sábado, 30 de diciembre de 2023

1006. COSAS DE VIEJO: OTRO AÑO QUE TERMINA


Mañana, 31 de diciembre, termina el año 2023, y el hábito adquirido de niño me hace sentir, como a tantas personas de mi generación, que es momento de reflexionar sobre el pasado y pensar, decidir quizá, sobre el futuro.

Sin embargo, debo decirlo, cuando llegas a viejo, en algún momento, también sientes que el tiempo ha pasado muy deprisa, tanto que la propia vida parece un instante en el que se mezclan, confundidos, el ayer, el hoy y el mañana, que ya eres prescindible, el pasado es pasado, es falacia mirar al futuro y porque no puedes hacer nada, es mejor no pensar y dejar, sin resistencia, que los vientos del azar te lleven a cualquier parte, no importa cuál.  

Y, debatiendo conmigo mismo, quizá sacando fuerza de la flaqueza y, ¡sorpresa!, sin sentir demasiado el esfuerzo, como muy bien decía Cristina, mi mujer, retorno al camino de hacer lo que hay que hacer.

Sí, el año 2023 ha sido un año difícil, muy difícil: el entorno ha sido convulso, se han puesto en duda, quizá amortizado, las grandes virtudes, prudencia, justicia, fortaleza y templanza; se ha perdido la fe, cabe poco la esperanza y se ha deformado la caridad; parece que ahora, en la sociedad actual, el fin justifica los medios y no importan el amor y la verdad. Y, en lo próximo he visto de cerca dudas, y me han visitado, unidas la impotencia y la enfermedad.

Pero, también, en el entorno, en este año, también he visto que, junto a mucho malo, sigue existiendo un inmenso caudal de esos inmensos bienes que son el amor y la paz, que continúan viviendo millones de hombres y mujeres que tienen fe, mantienen la esperanza, hacen suya la caridad y, en sus corazones, reina la libertad. Y, en lo próximo, en lo propio y familiar, un año más, los bienes y los males han sido lo natural, un regalo de la vida que he de agradecer al cielo cuando han venido, los tenemos, los tengo, y cuando se van.  

Y sí, en resumen, 2023 ha sido el año rico en bienes y males por el que hemos de dar gracias al cielo, y abre ante nosotros un tiempo nuevo, 2024, para ser, si Dios quiere, vivido.


Nota: la fotografía, con cinco de mis siete nietos, que ilustra esta entrada, es muestra de ese milagro maravilloso que es la continuidad de la vida.




jueves, 28 de diciembre de 2023

1005. UNA NOTICIA SORPRENDENTE


Hoy, 28 de diciembre, día de los Santos Inocentes, a las 09:00 horas,  nos llega una noticia sorprendente: el doctor Sánchez, presidente del Gobierno, aunque así se ha dicho, no ha viajado, solo y en Falcón, a Irak, lo ha hecho en compañía de la doña Yolanda, a la Ciudad el Vaticano, donde, desde las 07:00 horas, se encuentra reunido con el Papa Francisco en la Capilla de los Milagros.

Según parece, desde hace varios días dos antiguos e insignificantes granos en la frente y uno, algo mayor, en el trasero, se han puesto a crecer hasta convertirse, en dos sólidos cuernos rojos y una, aunque muy larga, escuchimizada cola.

Sin que lo supiera nadie, en el máximo secreto, los médicos de la Moncloa, elegidos por doña Mema, la ministra de Sanidad, no han conseguido, como lo hicieron hace meses con la nariz de Pinocho, eliminar esos curiosos apéndices que tanto afean el bello cuerpo del doctor; por siete veces han extirpado la cola y serrado los cuernos, pero no ha habido manera, una y otra vez vuelven a salir. Los galenos, con gran pesar, aun siendo descreídos, han llegado a la conclusión de que es cosa del diablo y ellos no pueden hacer milagros.

