jueves, 31 de enero de 2013

482. COSAS DE LA JUSTICIA: UNA SENTENCIA ABSOLUTORIA




Para mi termina el mes de enero de 2013 con una muy feliz noticia.

En una  ciudad española, la  Audiencia  Provincial ha fallado “absolver de delito contra la salud pública, extorsión y de las cuatro faltas de lesiones de los que viene acusado por el Ministerio Fiscal” a un muy buen amigo.

Conocí  a mi  amigo no se si en  1978 o en 1979 , cuando él comenzaba la que sería luego una  valiosa  carrera profesional y , durante los treinta y cinco años que han transcurrido desde entonces,   hemos mantenido una muy buena relación, profesional en los primeros tiempos y más tarde también personal.

Además, mi amigo, al que siempre he admirado por la generosidad de sus actitudes, la limpieza de sus criterios  y la honestidad de sus  comportamientos  personales  y familiares, es un magnífico  líder  y un claro ejemplo de  lo que es el buen  desempeño de  puestos complejos y de alta responsabilidad en el mundo empresarial.

Es decir, mi amigo es  una persona normal, de esas  que ni ella ni nadie de quienes la   conocen puede  pensar que va a  sentarse en el banquillo de los acusados  en un proceso penal. 

Y ahora, un resumen de una terrible  y acaso absurda historia que ha durado casi seis, sí, seis largos y terribles años:

En  el mes de marzo de 2007, conduciendo su coche, con su mujer y alguno de sus hijos,  a la entrada de la ciudad, fue detenido  y trasladado,  con el despliegue de medios que se usan en estos casos,   a  dependencias  policiales y  encerrado en un calabozo.

Muchas horas más tarde supo la causa de su detención: Era sospechoso de haber cometido varios delitos: Atentado contra la saludo pública, extorsión y lesiones.

Días antes, en un establecimiento comercial, se había encontrado  un anónimo, muy mal escrito por cierto,  en el que se comunicaba a la empresa que tenía, en uno de los lineales de alimentación,  dos  botellas de refresco, marcadas con una señal, que  estas contenían veneno y que la dirección de la empresa debía ponerse en contacto con los autores del anónimo a través de un número de teléfono que debía ser insertado, junto al  nombre de la empresa, en un periódico local, para proceder al pago de dinero.  Además, en otros  establecimientos  de la misma empresa, fueron compradas por sus clientes  botellas  envenenadas  que causaron lesiones, afortunadamente no graves, a cuatro personas.

Y, aquí viene la razón  de la presunta implicación de mi amigo en esos delitos: Una tarde, después de comer,  vio en el periódico local   un raro anuncio en el que junto al nombre de  uno de sus más importantes clientes aparecía, sin más datos,  un número de teléfono. Con el  comportamiento de una persona muy  meticulosa en todo cuanto interesa a sus clientes, mi amigo llamó, desde su teléfono móvil, al número del anuncio  y, muy sorprendido por la forma de contestar la llamada, colgó sin decir nada. Luego, cada vez con mayor curiosidad, volvió a llamar tres veces, recibiendo siempre respuestas extrañas y manteniendo él su silencio. Luego, me explicó después, en ese momento  se propuso comentar el tema con su cliente y siguió leyendo el periódico.

Por supuesto, el anuncio era un  anzuelo de la policía en la investigación de los delitos contra la salud pública, extorsión y lesiones, antes relatados.

Mi amigo, a partir del día de su detención y de los registros policiales de su domicilio, de su residencia en el campo y de su despacho en la empresa, comenzó un no vivir. Durante largo tiempo tuvo prohibido salir de la ciudad sin permiso de la autoridad judicial y  estuvo obligado a presentarse cada semana,  buscar un abogado criminalista,  acudir a declarar en repetidas ocasiones, y padecer la angustia del hombre honesto que está procesado por hacer cometido delitos y nada puede hacer para  demostrar que no ha hecho aquello de lo que se  le acusa de haber hecho. Y todo ello manteniendo la responsabilidad de gestionar una  empresa muy importante y conocida en la ciudad.

Cualquier persona  puede imaginar la tortura que ha sido  para mi amigo y para su mujer,  al igual que lo hubiera sido para cualquier otra  persona decente,  y para toda su familia,  ver que pasan los días, los meses y los años, viviendo en una ciudad en la que se  es bien conocido,  sin poder hacer otra cosa para demostrar la propia  inocencia que esperar a que un tribunal te absuelva de unos delitos que no has cometido o, lo siempre podría   ocurrir, ese tribunal  acepte las tesis del Ministerio Fiscal y  te condene  siendo inocente.

Afortunadamente, la Audiencia Provincial, luego del juicio oral, solo ha necesitado cuatro días para dictar la sentencia que absuelve a mi amigo de unos delitos que nunca ha cometido.

Atrás quedan los seis años de  terrible  tortura ha  sufrido, en silencio y confiando siempre en la Justicia,  mi amigo,  su mujer,  sus hijos y  toda su familia. Ahora solo tienen que hacer un nuevo y gran esfuerzo: Olvidar todo lo que han pasado, todo lo que han visto,  han  aprendido y todo lo que han sufrido en estos largos años; y han de olvidar porque es imposible  vivir mientras  está en el pensamiento  el mal.

Para mí, el comportamiento de mi amigo, de su mujer, de sus hijos y de su familia, y muy especialmente su honesta confianza en la Justicia,  es una muestra más, acaso la mayor, de la honorabilidad y la hombría de bien de mi buen amigo y de su familia.

Y, por supuesto, es una enorme tranquilidad y un gran respiro, ver que, a pesar de la muy mala  imagen que han conseguido algunos  jueces para la Justicia  ésta,  aunque sea lenta,  sabe hacer y hace, como lo ha hecho en este caso la Audiencia Provincial, justicia.





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