos, ya tengo organizado lo que haré mañana.

Pues bien, no hay mal que por bien no venga, y, por aquello de que siempre es bueno aprovechar las experiencias, escribo esta entrada; quizá alguno de mis amigos  sonría cuando vea, en José Luis, la poca importancia que, aunque incomodan mucho, tienen los pequeños errores que cometes porque estás, como cuando eras niño, en la luna. 



martes, 28 de diciembre de 2021

977. DE LA NUEVA VARIANTE DEL COVID, LA ESPAÑOLA


Hoy, 28 de diciembre, acaso por lo señalado de la fecha, la pantalla de mi ordenador, desde la madrugada, está soltando, uno por cada noticia que llega, múltiples y asombrosos destellos 


  • Qué la nueva variante del Covid, la española, rejuvenece a los viejos y ya no mata…
  •  Que la nueva variante del Covid, la española, hace a las chicas ser chicas y a los chicos ser  chicos…
  • Qué la nueva variante del Covid, la española, llena a la gente con seny y mata la rauxa
  • Qué la nueva variante del Covid, la española, hace de la verdad verdad y borra  las mentiras
  • Qué la nueva variante del Covid, la española…
  •  Qué la nueva variante del Covid, la española…
  • Qué la nueva variante del Covid, la española…

Es por la fecha, me digo, son tantas y tan extrañas las noticias que, el seny me lo dice,  no pueden ser  ciertas, son bulos, solo bulos,  inventos del demonio  para confundir mi mente desgastada….

Y, en mi desconfianza, desde que abrí el ordenados por la mañana, dos veces cada minuto salgo de mi pantalla y  pregunto a  Google; de las noticias que me llegan no encuentro nada, ni siguiera en las  páginas “fake” aparece nada, nada de nada.

Rendido a la evidencia, contagiado por la nueva variante del Covid, la española, acepto  la verdad y, porque soy generoso, la cuento y, corriendo, antes de que me encierren por loco, corro a mi cama y, bajo la colcha, pensando en luces y preciosos  destellos, me escondo…



domingo, 26 de diciembre de 2021

976. EN RECUERDO DE LA TÍA CARMEN

 

 

Hoy, 26 de diciembre, me he levantado pensando, con no poca añoranza, en la tía Carmen, la hermana mayor de la madre de mi mujer;  hoy es el día de su cumpleaños, más de cien, no recuerdo cuantos, y mis ojos y mi alma se han llenado con  su presencia y la fuerza de su corazón lleno de amor.

La tía Carmen, una mujer capaz, recta y bien formada, miembro desde joven, de la IT,  la Institución Teresiana fundada en los años 20 del siglo pasado por el Padre  Poveda, fue una mujer con dos grandes pasiones: el amor a Dios al servicio de los demás, y su familia; y esto lo escribo ahora, porque lo obvio muchas veces es lo primero que olvidamos, y porque, quizá, es lo que explica el valor de una valiosa tradición familiar que, los años, el devenir de la vida y la muerte de los mayores, hoy, con gran tristeza,  no podemos celebrar.

Hace treinta y cinco años, quizá más, luego de haber realizado una intensa y valiosa misión social y apostólica en Portugal, la tía Carmen volvió a España para seguir aquí ayudando a los demás a ser mejores, y con cerca de sesenta años, no solo opositó y ganó una cátedra de Lengua Española que desempeñó hasta su jubilación, sino que, además, emprendió otra muy difícil tarea, mantener unida a su familia.

Así, la tía Carmen, desplegando todas sus habilidades y todo su cariño, poco a poco, en silencio y derrochando amor, se fue ganando las voluntades de los hijos y especialmente de los nietos, entonces muy jóvenes, de sus hermanas. Y, cuando hubo conseguido “la fuerza” suficiente, no fue fácil, dio un segundo paso: comenzó a reunir, cada 26 de diciembre, para celebrar el día de su cumpleaños, a toda la familia, a sus hermanas, sobrinos y nietos, en una comida, casi siempre,  en un buen hotel de la calle Zurbano.

Aquellas comidas, lo sé bien, contribuyeron con éxito a mantener la relación y la unidad en una familia en la que son frecuentes “las ideas propias” y los  “caracteres fuertes”.

Cuando, ya mayor, murió la tía Carmen, durante dos o tres años, sus hermanas mantuvieron la celebración   y luego, tras el fallecimiento de mi suegra, la tía Chelo, mujer de inmensa bondad, asombrosamente,  para bien, normalmente en tiempo de Navidad, una vez al año, consiguió  seguir reuniendo en una  estupenda cena, en recuerdo de sus hermanas, a toda la familia.

Y hoy, con profunda nostalgia, lamento que el fallecimiento de la tía Chelo, la pandemia y, sobre todo, el devenir de la vida, haya terminado con la tradición que era, en la familia de Cristina, de mi mujer, celebrar el cumpleaños de la tía Carmen y con ello, debilitado lo que era su principal propósito, mantener unida a la familia.