Afortunadamente el doctor siempre, y hasta debajo de las piedras, encuentra la solución: - Qué venga la Yoli, ella con el Papa Francisco tiene muy buena relación -. Dicho y hecho, en un pispas, un viaje en avión y ahí están.

Y, a esta hora, las 10:40 horas, sabemos, por una fuente, comunista y bien informada, que el Pontífice, rezando en lunfardo ha conseguido reducir algo la cola y cambiar de color los cuernos, ¡sí, son cosas del diablo!, y se estima que antes de que acaba el día se habrá producido, para desdicha de los malos, el milagro.

Desde aquí deseamos, eso sí, poniendo una vela a Dios y otra al diablo, una pronta recuperación del doctor Sánchez en su estancia, con el papa Francisco, en la Capilla de los Milagros.






martes, 26 de diciembre de 2023

EN LA CENA DE NOCHEBUENA DE 2023


Queridos hermanos, hijos, nietos, familia toda:

Hoy, Nochebuena, es el día en que, conmemorando el nacimiento de Jesús, celebramos nuestra gran fiesta familiar.

Por ello, y desde el recuerdo de nuestros padres, José Luis y María Esperanza, de nuestros hermanos, Cristina, José Antonio, Juan Manuel y José Agustín, agradezco a todos vuestra presencia y os deseo ¡Feliz Navidad!

Y, en este día, tan especial, quiero, y estoy obligado a poner ante vuestros ojos una reflexión sobre algo que considero de inmensa importancia, quizá transcendental, para el futuro de nuestra familia: me refiero a la unidad en el amor familiar

Nuestra familia es grande, casi una tribu, incluidos los “contra sangres” somos cerca de 150 y este número, sin duda, seguirá creciendo, como lo ha hecho, muy deprisa, en 80 años y cuatro generaciones.

Y, no solo eso, nuestra familia, nuestra gente, es capaz, trabajadora, afronta con valor las dificultades, nos respetamos y nos apoyamos los unos a los otros, tenemos paz familiar y sabemos de la importancia de vivir en paz, y siempre en libertad.

Sin embargo, nuestra familia que hasta ahora ha sabido adaptarse a los cambios en el entorno exterior y en su estructura interior, hoy, ahora y en los próximos años, va a sufrir, desde fuera y desde dentro, muy duros embates, que la van a poner en peligro y, si no la cuidamos con esmero, la convertirán en un cascarón vacío sin utilidad alguna y, lo que es peor, en fuente de discordia e infelicidad.

Por todo ello, consciente de la realidad, muy complicada para cada uno de nosotros, para nuestras familias nucleares y para la gran familia Mingo Zapatero, hoy, en esta Nochebuena, os suplico  a todos, uno por uno, desde los mayores a los recién nacidos, que pongamos empeño y hagamos cada uno un esfuerzo consciente, lleno de cariño y buenas palabras, para mantener día a día, sin desmayo, los valores familiares, el amor, el trabajo, apoyar a los demás, la tolerancia y la libertad, porque en ellos está la fuerza que necesitamos para afrontar la vida de cada uno y el bien útil de nuestra familia unida hacia el futuro, con dignidad.

Muchos, muchos besos para todos

¡Feliz Nochebuena!, ¡Feliz Navidad!

José Luis Mingo Zapatero

24 de diciembre de 2023, día de Nochebuena.




 

                                                                                  

lunes, 25 de diciembre de 2023

FELIZ NAVIDAD



MENSAJE DE NAVIDAD DEL REY FELIPE VI EN  2023




Buenas noches,

Como cada Nochebuena, tengo la oportunidad de felicitaros la Navidad y de transmitiros, junto a mi familia, nuestros mejores deseos. Es una tradición que me agrada mantener y que también me permite hacer llegar a vuestros hogares algunas reflexiones sobre nuestro presente y sobre los retos que se nos plantean como país.