¿Podría, cuando termina la pandemia, volver a celebrarse el cumpleaños de la tía Carmen? Así lo deseo,  y espero que, porque ella fue santa,  haga ese precioso milagro desde el cielo.

En todo caso, y como siempre, hoy, en tu día,  tía Carmen, te deseo un muy feliz cumpleaños.



jueves, 23 de diciembre de 2021

975. DE LA IMAGINACIÓN RECAUDADORA


Aunque siempre me ha sorprendido la imaginación de los gobernantes, incluso de los bastante obtusos, para sacar dinero hasta de dónde no lo hay, de cuando en cuando, en cuando recibo alguna noticia  que me llena de estupor.

Así, hoy he leído en Los Ángeles Press, que el alcalde de Tuxtla Gutiérrez, la capital de Chiapas, Carlos Morales Vázquez, está intentando introducir en su municipio el impuesto sobre el alumbrado público y, la verdad, a mí nunca se me hubiera ocurrido. No estoy seguro de que  don Carlos  consiga abrir este nuevo grifo en el bolsillo de los tuxtlecos,  pero siendo como es él,  miembro de MORENA, ese partido mezcla del nuestros PSOE y PODEMOS, que, con AMLO al frente, manda en  México, si no lo echan antes, es muy posible que lo consiga.

 Pero no, no es lo del impuesto sobre las luces de la calle lo que más me ha sacudido de la noticia, es lo que añade  quien la firma, Carlos Z. Cadena,  y  me ha recordado  los dos ingeniosos impuestos, el de las chimeneas y el de las ventanas, que el rey Carlos II regaló a sus súbditos ingleses,  que  cuando hace bastantes años, estudié la carrera, me impresionaron, sobre todo el primero,  por su indudable crueldad.

Pues bien, para terminar esta pequeña entrada, debo decir que he dudado, y no poco, escribirla y publicarla,  el deseo de compartir con mis amigos los hechos curiosos de los que tengo noticia fiable, ha podido con mi temor a que estas ideas  lleguen  a oídos de nuestros  MORENOS y que, para satisfacción de progresistas y rufianes, se incorpore en las próxima  declaración de la renta un recargo adicional: “entre el 15% y el 25%, según los ingresos,  por farolas, chimeneas y ventanas”.

 

Nota:

El artículo aludido en esta entrada se encuentra en:  Alcalde morenista de Tuxtla Gutiérrez quiere cobrar impuestos por alumbrado público - Los Ángeles Press (losangelespress.org)



miércoles, 22 de diciembre de 2021

viernes, 17 de diciembre de 2021

974. DE LAS COSAS QUE LE PASAN A UNO CUANDO ESTÁ UN POCO SORDO

 

Nota previa

Lo que se relata en esta entrada no es actual, sucedió hace unos meses. Y, debo decirlo, aunque lo escribí en aquel momento y envié el texto a mis hijos, hermanos y a algunos amigos, quizá por pudor, no lo publiqué en el blog. Ahora, sin embargo, cuando a raíz de la publicación de la entrada anterior, “Aventuras en la mucha edad”, he sido consciente de que la lectura de “sucedidos” entre “dramáticos y chuscos” divierte, y no poco, a personas con un poco de sentido del humor, he cambiado de opinión y pongo a disposición  de mis lectores, lo que redacté, en junio de 2021, a las pocas horas de haber ocurrido.

 

Son las 10:45, en una gran sala del hospital esperan, muy separadas, cinco personas, una de ellas en silla de ruedas. José Luis muy tranquilo, tiene cita a las 11:00 y en este hospital la puntualidad es absoluta, distraído levanta la mirada y ve que, a diez metros, desde la puerta recién abierta del despacho, doña Blanca, su médico, le hace señas para iniciar la consulta.

¡Mira qué suerte, acabo de llegar y me van a atender un cuarto de hora antes de lo previsto!, se dice, contento, José Luis.

Desde detrás de su mascarilla, entre seria y sonriente, doña Blanca dice:

 - Por favor, cierre la puerta y siéntese.

José Luis cierra la puerta, deja sombrero y bastón sobre una silla, se sienta y mientras observa como su médico, tranquila y segura, lee en el ordenador, y piensa: ¡cómo me gusta esta mujer, ya tiene años, es capaz y sabe tratar a los enfermos, es estupenda!

Ella deja de leer y, casi sonriendo, comenta: - El colesterol, los triglicéridos, el calcio y el fósforo, muy bien; el hierro mucho mejor, el potasio un poco alto, pero bien, tiene 75 años y …

José Luis, no puede evitarlo y corrige: - no doctora, 77.

Ella escribe algo y continúa: - Sí, todos los indicadores bien, muy bien, hace una pausa y mirándole a los ojos, prosigue: - pero, Eduardo, la creatinina ha subido, está en 10,2 ¿qué sabe de la diálisis?