Las dificultades económicas y sociales que afectan a la vida diaria de muchos españoles son una preocupación para todos. Una preocupación que se manifiesta, especialmente, en relación con el empleo, la sanidad, la calidad de la educación, el precio de los servicios básicos. Desde luego también con la inaceptable violencia contra la mujer o, en el caso de los jóvenes, con el acceso a la vivienda.

Así pues, son muchas las cuestiones concretas que me gustaría abordar con vosotros hoy, si bien esta noche quiero centrarme en otras que también tienen mucho que ver con el desarrollo de nuestra vida colectiva. Es a la Constitución y a España a lo que me quiero referir.

Este año, nuestra Constitución ha cumplido 45 años. Durante estos años de vida democrática, la Constitución, que la Princesa de Asturias juró el pasado 31 de octubre, ha estado presente ininterrumpidamente en nuestras vidas. Y es, sin duda, el mejor ejemplo de la unión y convivencia entre españoles.

No podemos olvidar que uno de nuestros grandes activos en democracia es, precisamente, esa convivencia basada en sentimientos compartidos y en la búsqueda común del bienestar y la prosperidad de todos.

En Asturias en octubre pasado, señalé —y así lo creo—, que es con la unión, con el esfuerzo colectivo y con las actitudes solidarias como se construyen las grandes obras, las que trascienden a las personas, las que duran y permanecen en el tiempo. Es así como un país progresa.

Naturalmente, en España todo ciudadano tiene derecho a pensar, a expresarse y defender sus ideas con libertad y respeto a los demás. Pero la democracia también requiere unos consensos básicos y amplios sobre los principios que hemos compartido y que nos unen desde hace varias generaciones.

Y esa unión, que tiene profundas raíces históricas y culturales, debe descansar sobre todo en los valores que rigen toda convivencia democrática: la libertad, la justicia, la igualdad, el pluralismo político.

Esos son los valores que nos cohesionan, que le dan fortaleza y permanencia a un sistema democrático como el nuestro.

Y así los define y establece nuestra Constitución, que ha sido el mayor éxito político de nuestra reciente historia, y que supuso la culminación de un proceso que mereció una admiración y un reconocimiento internacional extraordinarios.

Gracias a ella, España consiguió construir y consolidar una democracia plena, abierta e integradora, un Estado Social y Democrático de Derecho, que ha asegurado nuestra convivencia y que nos ha permitido superar diversas y graves crisis en los últimos años. Esa es la evidente realidad de nuestra historia reciente constitucional.

Gracias a la Constitución conseguimos superar la división, que ha sido la causa de muchos errores en nuestra historia; que abrió heridas, fracturó afectos y distanció a las personas. Superar esa división, por tanto, fue nuestro principal acierto hace ya casi 5 décadas. Por eso, evitar que nunca el germen de la discordia se instale entre nosotros es un deber moral que tenemos todos. Porque no nos lo podemos permitir.

Y hay otra dimensión de la Constitución en la que a menudo no reparamos, y que sin duda es también muy importante: La que nos permite asegurar nuestro modelo de vida, nuestra forma de vivir y de entender la vida. Expresarse libremente, recibir una educación, tener un empleo, o protegerse de la enfermedad, es sin duda clave en nuestro día a día. También lo es, acceder a una vivienda, formar una familia, contar con ayuda social o disponer de un retiro digno... Todos esos hechos diarios —y muchos más— son los que la Constitución ampara, garantiza y protege.

Por ello, quiero reivindicar la Constitución no solo como valor democrático de presente y de futuro, sino también como instrumento y garantía imprescindible para que la vida de los españoles pueda seguir discurriendo con confianza, con estabilidad, con certidumbre. Para que podamos disfrutar libremente de una vida en la que cada uno —con sus circunstancias— pueda ver razonablemente satisfechas sus legítimas expectativas, sus ambiciones, proyectos y necesidades.

Pero es evidente que para que la Constitución desarrolle plenamente su cometido no solo se requiere que la respetemos, sino también que conservemos su identidad, lo que la define, lo que significa; su razón de ser como pacto colectivo de todos y entre todos para un propósito compartido.

Y, finalmente, exige que preservemos su integridad como lugar de reconocimiento mutuo, de aceptación y encuentro aprobado por todos los españoles, como legítimos titulares que son de la soberanía nacional.

Por tanto, fuera del respeto a la Constitución no hay democracia ni convivencia posibles; no hay libertades sino imposición; no hay ley, sino arbitrariedad. Fuera de la Constitución no hay una España en paz y libertad.

Y junto a la Constitución, España.

Los españoles iniciamos hace ya casi medio siglo un nuevo camino; lo hicimos juntos, democráticamente, en un proyecto común. Aprobamos una visión compartida de España que reconoce el derecho de todos a sentirse y a ser respetados en su propia personalidad y en su cultura; con sus lenguas, tradiciones e instituciones.

Y hoy, España es una sociedad fuerte, que ha demostrado muchas veces los valores que forjan nuestro sentido como comunidad política:

Hemos sido solidarios con quienes han sufrido la adversidad; Hemos tenido un comportamiento cívico ejemplar en la superación de la COVID;

Hemos demostrado coraje, dignidad y principios frente al terrorismo;

Y hemos expresado y —sobre todo— defendido nuestros valores constitucionales cuando estos han estado en cuestión o se han puesto en riesgo.

Y todo ello, también lo hemos hecho juntos y de acuerdo con el marco constitucional, decidido por todos los españoles.

La razón última de nuestros éxitos y progresos en la historia reciente ha sido precisamente la unidad de nuestro país, basada en nuestros valores democráticos y en la cohesión, en los vínculos sólidos del Estado con nuestras Comunidades Autónomas y en la solidaridad entre todas ellas... Basada también en nuestra apertura al exterior con una profunda vocación iberoamericana y europea. Precisamente, España ha presidido el Consejo de la UE durante el último semestre, en el que se ha reforzado la unidad de Europa.

No tengo duda de que la unidad, será también la clave para que podamos afrontar con éxito los serios y complejos retos de futuro a los que España se enfrenta hoy.

Para abordar ese futuro, todas las instituciones del Estado tenemos el deber de conducirnos con la mayor responsabilidad y procurar siempre los intereses generales de todos los españoles con lealtad a la Constitución. Cada institución, comenzando por el Rey, debe situarse en el lugar que constitucionalmente le corresponde, ejercer las funciones que le estén atribuidas y cumplir con las obligaciones y deberes que la Constitución le señala.

Debemos respetar también a las demás instituciones en el ejercicio de sus propias competencias y contribuir mutuamente a su fortalecimiento y a su prestigio. Y finalmente debemos velar siempre por el buen nombre, la dignidad y el respeto a nuestro país.

España ha tenido a lo largo de su historia, durante siglos, la responsabilidad de influir en el rumbo de la Humanidad. Como también ha atravesado períodos de tragedia, silencio, aislamiento y dolor. Pero el pueblo español los ha superado siempre; ha conseguido sobreponerse, sabiendo elegir su camino con fortaleza y con el orgullo de los pueblos que son y quieren ser.

Deberíamos tomar mayor conciencia del gran país que tenemos, para así sentirlo más y cuidarlo entre todos. Así podremos cumplir mejor con la obligación de la que hablé hace unas semanas en las Cortes: la de garantizar a las jóvenes generaciones el legado de una España unida, cohesionada, con voluntad de entendimiento, y sólida en sus convicciones democráticas, cívicas y morales; el legado de una España respetada, de una Nación querida, en la que puedan continuar desarrollando sus vidas de manera libre, de manera segura en un entorno de estabilidad y confianza.

España seguirá adelante. Con determinación, con esperanza, lo haremos juntos; conscientes de nuestra realidad histórica y actual, de nuestra verdad como Nación. En ese camino estará siempre la Corona; no solo porque es mi deber como Rey, sino también porque es mi convicción.