José Luis, casi pálido del susto, contesta: - ¿de la diálisis?, solo sé generalidades.

La doctora comprende y continúa: - Pues eso hay que remediarlo, la diálisis consiste en hacer pasar la sangre por una máquina para limpiarla…dura tres horas y media y se hace tres veces a la semana, puede hacerse en casa o en el centro de diálisis, pero para usted, que  tiene 75 años, es mejor hacerla en el centro de diálisis, está muy cerca, al lado de la gasolinera…

José Luis, superando el miedo, protesta: tengo 77, y claro, vivo solo, el centro de diálisis es mejor que en casa, pero todavía no me hace falta, ¿verdad?

Ella, continúa: - ya está en 10,2 y hay que empezar Eduardo, voy a pedir hora para que vea al cirujano, él le pondrá en una vena …

José Luis, atisbado un rayo de esperanza, se atreve a interrumpir: - doctora, soy José Luis, José Luis …

Entre sorprendida y espantada, doña Blanca, buscando en el ordenador, casi grita: ¡usted no es Eduardo y yo he llamado a Eduardo!

Ya más aliviado, José Luis contesta: la vi llamarme y como estoy un poco sordo pensé que era a mí a quien llamaba.

Cinco minutos después, poco antes de las 11:00, José Luis, ratificado por la doctora que su salud sigue estable y que, por el momento, aún le queda un trecho para llegar a 10 en la creatinina, todavía temblando, sale del despacho de doña Blanca, murmurando para sí: ¡mira que estoy sordo, tengo que ir a que me revisen los audífonos, y ahora esta pobre mujer tiene que dar, otra vez, la mala noticia al pobre Eduardo!

Nota

La fotografía que ilustra esta entrada está tomada de Experiencia del paciente. ¿Qué es y cuáles son sus etapas? (doctoralia.es)



miércoles, 15 de diciembre de 2021

973. AVENTURAS EN LA MUCHA EDAD


Lo he dudado, lo he dudado mucho, pero por aquello de los sucedidos  que ocurren a los viejos en no pocas ocasiones son motivo de sonrisa y, a veces, regalan carcajadas a otros viejos, me atrevo a contar hoy lo que me ocurrió hace dos o tres días, en la noche del domingo al lunes.

Solo en casa, en mi cama, en plena noche, más tarde supe que eran las tres y veinte de la madrugada, dormía como un niño cuando algo me hizo despertar: en la penumbra de la  luz encendida del pasillo, veo a una persona vestida de obscuro, posiblemente de negro que, de pie, junto a mi cama, me estaba diciendo algo, asombrosamente no me asusté y, porque no entendía lo que el hombre, muy amable,  me estaba diciendo, y porque soy persona bien educada, me incorporé en la cama y pregunté:  

   -Por favor, hábleme alto, estoy un poco sordo y no tengo puestos los audífonos…

-¿Está usted bien?, soy de la teleasistencia del Ayuntamiento de Majadahonda, ¿está usted bien?

-Sí, estoy bien, pero, ¿qué hace usted aquí a estas horas? ¿sabe usted qué hora es?

-Es que usted ha pulsado la alarma, le hemos llamado por teléfono,  no ha contestado y hemos venido a ver si le pasaba algo…

-Pues no he oído el teléfono, estoy un poco sordo y por las noches me quito los audífonos, pero, ¿qué hora es?

-Son las tres y veinte, así que está usted bien…

-Sí estoy muy bien, espere un momento, me levanto, me pongo la bata y le acompaño a la puerta -, dije mientras comenzaba a salir de la cama.

Manteniendo su asombrosa amabilidad, el hombre me contestó: -No hace falta, siga usted durmiendo, ya nos vamos, apagamos la luz y cerramos la puerta -,

Me dejé caer y, mientras me cubría, hasta la nariz, con el edredón, vi apagarse la luz del pasillo, escuché el golpe de la puerta y el ruido de la cerradura al cerrase con la llave y, enseguida, estaba de nuevo durmiendo.

A las ocho de la mañana, después de desayunar, recordé lo que había pasado, me senté cerca del aparato de la teleasistencia, un muy buen servicio del ayuntamiento para cuidar a los viejos que viven solos, no sin vergüenza, pulsé el botón y, cuando una señorita muy amable me respondió, expliqué con detalle lo que ella ya sabía, pedí mil excusas y prometí no volver a pedir, sin querer o sin necesidad, auxilio. Ella fue muy amable, me volvió a preguntar si estaba bien, me deseó un buen día y no me regañó….

Y, como dije al principio, espero que este relato, del todo verdad, sirva de solaz y haga sonreír a alguno de mis muchos amigos, especialmente a algunos de esos que no tienen la fortuna de seguir viviendo pequeñas aventuras al llegar a viejos.