Gracias por vuestro tiempo en esta noche y junto a la Reina, la Princesa Leonor y la Infanta Sofía os deseamos una feliz Nochebuena, con un recuerdo muy especial para quienes, en este momento, con dedicación y entrega, velan por la seguridad de todos, y por el funcionamiento de los servicios públicos.

A todos, Feliz Navidad, Eguberri on, Bon Nadal y Boas festas. Muy buenas noches; y Feliz y próspero año 2024.








 

sábado, 23 de diciembre de 2023

1004. COSAS DE VIEJO: DE LA MEDIACIÓN EUROPEA ENTRE SANCHEZ PÉREZ – CASTEJÓN Y ALBERTO NUÑÉZ FEIJÓO


Como hablando los dos, son incapaces de ponerse de acuerdo en la renovación del Poder Judicial, han pactado que la Comisión Europea, (si lo tiene a bien, supongo), medie entre ellos y así resolver tan gran problema.

Y, ante este hecho, no puedo dejar de expresar mi desolada admiración con el mismo ¡cosas veredes!, que bien pudo decir Sancho.

El señor Núñez, ese egregio líder de la derecha, aprovechando que el doctor Sánchez ya tiene experiencia en el uso de un mediador, ese  al menos es hispano, con Puigdemont, ha dado un paso más y ha recurrido a un europeo para la mediación.

Es, me parece, algo así como la mediación de Napoleón entre Carlos IV y su hijo Fernando VII, que bien sabemos cómo terminó.

Los dos, ¡qué listos son!, porque han querido, han obviado que en España hay un poder moderador, el Rey (antes añadíamos Nuestro Señor).

Y me pregunto, ¿es que también el Señor Núñez Feijóo piensa competir por ese sillón del Palacio Real al que antes solo aspiraba el doctor Sánchez Pérez- Castejón?

¡Qué vergüenza, por Dios!



miércoles, 20 de diciembre de 2023

1003. COSAS DE VIEJO: DE LA ACTUALIDAD DEL PADRE JUAN DE MARIANA


Pensándolo bien, el hecho de tener gobernantes incapaces o malvados no es solo cosa de nuestro tiempo, la historia está llena de ejemplos, y son muchos, desde la antigua Grecia, los filósofos que han reflexionado sobre ello, y sus ideas se han convertido en pilares de nuestra judeocristiana cultura occidental.

Y, tanto es así que, en los tiempos, también convulsos que se vivieron en Castilla, y en toda Europa, en el Siglo XVI, recogiendo el pensamiento popular y la doctrina tradicional, el gigante intelectual que fue el padre jesuita Juan de Mariana dio forma jurídica, legalidad y, en su caso obligatoriedad, al tiranicidio.

Así, en el pensamiento del P. Mariana, un tirano es quien estando en el poder, aunque lo haya adquirido legítimamente, en lugar de mirar por la libertad del pueblo, sólo mira y le importa su propio interés y engrandecimiento. Y, al tirano, si por sus desaciertos y maldades pone el Estado en peligro, si desprecia la religión nacional y se hace del todo incorregible, debemos, como si fuese una fiera, dirigir contra él nuestro dardo, como hizo don Enrique, el primer Trastámara, con su hermano el rey don Pedro, por su crueldad.

Además, hay que repetirlo, la idea del tiranicidio, cuando escribía Juan de Mariana estaba profundamente arraigada en la conciencia de los viejos castellanos, tanto que, aunque sus libros fueron prohibidos y quemados en Inglaterra y Francia, en las Españas siempre mantuvo un gran prestigio y nunca fue perseguido.

Y, me dirán: ¡en nuestro tiempo lo que dice ese teólogo e historiador jesuita, es una barbaridad, no se puede matar a nadie y, menos todavía a quien ha sido elegido con los votos de la mayoría de los ciudadanos, más aún, recordar a Juan de Mariana y escribir sobre el tiranicidio debería ser un delito, no se puede permitir que alguien hable o, lo que es peor, piense que cualquier ciudadano puede tener el derecho y la obligación moral de quitar la vida a un gobernante!

Pero, ahora, también en nuestro tiempo, cuatro siglos después de que escribiera Juan de Mariana, me pregunto: ¿Qué hacer cuando un gobernante, un tirano, retorciendo la ley, en su propio beneficio y engrandecimiento, persigue injustamente a millones de ciudadanos y pone en peligro gravísimo la convivencia y el propio ser del Estado? ¿Qué hacer para defenderse cuando es imposible esperar nada de la Justicia porque está sometida y dominada por el tirano?

Y, porque no tengo respuestas, busco, leo, reflexiono y lo seguiré haciendo, sobre lo que nos han dejado los sabios del pasado, para encontrar solución a situaciones de hoy, como lo hizo, en el Siglo XVI, el jesuita Juan de Mariana.

Por todo ello, y porque vivimos en democracia, pienso que todos los españoles, desde el mismo don Felipe hasta el último que ha nacido hoy, deberíamos plantearnos el problema, buscar soluciones y obrar en consecuencia.




sábado, 2 de diciembre de 2023

1002. COSAS DE VIEJO: DEL DOCTOR SÁNCHEZ, DE LAS LEYES, DE LA AMNISTÍA Y DE LA VENGANZA


Hoy, después de los casi 4000 años que han pasado desde que Hammurabi, con su Código, pusiera fin a la antigua forma de hacer justicia que es la venganza, la mayor parte de los habitantes de este mundo nuestro creemos y aceptamos que quien comete un delito debe ser sancionado por las leyes y cumplir la sentencia que, por lo que ha hecho, le hayan impuesto los jueces.  

Y, todos aceptamos también que, aunque el delito nos haya causado el mayor dolor, el castigo no nos corresponde y, en nuestra sociedad y en nuestra conciencia, no cabe la venganza.

Evidentemente, esta convicción social está soportada en la existencia de leyes justas que todos, todos, los ciudadanos y especialmente quienes tienen el poder, están obligados a cumplir.

Sin embargo, porque la vida es como es y porque a veces, muy pocas,  la  aplicación estricta de la justicia puede ser excesiva, existen dos excepciones y que, para su aplicación útil, requieren un amplio  consenso social: el indulto, que es el perdón, total o parcial, que se concede a un delincuente en función de la existencia de especiales circunstancias, por ejemplo el caso de una persona muy arrepentida de sus delitos y  enferma grave; o la amnistía, que es “el borrado” de los delitos cometidos en un periodo concreto por muchas personas y cuya persecución puede ser un grave impedimento para la pacífica convivencia en la sociedad, como sería el caso de una amnistía al  final de una guerra civil.

Claro está que tanto el indulto como la amnistía encierran al menos dos grandes peligros, el primero la reaparición de la venganza como medio para obtener justicia, y el segundo, la demanda social de la reimplantación de la pena de muerte.  Y, dejando de lado el primero por muy obvio, nos centraremos en el segundo, la máxima pena.

Aunque en general en occidente y en España en concreto, la pena de muerte nos parece un tremendo disparate, hoy, ahora, está vigente en 89 países del mundo, entre otros, los Estados Unidos de Norteamérica, China, India, Rusia, Brasil, Chile, Egipto, Marruecos, Argelia y Túnez.

Las razones por las que existe y se mantiene la máxima pena son múltiples y, aunque todas, desde nuestra perspectiva cultural son insuficientes para justificar su existencia, algunas de ellas son tan fuertes que, en situaciones excepcionales, alguna sociedad concreta demanda su existencia y su aplicación, veremos varios casos concretos.

Imaginemos que no existe la pena de muerte y una banda o grupo terrorista que, para conseguir sus objetivos, asesina a cientos y hasta miles de personas; en este caso la sociedad responde aplicando duras penas de prisión a los terroristas que son perseguidos por la policía y sentenciados por los jueces. Con ello se logra que las víctimas del terrorismo y la sociedad en general, a pesar de su gran dolor, acepten las sentencias y se conformen sabiendo que quienes han asesinado lo están pagando durante muchos años en prisión.

O, la conformidad de la sociedad con el encarcelamiento por largos años, incluso de por vida, del violador y asesino de múltiples mujeres y niños.

O, la tranquilidad que es para los ciudadanos saber que es muy difícil que alguien cometa un delito de malversación, de sedición o de rebelión, porque si lo comete va a pasarse, seguro, bastantes años en prisión.

Pues bien, si los terroristas, los violadores asesinos,  los malversadores de fondos públicos o los sediciosos, por voluntad de quien en el Estado tiene el poder de hacerlo, son indultados o amnistiados y quedan libres antes de cumplir su condena, la sociedad, las víctimas, demandarán, para que esto no se repita en el futuro, que el castigo no pueda ser revocado, y lo único no se puede revocar es la muerte, la pena de muerte y, eso sin contar que los  terroristas y asesinos amnistiados pueden ser asesinados por sus víctimas, que, también, en el futuro serán amnistiadas.

Y, dicho todo lo anterior, es momento de pensar en las terribles consecuencias que la aprobación por las Cortes, pese a ser, por muchos motivos inconstitucional, de la ley de amnistía, pactada por el doctor Sánchez con los golpistas catalanes, incluidos terroristas, y, más aún, la posible aplicación de esa ley, o de otra que la complemente, a asesinos de ETA, puede conllevar tres efectos terribles: la venganza de las víctimas y la vida horrorizada de muchos amnistiados ante la posibilidad de convertirse ellos también en víctimas; una cadena de amnistías para salvar de sus penas a quienes se han vengado; y, esta es acaso la peor, la exigencia social de la pena de muerte para que los delincuentes no puedan ser amnistiados.

No cabe ninguna duda, si se aprueba la ley de amnistía del doctor Sánchez, además de terrible para todos, quienes se beneficien de ella y quienes la hayan pactado corren el inmenso riesgo de perder sus vidas y que quienes se las hayan arrebatado, en no mucho tiempo, sean amnistiados.

En consecuencia, por ello, y por el bien del propio doctor Sánchez, el de los golpistas catalanes, el de los asesinos terroristas y el de todos nosotros, pido a Dios que no se pruebe el horror que pueden ser, y serán, las consecuencias de la ley de amnistía.

 

Nota: la imagen que ilustra esta entrada está tomada de Vikcionario, el diccionario libre, en Internet.




viernes, 1 de diciembre de 2023

2001. COSAS DE VIEJO: DEL SER DIOS

 

Es verdad, hasta hace unos días pensaba que el doctor Sánchez estaba quebrando el orden constitucional con el único propósito de derribar la monarquía y convertirse en Presidente Vitalicio de la III República Española, pero hoy, tengo que reconocerlo, aunque meses atrás fuera así, estaba equivocado, los hechos no me han dado la razón, y empiezo a creer que al demiurgo que nos gobierna le impulsa otra ambición: acaso quiere ser dios.

Y, nada hay nuevo bajo el sol, me pregunto: ¿en qué supera Julio César al egregio doctor?, ¿qué tuvo Jesús de Nazaret que no tenga Pedro Sánchez Castejón?

Y, siendo verdad que  Él es mejor que los otros dos, no cabe duda, el doctor merece ser, y acaso ya lo es, dios.

Claro que, aceptando con dolor el mérito del doctor Sánchez para ser dios, solo me queda un consuelo, para llegar al Olimpo Julio César necesitó el puñal de Bruto y Jesucristo, para subir al Cielo la crucifixión: soñar que muy pronto entraré en una nueva catedral, me postraré ante el altar mayor y pasaré largas horas rezando al santo dios Sánchez Castejón, para que viva eternamente allá en el cielo, discutiendo y disputando con Julio César y Jesús de Nazaret, sobre quién de los tres, de verdad de verdad, es Dios.